Rockeros de exposición,
Tres museos exhiben muestras dedicadas a rock stars. Lo musical aparece, en los tres casos, como una faceta más de un recorrido multidisciplinario que marcó sus trayectorias artísticas.
Cuando a principios de 2015 Björk publicaba Vulnicura, su último disco, sorprendió a todos porque volvía al ruedo con un trabajo conceptualmente muy compacto, tan parejo como catárquico: todas las canciones hablan de los sentimientos de la cantante islandesa después de su ruptura con el artista audiovisual Matthew Barney, su pareja durante 15 años.
No es casualidad, entonces, que este disco sea el leitmotiv de la exposición Björk Digital, curada por la propia artista y hasta el 24 de septiembre en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), después de pasar por ciudades como Tokio, Sidney, Montreal y Londres.
En una carta de presentación de la antesala, Björk escribe: “Vulnicura es el primero de mis álbumes en el que las canciones insisten en cierto orden cronológico. Una vez escritas, se hizo patente que sin querer me había adentrado en la narración de una tragedia griega”. Y para la exposición en sala de esta catarsis dionisíaca elige los entornos inmersivos de la realidad virtual, configurando un recorrido interactivo y poco convencional. Una exposición sin objetos palpables y para disfrutar con gafas de 3D, transitar por salas tratadas con acústicas innovadoras y mucho videoclip.
Si bien el último disco es el principal protagonista, Björk también reúne en esta exposición algunos trabajos previos realizados en colaboración con varios directores de cine y artistas audiovisuales de la talla de Spike Jonze, Michel Gondry o Stephane Sedanaoui.
El video se combina con la performance y la música con la instalación, todo pensado para que el visitante tenga un rol interactivo imprescindible. La primera sala de Björk Digital nos muestra un cuadrilátero con hileras interminables de parlantes enfrentadas en dos paredes y pantallas anchas en las otras dos que proyectan diferentes versiones del videoclip de la canción “Black Lake”, rodado en las montañas de Islandia por encargo del MoMA de Nueva York.
Un artefacto sonoro diseñado a medida para esta sala y que permite que el visitante acceda a diferentes texturas de la música y la voz de Björk mientras camina por todos los rincones. Un espacio para disfrutar en movimiento de los distintos matices de un sonido envolvente.
Lo que vendrá luego es todo el dispositivo en VR (realidad virtual), a través del cual se genera la sensación de tener a Björk en sesiones privadas a través de las gafas. El primero es “Stonemilker”, la canción que abre Vulnicura, donde vemos a Björk cantando a orillas de una playa lejana de Islandia, con tecnología en 360º y la imagen de la cantante a nuestra misma altura, entre el viento y las rocas, moviéndose en círculos e invitándonos a seguirla.
En “Mouthmantra” nos metemos virtualmente en el interior de la lengua, la garganta y las cuerdas vocales de la cantante islandesa, mientras entona la canción homónima. Un trabajo de extrema precisión focal dirigido por Jesse Kanda.
Y del interior visceral de la artista, nos transportamos a una de sus facetas preferidas: los disfraces y las metamorfosis. En este caso, Warren Du Preez y Nick Thornton Jones dirigen “Notget”, una pieza de VR en la que Björk se va convirtiendo paulatinamente en una polilla gigante, a través del juego de máscaras amplificadas y diseñadas por James Merry, un artista que colabora desde hace 8 años con la islandesa preparando los atuendos para sus presentaciones en vivo.
Será el propio Merry quien codirija, junto con Björk y Andrew Thomas Huang, la pieza que cierra el recorrido de inmersión virtual, “Family”, donde se provee al visitante de un joystick con el que tendrá que suturar el corazón roto y sangrante de la cantante.
“La realidad virtual no solo es una continuidad natural del video musical, sino que posee un potencial teatral aún más profundo, ideal para este viaje emocional”, dice Björk como cierre de su carta de presentación para esta exposición que significa un salto definitivo hacia la creación audiovisual en VR y la curaduría artística. Son sltrededor de 90 minutos de un recorrido en el que el visitante se convierte en espectador privilegiado y activo, que tendrá el lujo de sentir más de cerca que nunca la voz de Björk y de jugar e intervenir con todos sus avatares y metamorfosis.
El CCCB preparó, especialmente para esta ocasión, una sala pedagógica interactiva donde se presentan algunos instrumentos con los que se grabó Biophilia, el álbum educativo interactivo que Björk publicó hace 5 años y que hoy se estudia en muchas escuelas de los países escandinavos.
Como último paso de este itinerario por el mundo digital de Björk, hay una sala con sofás en los que es posible distenderse y disfrutar de todos los videoclips que grabó en sus 24 años de carrera, como para tener una idea acabada de la importancia vital que tiene el lenguaje audiovisual en el universo creativo de la artista.