Flora y fauna
¡Qué rápido pasó el año! Si bien todavía estamos en julio, es posible que en un par de semanas ya empecemos a escuchar ese grito de perpleja constatación que todas las primaveras inunda las conversaciones de ascensor. Y es cierto: con el exceso de información y estímulos al que estamos sometidos los que vivimos en las grandes ciudades, el tiempo parece pasar más rápido. O quizás sea que todo lo olvidamos antes (mientras lo leo lo olvido, ironizaba un escritor cuando hablaba de otro). Por eso todos los inviernos hay que pasar por el Palais de Glace y recorrer durante una hora la muestra anual de fotoperiodismo argentino, que expone en un hermoso salón circular las 300 mejores fotos que salieron en los diarios y las revistas del año anterior. “¿Esto pasó el año pasado? Pensé que había sido antes”, dice un hombre que mira una foto de la que se habló bastante, en la que Sergio Massa charla con Victoria Donda en un pasillo del congreso y que parece la postal de dos jovencitos desenvueltos en el trámite de un coqueteo. Eso es esta muestra: un viaje al pasado recientísimo, que es como un viaje a otro planeta.
Hay, por lo pronto, dos grandes modos de moverse por esta exposición. El primero es el que trata de capturar una totalidad, armar una narrativa nacional en base a 300 fotogramas –triunfos y derrotas deportivas, visitas musicales internacionales, pobreza, represión, paisajes bellísimos, multitudes–, una especie de registro imposible de “lo que pasó”. El otro modo es el de la fragmentación: tomar foto por foto como una unidad aislada, limpia de contexto, y leerlas como un hecho estético puro, no fechado. Así, por ejemplo, acá arriba hay tres fotos que se pueden ver en el Palais de Glace. En una lo vemos a Jaime Durán Barba minutos antes de una entrevista para el canal La Nación +. Una mano sostiene el cepillo que, con suavidad, le aprieta la nariz. Esa foto, de Marcelo Gómez, es una puesta en abismo: alguien maquilla al hombre encargado de maquillar a otros hombres. Esa foto podría ser un ensayo en miniatura sobre las relaciones siempre problemáticas entre la ficción y la realidad. Al lado hay una foto de Alejandro Pagni de un partido de rugby, que podría ser una tesis sobre el origen tribal de todos los deportes, antes de que la sociedad de consumo se los devorara y los devolviera como espectáculo altamente estetizado (Cristiano Ronaldo). La última, de Patricio Rodríguez, es una foto pero parece una pintura de paisajes holandesa del siglo XVII, lo que nos remite, por si hiciera falta, al origen atávico del arte de la imagen. Son tres fotos-tesis que no tienen fecha.