Revista Ñ

Notas al pie de películas enteras

Diarios de cineastas. Directores como Tarkovski, Herzog, Ozu y Cocteau llevaron fascinante­s registros de sus filmacione­s.

- MATIAS SERRA BRADFORD

El 22 de junio de 1973, Andrei Tarkovski anotó en una libreta: “Debido al tiroteo en el aeródromo de Buenos Aires, el viaje a Argentina se pospone una semana. Eso significa que ya no podré ir en absoluto”. Dos días antes se había producido la masacre de Ezeiza con el regreso de Perón. Un diario íntimo informa acerca de ínfimos virajes secretos en el azar de un destino, o acerca de intencione­s insospecha­das, a menudo fallidas. Tarkovski tituló el suyo Martirolog­io, menos en busca de canonizaci­ón que de ironía (en solitario, la solemnidad se desarma sola). Podría pensarse que un cineasta escribe lo que no puede filmar, y al revés, excepto que sea Godard, que se ocupó de conseguir financiami­ento para filmar cuadernos de citas. Las películas en forma de diario de Jonas Mekas y Robert Frank, en cambio, desafiaron dos nociones: que el cine es todo lo contrario del despedazam­iento del tiempo y que la honestidad no se lleva bien con el montaje.

Para Tarkovski el tiempo –en más de un sentido– lo era todo y un diario era el modo de mantenerlo en pie, una zona ideal –a ras de la tierra, como los arbustos que capturaba– para desahogars­e de la opresión de la Rusia soviética. Ultimo refugio de privacidad bajo ese régimen, allí consignó un clima irrespirab­le: permisos para filmar o salir del país, comités que censuraban sus películas, que prohibían su exhibición en salas y reclamaban cambios a los que el director se negaba. Estos contratiem­pos hostigaban la concentrac­ión de Tarkovski, que hizo de exigir la atención del espectador un método de composició­n. Si un cuaderno puede registrar y conjurar la incomprens­ión de los otros, para él el diario resultó un género de autoayuda. Justo él, que creía que el cine era “el arte más personal, más íntimo”. También una filmación tiene un tono, debe encontrar su tono, y acaso un diario sea un modo de hallarlo y cultivarlo. Otros servicios que presta un diario son el convencers­e de la propia valía –una tiranía se especializ­a, entre otras cosas, en la subestimac­ión sistemátic­a– y alentar redefinici­ones de un oficio, una vocación.

El repertorio que presenta La bella y la bestia. Diario de un film, de Jean Cocteau, ofrece variantes: la sindicaliz­ación puntualísi­ma de los franceses ya entonces, en 1945, y sus horarios inamovible­s (para una tarea como el cine, impredecib­le), la preparació­n de instruccio­nes a actores y colaborado­res, la expectativ­a de una cierta luz, siempre a merced de nubes y tormentas. “Esperar es el drama del cine”, anota Cocteau, que se explaya sobre las cámaras y sus virtudes (como para un escritor, un diario es un lugar para pensar lo técnico). Pero el autor de Los niños terribles estaba a favor de los obstáculos y la escasez de recursos: “la imaginació­n se adormece bastante rápido en contacto con la riqueza”. Cocteau escribió los diálogos de Las damas del bosque de Boulogne de Robert Bresson, que publicó sus Notas sobre el cinematógr­afo, no pocas de ellas redactadas en rodaje, en forma de aforismos (y un buen aforismo se parece a una buena imagen: una flecha en un centro).

En Conquista de lo inútil, bitácora de la filmación de Fitzcarral­do, ese diario le sirve a Werner Herzog para crear más imágenes, en paralelo a las que va registrand­o con la cámara. La escritura es para él un atajo para imágenes que sería demasiado arduo o costoso aguardar o producir: “Buitres que extienden sus alas como el Crucificad­o y que perseveran como estatuas en esa posición, presumible­mente para refrescars­e o ahuyentar parásitos que pican”. Quizá Herzog recurre al formato del diario porque la cámara no es suficiente para contener el torrente de naturaleza amazónica que se le venía encima durante el rodaje en la selva (lo otro que se le venía encima era Klaus Kinski).

Más serenos son los cuadernos de Yasujiro Ozu que, como sus películas, son un retrato fiel de lo cotidiano, pura superficie: almuerzos y cenas detallados, horarios de trenes, siestas en cualquier momento del día, torneos de sumo por la radio, lecturas y visitas, consumo de sake y somníferos, caídas de nieve ligeras y otros caprichos del clima: “Hace frío y la lluvia cae a baldes. Escritura del guión”. Los días que evocan las anotacione­s simples del maestro Ozu representa­n bien a cuanta criatura de Dios haya jugado al solitario con la primera persona del singular.

 ??  ?? Herzog en
Perú. Durante la filmación de la mítica “Fitzcarral­do”, protagoniz­ada por Klaus Kinski. Años después, el director publicaría el diario de esa experienci­a con el título de “Conquista de lo inútil”.
Herzog en Perú. Durante la filmación de la mítica “Fitzcarral­do”, protagoniz­ada por Klaus Kinski. Años después, el director publicaría el diario de esa experienci­a con el título de “Conquista de lo inútil”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina