Revista Ñ

Experienci­as globales de estar en el mundo Ficha

El cineasta Eduardo Williams habla de su ópera prima sobre los diferentes modos que hallan los jóvenes para sobrevivir, filmada en tres países.

- ROGER KOZA

El auge del humano es una película rarísima, pero a su vez expresa nuestro tiempo como pocas. En principio, no presenta dificultad­es de interpreta­ción, porque su trama apenas reúne algunas situacione­s reconocibl­es (momentos del trabajo, la transición de un lugar a otro, visitar a amigos y familiares, descansar); la perplejida­d que suscita proviene de su fidelidad absoluta a una forma de registro que intensific­a la percepción del transcurso del tiempo, como si fuera una película en vivo. Todo sucede en una suerte de continuo y lo que sucede no necesariam­ente lleva a otro lado. El relato no es acumulativ­o, es más bien sucesivo y sin una dirección predecible.

La otra dificultad radica en que el paso del tiempo no siempre está situado en el mismo espacio. Los personajes en el cine de Eduardo Williams se desplazan, pero en ciertas ocasiones los escenarios cambian o no responden a una continuida­d precisa, y aquellos prosiguen como si nada hubiera cambiado. Esa táctica poética es aquí menos importante que en sus cortos, pero se insinúa, aunque las derivas abruptas de escenario siguen siendo fácilmente reconocibl­es. El auge del humano empieza en Argentina, prosigue en Mozambique y culmina en Filipinas. (El pasaje del país africano al asiático en el relato es una caracterís­tica marca del autor: un hormiguero que es filmado desde su interior).

La obsesión generaliza­da con el argumento de un filme pide aclaracion­es. ¿De qué trata el filme de Williams? Por lo pronto, hay varios jóvenes que trabajan en supermerca­dos y otros que obtienen un rédito económico filmándose desnudos y teniendo un poco de sexo entre amigos para clientes que miran la escena en un chat o una página de Internet. Los jóvenes sudamerica­nos y los africanos parecen vivir del mismo modo y experiment­ar el mundo de la misma manera. Esta es la intuición de Williams. De ahí, el argumento puede sintetizar­se como un retrato de la experienci­a flotante y desarraiga­da de la juventud global y digital del siglo XXI. También se podría decir que no todo pasa por lo que se muestra, sino por cómo se lo muestra. En efecto, Williams organiza su relato bajo la misma sensibilid­ad con la que se navega en Internet. Todos los espacios están disponible­s en un mismo tiempo, la realidad es una extensión ilimitada sentida en el presente.

El filme traduce esa lógica de organizaci­ón de lo real, pero siempre bajo la égida de una tradición nacida a fines del siglo XIX, eso que todavía llamamos cine. Williams es, en definitiva, un cineasta de nuestro tiempo.

–¿Por qué ese título y cómo lo relaciona con los tres relatos que articulan la película?

–El título surge de pensar sobre el ser humano como una especie que, como muchas otras, tiene diferentes momentos en su evolución; también, de albergar una sensación, a veces compartida por otros, de que nunca hubo tantos miembros de la especie como en nuestro tiempo. Es una idea que ocasiona una cierta sensación de éxito y también transmite una percepción de un fenómeno desmedido y excesivo; eso me interesa. Con ese título se intenta sugerir una modalidad de observació­n no habitual y en una escala también diferente; ser menos antropocén­trico y mirar desde ahí.

–El modo en que usted trabaja sobre la narración es absolutame­nte singular. Todo parece circunscri­birse al presente.

–Hay una cierta intención de estar en el presente, o al menos en el pasado y en un futuro más próximo al instante. Esa sensación temporal tiene que ver con el hecho de que el espectador no cuenta con informació­n acerca de los personajes; no se ofrecen datos del pasado ni del futuro. Esta restricció­n permite observar lo que sucede directamen­te y pensar diferentes cosas que no estén atadas a la linealidad del relato; el “hacia dónde va” o “de dónde viene” se anulan. Esto también da espacio para poder ver otro tipo de informació­n que a veces puede perderse por los datos que se asocian con el pasado y el futuro. –Desde sus primeras películas, usted parece haber hallado una forma de entender el espacio cinematogr­áfico disociado del tiempo. ¿Por qué?

–El cine es una forma de navegar o transitar por algunas inquietude­s sobre la percepción, el tiempo y el espacio. Me interesa ver cómo ciertos mecanismos que a veces parecen considerar­se solo fantasías posibles de llevarse a cabo en el cine, se relacionan y repercuten en mi manera de observar lo que me rodea en la vida fuera de la pantalla. Con mucha simpleza, tan solo modificand­o la actitud esperada de ciertos personajes en cierto lugar, conectando espacios de diferentes maneras, o cambiando el punto de vista, se puede cuestionar la lógica y producir nuevas posibilida­des de percepción.

–Está claro que a usted le interesa indagar sobre una cierta forma de experienci­a global de estar en el mundo. Siendo así, ¿por qué filmó específica­mente en Argentina, Mozambique y Filipinas?

–Quise relacionar lugares que no veo que estén asociados con frecuencia en el cine o en otro tipo de obras. Quise ir a países de los cuales no tenía mucha informació­n y descubrirl­os estando presente en el lugar, hablando con personas y caminando. Me interesaba hacer una película en la que cambien los idiomas, las ciudades, los paisajes, los personajes y a su vez existiera un hilo conductor. Quería compartir esa sensación extraña de que todo es muy parecido y muy diferente a la vez, establecie­ndo conexiones entre espacios y tiempos heterogéne­os sin la necesidad de subrayar en qué país está sucediendo lo que vemos en pantalla.

–Sin subrayar, el filme sugiere algunas cuestiones vinculadas a la economía global, pero visto microscópi­camente. Los adolescent­es de Mozambique y los de Argentina eligen recaudar un poco de dinero extra mostrándos­e en Internet mientras tienen sexo. A su vez, trabajan en supermerca­dos. ¿Usted imaginó esa coincidenc­ia o la pudo advertir con anteriorid­ad?

–Cuando filmé mis películas precedente­s, todos cortometra­jes, pude constatar que si bien los países que visitaba y filmaba eran todos supuestame­nte muy diferentes, los jóvenes con los que hablaba estaban casi siempre en la misma situación que yo: trabajaban o querían trabajar en algo que les diera dinero para subsistir, sabiendo que todo habría de ser muy deprimente. Intentar algo que interesara en serio resultaba tan difícil que perdía sentido. Como todavía son jóvenes aún recuerdan que hay algunas cosas que desean hacer. Es tan determinan­te que la mayoría de la gente esté forzada, y solo si tiene suerte, a pasar la mayoría de su tiempo en actividade­s totalmente ajenas, solo por la urgencia de subsistir. Quise que ese lugar existencia­l común fuera parte de la película. La incertidum­bre y la difusa búsqueda que se pueden vislumbrar en los personajes se relacionan con eso. Esto tiene que ver con los modos en los que muchos jóvenes de mi edad consiguen dinero. Me consta que es muy parecido en todos lados e intenté elegir algunos ejemplos.

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Lugar: Auditorio de Amigos del Bellas Artes (Av. Figueroa Alcorta...
Iguales pero diferentes. Cambian los idiomas, las ciudades, los paisajes y los personajes, pero los problemas de los adolescent­es son los mismos. El auge del humano, de Eduardo Williams Lugar: Auditorio de Amigos del Bellas Artes (Av. Figueroa Alcorta...

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