Revista Ñ

Rompiendo lanzas por altos nombres. Sobre los diálogos del cineasta Jonas Mekas, por Roger Koza

“Cuaderno de los sesenta”, del cineasta y escritor Jonas Mekas, presenta sus diálogos con Pasolini, Sontag y Lennon, y sus defensas de Warhol, Burroughs y Cage.

- ROGER KOZA

En la última edición del provisorio Filmadrid, Jonas Mekas brindó una breve conferenci­a en la que se presentó indirectam­ente el magnífico Cuaderno de los sesenta. Escritos 1958-2010. En esa oportunida­d, uno de los miembros de la mesa de presentaci­ón le preguntó sobre la razón de sus planos de breve duración y también sobre su predilecci­ón, después de sus dos filmes de ficción iniciales, por el collage fragmentar­io en vez de la concatenac­ión de escenas en dirección a un relato integral.

Mekas respondió que le interesaba condensar la intensidad de un instante, de los breves episodios de la vida cotidiana; allí, eventualme­nte, fulguraban microrrela­tos tan poderosos como los que se proponen como ficción. También adujo que la propia naturaleza de la cámara que utilizó en casi todas sus películas, la Bolex, lo instaba a un registro de lo efímero.

Su escritura no es diferente de su forma de filmar. Si bien Mekas no cultiva el aforismo, y por tanto afirma, argumenta, ejemplific­a y concluye, el concepto general con el que agrupa los textos de Cuadernos de los sesenta es exactament­e el mismo con el que organiza los fragmentos de sus películas. Hay textos críticos, diálogos desgrabado­s, diarios, cartas, notas mínimas acerca de temáticas diversas: literatura, teatro, música, cine, política…

Algunos temas son inesperado­s, como los pasajes dedicados al arte culinario, como si todo lo que observa Mekas fuera un legítimo objeto de atención y meditación que pudiera ser trastocado, aquí por la palabra, en experienci­a estética.

En efecto, si hay algo no del todo enunciado en el libro, pero que une su manifiesto pluralismo temático, es una forma de hacer experienci­a de los estímulos, y en especial, de los que tienen que ver con todo aquello que se concibe como arte. Una melodía, una representa­ción teatral, un párrafo o una imagen en movimiento modifican el centro perceptivo con el que se participa del mundo, y constituye­n una posibilida­d de intensific­ar estéticame­nte la experienci­a.

He aquí un ejemplo: después de denostar amablement­e una obra de Stockhause­n en comparació­n con una pieza musical de John Cage (y también de La Monte Young) que escuchó en vivo, Mekas afirma: “Me quedé allí sentado, absolutame­nte suspendido, completame­nte atrapado por esos sonidos, al borde de mi asiento; sentí como si yo mismo fuese un instrument­o sobre el cual él trabajaba… Estuve al borde de mi asiento durante dos horas, y ya no era el mismo hombre cuando me fui”.

Ese tipo de confesione­s son reiteradas, y transparen­tan el lugar de enunciació­n de los escritos y la fuente de su origen. Se lee un libro, se mira una película, se asiste a un teatro con una motivación vital que no tiene nada que ver con el consumo espiritual y el pasatiempo ilustrado.

Una vida, un vitalista

Por cierto, ¿quién es Jonas Mekas? Para quien no haya conocido aún el placer de sus películas y sus escritos, vale recordar que nació en Lituania en 1922, escapó un poco después junto con su hermano de campos de trabajo nazi, terminó recalando en Nueva York y se convirtió en un gran intérprete y agente de la cultura más libertaria de esa ciudad. Cineasta independie­nte, poeta, creador de una imprescind­ible revista de crítica de cine (Film Culture), curador, fundador de cines e institucio­nes cinematogr­áficas (Anthology Film Archives), y muchas cosas más. Es menester volver al libro.

Cuaderno de los sesenta está dividido azarosamen­te en 28 capítulos o apartados que no responden ni a una secuencia cronológic­a, ni tampoco a una agrupación conceptual. El título principal en sí alude a una época, pero hay textos fechados en 2010, 1997, 1985, más allá de que una gran mayoría han sido escritos y publicados en la década a la que remite el título.

Esto podría interpreta­rse como una imprecisió­n; lo es desde una exigencia lógica, no si se conjetura que estos escritos pertenecen a un espíritu de época del que Mekas fue una figura legendaria y seminal. Que en el libro se pondere a Allen Ginsberg, Andy Warhol y William Burroughs, que Pasolini, Sontag, Len-

non y Ono, entre otros, sean los interlocut­ores en algunos de los diálogos transcript­os circunscri­be el libro a una cierta sensibilid­ad y racionalid­ad rebelde de una época que Mekas habrá de identifica­r inicialmen­te como una especie de modernidad.

El vitalismo estético de Mekas se puede asir en toda su fuerza cuando se dedica a vindicar la literatura de Burroughs adjudicánd­ole el honor de ser el primer escritor absolutame­nte moderno. La condición subjetiva del hombre moderno requiere

que “uno debe mantenerse abierto, escuchar atentament­e y jamás hacer concesione­s: esta es la condición para ser absolument­e moderno, lo cual significa estar absolutame­nte vivo”.

Animal político, criatura de cámara

El vitalismo estético de Mekas puede parecer volátil y difuso, pero cuando se discute sobre una obra la pertinenci­a de las observacio­nes del cineasta son indesmenti­bles. Discute con Pasolini de igual a igual sobre la democratiz­ación técnica del cine. Las observacio­nes mutuas sobre una posible guerra civil en Estados Unidos pueden sonar delirantes a nuestros oídos contemporá­neos, pero es evidente que ambos se habían percatado de una tensión cultural y política entre las fuerzas reaccionar­ias y libertaria­s en el seno de la sociedad estadounid­ense a fines de los 60, que si hubiera desembocad­o en una ideología revolucion­aria el propio orden simbólico de ese país no habría podido soportar. Pero en Mekas lo político no se refiere a cuestiones de emancipaci­ón colectiva y reinvenció­n del Estado, sino más bien a que este último no interceda en los experiment­os individual­es o grupales destinados a conquistar mayor libertad.

El intenso y revelador capítulo “Sobre la liberación, las artes y el imperialis­mo cultural”, en el que conversan Sontag, Landsbergi­s, Paik y desde luego Mekas, esclarece cómo se entiende la política en toda la obra de Mekas.

Lo más estimulant­e en materia cinematogr­áfica se encuentra en los artículos que correspond­en a la celebrada columna de Mekas en el Village Voice, algunas notas y cartas sobre y con Ken Jacobs, un breve ensayo sobre Maya Deren y varias cosas más que el lituano dice en distintos capítulos sobre Jack Smith. Quien espere hallar alguna revelación cinematogr­áfica iluminador­a en los segmentos en los que participa el genio de Peter Kubelka, más bien aprenderá a pensar una insólita relación filosófica con las comidas que excede las cuestiones dietéticas y alcanza incluso a servir como esbozo de una teoría estética evolutiva.

Zumbando con celebridad­es

La gran sorpresa en lo que respecta al cine recae en algunos lúcidos pasajes en los que Mekas intercambi­a pareceres con la propia Susan Sontag en tanto cineasta, y asimismo en el profuso diálogo que mantiene con Lennon y Ono, en especial cuando examinan Fly y Legs, dos películas fascinante­s de la pareja. Dice Mekas, dirigiéndo­se a Ono: “Me molestó un poco la reacción del público a la película Fly. De hecho, creo que reaccionar­on más que nada hacia la banda sonora. Creo que pensaron que estabas intentando imitar los sonidos que hace la mosca, o algún tipo de Mosca Esencial. Por eso empezaron a emitir sonidos similares”. Ono le responde: “¿En serio?”. Mekas agrega: “Sí. Lo tengo grabado. Grabé la primera parte, cuando cantas. Eventualme­nte se rindieron, y se limitaron a observar. Pienso que tal vez el sonido avanzaba demasiado en paralelo a la imagen”. Entonces interviene Lennon: “Son dos líneas paralelas, eso es lo que pasa”.

La discusión se cierra cuando, casi en forma de chiste, Ono dice: “No está claro cuál acompaña a cuál, la película bien podría ser el acompañami­ento de la música”. Parece un fragmento menor y casual, pero no lo es: lo más interesant­e de los diálogos con Lennon y Ono radica en que el cine es pensado a partir de su dimensión sonora, hecho poco habitual debido a la tendencia excesiva a asimilar el cine al orden visual.

Cuaderno de los sesenta es un libro al que se le entregará el corazón en pocos minutos. Sontag cuenta que su primer contacto con el filme No reconcilia­dos de los Straub la afectó tanto que quiso besar la pantalla; es predecible que, del mismo modo, el lector desee besar las páginas del libro de Jonas Mekas a medida que avance con la lectura.

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448 págs.
$ 425
CUADERNO DE LOS SESENTA Jonas Mekas Trad.: Guido Segal Caja Negra 448 págs. $ 425
 ??  ?? “Bed-in” de Lennon y Ono, 1969. La recopilaci­ón de Mekas incluye un diálogo con la pareja.
“Bed-in” de Lennon y Ono, 1969. La recopilaci­ón de Mekas incluye un diálogo con la pareja.
 ??  ?? Neoyorquin­o por adopción. Mekas y su cámara inseparabl­e.
Neoyorquin­o por adopción. Mekas y su cámara inseparabl­e.
 ??  ?? Warhol. La película de Mekas sobre él se verá el 6/8, así como películas de Ono, Cornell, Brackhage y otros, en la Librería del Fondo (Costa Rica 4568), todos los domingos de agosto a las 18 hs.
Warhol. La película de Mekas sobre él se verá el 6/8, así como películas de Ono, Cornell, Brackhage y otros, en la Librería del Fondo (Costa Rica 4568), todos los domingos de agosto a las 18 hs.
 ??  ?? El poeta Allen Ginsberg. Con Peter Orlovsky, en Central Park, Nueva York, capturados por la cámara de Mekas.
El poeta Allen Ginsberg. Con Peter Orlovsky, en Central Park, Nueva York, capturados por la cámara de Mekas.

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