Un artista en viaje exploratorio. Ai Weiwei en Proa
Proyecta una obra de sitio específico que integrará la muestra programada para noviembre.
Imposible separar la figura de Ai Weiwei artista de su condición de activista político. Disidente y resistente del aparato de censura chino al que se permitió desafiar cuando en 2008 se arrepintió de su colaboración en el diseño del estadio de los Juegos Olímpicos, a cargo del binomio de arquitectos Herzog & De Meuron. “No quiero ser usado como pieza de propaganda. El estadio es un gran escenario al servicio de la gloria del Partido Comunista –dijo y renunció a estar en la presentación–. En los hechos los Juegos Olímpicos han servido para oprimir aún más al pueblo chino con una sofisticada tecnología y una multiplicación de agentes de seguridad”, agregó.
A partir de allí Ai Weiwei fue seguido y observado hasta que finalmente fue detenido en 2011 cuando se disponía a viajar a Hong Kong. La movilización de la comunidad artística internacional logró su libertad pero no la posibilidad de que pudiera salir de su país hasta poco tiempo atrás. Su pasaporte fue retenido por más de cinco años... Pero lo cierto es que en los hechos este incidente no hizo sino aumentar su popularidad. A partir de entonces su obra circuló aún más por museos y bienales. Atravesada por su mirada crítica y empeñada en desvelar la censura imperante en China que padeció desde niño. Tal lo que hizo en “Straight”, la instalación que presentó en 2013 en la bienal de Venecia, y con “S.A.C.R.E.D” , la serie de seis bloques que integró a la muestra retrospectiva en el Brooklyn Museum en 2014. En el interior de esos bloques representó distintas rutinas de interrogatorio a que fue sometido en sus 81 días encarcelado en 2011.
Ese aura de artista perseguido lo acompañó en su presentación del martes en la Fundación Proa, parte de su primera aproximación preparatoria del proyecto que presentará en noviembre. Como cabía suponer, su primer encuen- tro con la prensa local lo obligó a repasar sus conocidos antecedentes. También se le preguntó por su compromiso con los refugiados. Human Flow, el documental que rodó con un equipo de 25 personas en Afganistán, México, Bangladesh, Francia, Grecia, Alemania y Líbano, ocupó un capítulo extendido de su intervención y de alguna manera el mapa que abarca es resultado de haber recobrado la libertad de desplazamiento. Sensibilizado por las condiciones de vida de esa pobre gente obligada a emigrar dejando atrás su historia de vida, el artista explicó así las razones de la prioridad que le otorga a esta cuestión en sus proyectos actuales.
No faltó una importante mención a las redes sociales y el cambio radical que introdujeron respecto de las condiciones de condena que padeció su propio padre Ai Qing, uno de los mayores poetas chinos del siglo XX acusado de reaccionario por el régimen de Mao y desterrado primero al noreste del país y, luego, a la región musulmana de Xinjiang, donde fue obligado a lavar letrinas.
La relación de Ai Weiwei con Sudamérica tiene como antecedente un proyecto que desarrolló a distancia en 2013 para el Parque Cultural de Valparaíso en el marco del proyecto internacional Of Bridges & Borders. Como no podía ser de otro modo, en ella que se cruzan arte, política y sobre todo el entrañable vínculo que mantuvo con su padre. Amigo de Neruda.
Por fin, interrogado por las características de su proyecto en Buenos Aires, se excusó por la falta de precisiones: “Pensar una exhibición para mí implica investigar y familiarizarme con la cultura de cada lugar. Recién estoy aproximándome. Pienso viajar a Chile en primer término –nunca estuvo aún en el lugar de su homenaje a Neruda en Valparaíso–, luego viajaré a Brasil, debo conocer las tradiciones de cada país y de la región. La construcción de cualquier proyecto implica para mí un fuerte compromiso en este sentido”.