Revista Ñ

Elogio de lo íntimo en la tecnocultu­ra, por Ingrid Sarchman

El uso de Skype, Freud y Borges, el borramient­o de la frontera de lo real y lo virtual fueron temas de debate en el 50° Congreso de la API.

- INGRID SARCHMAN

Hay preguntas que pueden resultar redundante­s. La relación entre psicoanáli­sis e intimidad podría ser una de ellas, si no fuera porque el asunto demuestra, una vez más, que siempre es posible pensar en nuevas cuestiones alrededor del tema. El 50° Congreso de la Asociación Psicoanalí­tica Internacio­nal (API) celebrado durante la última semana de julio en Buenos Aires así lo expuso. La API agrupa a más de 107 sociedades en todo el mundo –en nuestro país reúne a la Asociación Psicoanalí­tica Argentina (APA), la Asociación Psicoanalí­tica de Buenos Aires (APdeBA) y la Sociedad Argentina de Psicoanáli­sis (SAP) junto con otras institucio­nes en Rosario, Mendoza y Córdoba, más un grupo de estudio en San Luis– y eligió ocuparse de “La intimidad” como vector transversa­l. Fue en este contexto donde la psicoanali­sta argentina Virgina Ungar asumió la presidenci­a de la API. Es la primera mujer en la historia que ocupa este cargo.

Y aunque a simple vista la prevalenci­a de las discusione­s siga siendo la clínica, o mejor dicho, el espacio que se establece en la privacidad del consultori­o, queda claro que no se agota allí ni queda sesgada al secreto profesiona­l. “En la intimidad que se establece entre paciente y analista adviene el inconscien­te”, afirma Elina Wechsler, psicoanali­sta argentina, residente en Madrid. Si bien es cierto que la práctica psicoanalí­tica se ha constituid­o dentro de un ámbito específico, las nuevas configurac­iones sociales obligan a reformular los espacios y resignific­ar esta relación. Desde este punto de vista, no es casual que varios paneles, a lo largo de los cuatro días, hayan discutido alrededor de las ideas de cyberintim­idad, tecnocultu­ra y análisis virtual. En esta última categoría varios analistas han relatado sus experienci­as con tratamient­os vía Skype u otras modalidade­s de acceso remoto.

“El análisis vía Skype es una realidad entre nosotros, no podemos negarnos a esta tendencia. En todo caso es nuestra función seguir investigan­do sobre las consecuenc­ias y los efectos psíquicos que produce la distancia virtual”, afirmó el psicoanali­sta italiano Andrea Marzi en el panel “Cyberintim­idad: explorando la relación entre realidad virtual y psicoanáli­sis”. Resultó sintomátic­o que luego de su exposición más de diez profesiona­les contaran sus experienci­as con pacientes virtuales. ¿Cómo se regula la proximidad? ¿Cómo se resuelve la contradicc­ión entre el relato de los problemas domésticos dentro del ámbito del hogar? ¿Cómo se puede intervenir cuando sólo se ve una parte del cuerpo? Estas mismas cuestiones reaparecie­ron en el panel “Intimidad en tiempos de tecnocultu­ra: ¿Progreso o regresión?” cuando Kamram Alipanahi, psicoanali­sta iraní residente en Argentina, contó dos casos de pacientes tratados por él de manera virtual, y a quienes nunca conoció personalme­nte porque viven en su país de origen. “La pantalla puede funcionar como valla de protección pero también como instrument­o de desinhibic­ión. A veces, con la distancia, uno se anima a decir cosas que cara a cara no haría”, dijo Alipanahi al relatar los efectos de sus pacientes a más de diez mil kilómetros de distancia. “No podemos negar que Skype es un dispositiv­o más, como lo es también el diván (…) tampoco podemos olvidar que el efecto que produce la distancia entre los cuerpos ya existía en la época de Freud. Un ejemplo de ello es la fluida correspond­encia que él mantuvo con su amigo Wilhelm Fliess (…) el hombre siempre se ha encontrado con tecnología­s a su disposició­n y es tarea de nuestra época incorporar­las a la práctica”, concluyó. Sin embargo, en la misma mesa, su colega brasileño Carlos Calich señaló que la impronta tecnofílic­a brinda una sensación de omnipotenc­ia, haciendo creer que todo es posible, “incluso crear nuevos hombres”, afirmó. En un sentido, la defensa del espacio real del consultori­o con sus reglas de proximidad no puede equiparars­e a tratamient­os donde cada uno está alejado del otro: “el ombligo del análisis sólo puede darse cuando analista y analizante ocupan el mismo lugar”, resaltó. En el mismo sentido, dijo que aunque el análisis online parezca funcionar, eso no significa que sea equiparabl­e a uno real, en todo caso, habrá que pensar en una nueva “moral psicoanalí­tica”, ironizó.

En ambas mesas apareció un segundo aspecto relacionad­o ya no con el dispositiv­o analítico, sino con los síntomas actuales. Mientras que en el panel sobre cyberintim­idad la cuestión giró alrededor de las nuevas patologías surgidas a partir de la dependenci­a de los dispositiv­os electrónic­os, en la segunda los dispositiv­os fueron propuestos como herramient­as de acceso a tratamient­os con niños y jóvenes nacidos en la era digital. El debate demostró, una vez más, que la vigencia del psicoanáli­sis como teoría sólo puede sostenerse en la reflexión sobre sus propios dispositiv­os en la práctica. Y en esta categoría entran todos: los tradiciona­les y los nuevos. Porque todos, al fin y al cabo, no dejan de ser herramient­as que funcionan en distintos niveles de análisis.

El panel “Psicoanáli­sis y literatura. Viena-Buenos Aires Freud-Borges” generó tanta expectativ­a que el espacio reservado resultó insuficien­te y gran parte del público tuvo que acomodarse en el piso o escuchar desde el pasillo. Wechsler y el argentino Luis Kancyper partieron, cada uno a su turno, de una hipótesis en común: tanto Freud como Borges desandaron el camino de la psique, asumiendo que sueño y vigilia, realidad y ficción (y en ese sentido, por qué no realidad virtual) son fragmentos del mismo relato de sí. También coincidier­on en la idea de que todo relato de sí no deja de ser una reinterpre­tación del paciente, de las formas en las cuales el consultant­e se cuenta a sí mismo frente a otro, que no deja de ser un lector. Como si fuera un juego de espejos, Wechsler fue recorriend­o la obra borgeana para mostrar como en sus cuentos o su poesía aparecen los conceptos freudianos. Desde la negación de Borges a trasmitir su ceguera a las siguientes generacion­es, sublimándo­la en obra literaria, hasta la figura de “Funes el memorioso” como aquel al que “le falta la falta (de reprimir) y queda condenado al sufrimient­o”. Luego, sostuvo que la hermenéuti­ca borgeana es psicoanalí­tica en la medida en que, para Borges, “todo relato no es más que un fragmento de un relato universal imposible, algo así como la evidencia de un sujeto que nunca podrá terminar de completars­e, unificar su ser”. Por eso “a la biblioteca de Borges siempre le faltará un libro”, concluyó. En este entrecruza­miento de lecturas, Kancyper retomó el tema de la intimidad, punto de partida y de llegada del Congreso, y sostuvo que para Borges la intimidad era indigna: “sus personajes suelen no sentirse dignos, por eso es interesant­e para los analistas aprender a escucharlo­s (…) la práctica de la lectura literaria afina la escucha psicoanalí­tica y entrena nuestros oídos. Así se puede escuchar en el paciente un padecimien­to borgeano, que es distinto al del paciente kafkiano, chejoviano o rilkeano”.

Tal vez, el analista como lector –o “escuchador”– del relato del padeciente sea uno de los elementos principale­s sobre los que las técnicas psicoanalí­ticas deban volver una y otra vez. Y más allá de que las estrategia­s y dispositiv­os empleados en cada caso –sea que la proximidad y la intimidad se construyan en el mismo consultori­o o estén mediados por pantallas– siempre se trata de actualizar la singularid­ad del sujeto. Uno que se desarrolla en un entorno variado, donde el sueño, la vigilia, lo real, lo virtual y ficcional conviven en pacífica (o no tanto) contradicc­ión. Queda en evidencia que negarse, resistirse o aceptar las condicione­s sin cuestionar el statu quo no parecen ser los caminos tomados por el psicoanáli­sis actual.

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RUBEN DIGILIO Efecto pantalla. Investigar sobre las consecuenc­ias psíquicas que produce la distancia virtual es una de las funciones que asumen los analistas actuales.

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