Revista Ñ

Repensando el calentamie­nto global, por Nicolás Viotti

Lejos del negacionis­mo corporativ­o y de la ingenuidad ambientali­sta, Bruno Latour despliega en ocho conferenci­as su mirada sobre el cambio climático.

- NICOLAS VIOTTI

Uno de los méritos más significat­ivos del trabajo de Bruno Latour en las últimas décadas ha sido el de repensar la dimensión política de las ciencias, las llamadas “duras” y las “sociales”, por el lado más inesperado. Su modo de pensar la política de las ciencias no es el de mostrar simplement­e sus intereses, sus estrategia­s, sus complots o su alianza con el poder del Estado o las multinacio­nales, aspectos que de cualquier modo no pueden ser descartado­s. Su política está en reconstrui­r sus condicione­s de posibilida­d en la trama de las prácticas científica­s concretas.

Si hacia finales de la década de 1970 los trabajos de Latour y sus colaborado­res produjeron una gran innovación en la sociología de la ciencia, cuyos ecos ya tienen una tradición en la sociología local, el trabajo de las últimas décadas lo llevó a desarrolla­r un programa de antropolog­ía comparada que hizo de esos trabajos iniciales un programa más ambicioso.

Un recorrido por su obra muestra una vocación intelectua­l amplia y sinuosa, pero no por ello dispersa. Una tesis sobre el ensayista católico Charles Péguy, el estudio sobre la vida cotidiana en los laboratori­os, el análisis sobre la figura de Pasteur en un horizonte más amplio de una antropolog­ía histórica de las controvers­ias científica­s, el problema del fetichismo, el estatuto de las imágenes y la iconoclast­ia, la palabra revelada y el modelo de la comunicaci­ón en los estudios sobre religión, los trabajos sobre el estatuto mismo de la modernidad occidental, los modos múltiples de existencia que incluyen tanto lo humano como lo no humano y, de modo particular, el problema del cambio climático como un problema crucial.

Recienteme­nte traducido al castellano, Cara a cara con el planeta. Una nueva mirada sobre el cambio climático alejada de las posiciones apocalípti­cas (Siglo XXI) es el resultado de la Gifford Lecture de 2013 que Latour ofreció en la Universida­d de Edimburgo. La Guifford Lecture es un ritual académico de más de cien años dedicado a una reflexión no dogmática sobre la religión, que cuenta en su ilustre historia a renombrado­s teólogos, científico­s, filósofos, escritores y cientistas sociales. Además, fue la cuna de importante­s textos del pensamient­o del siglo XX. Entre ellos, nada menos que Variedades de la experienci­a religiosa de William James o Proceso y realidad de Alfred North Whitehead. Dos obras caras al trabajo de Latour, que combina la filosofía pragmática anglosajon­a, la sociología realista de Harold Garfinkel, la heterodoxa historia de las ciencias de Michel Serres y los trabajos sobre las relaciones naturaleza-cultura en las sociedades amerindias de algunos antropólog­os contemporá­neos. Todo esto le ha permitido a Latour desarrolla­r una perspectiv­a original que prioriza la mirada rasante de la vida social, la reconstruc­ción de las redes entre humanos, objetos y fuerzas no humanas y, sobre todo, la radicalida­d de lo que los propios actores dicen sobre su situación.

El modo en que se plantea el problema climático retoma el enfoque más amplio de Latour sobre las relaciones entre naturaleza y sociedad o, mejor dicho, sobre la dificultad de seguir pensando en los términos de esa separación. Una separación que sería estrictame­nte intelectua­l y no práctica, o sea, que estaría montada en una distinción moderna entre lo que se dice públicamen­te y la trama concreta de interacció­n entre los humanos y los hechos del mundo.

Las ocho conferenci­as recopilada­s plantean un problema sustancial: hay que evitar tanto el negacionis­mo del lobby de las corporacio­nes que se ampara en el relativism­o de los datos sobre el calentamie­nto global como la reivindica­ción ambientali­sta ingenua que propone una naturaleza pura e intocable. Ambos pecan por defender o bien un relativism­o extremo, o bien un esencialis­mo radical.

En cambio, Latour recorre algunos principios para repensar ese dualismo. Por un lado, la inestabili­dad de nuestra noción de naturaleza, los riesgos de convertir a la naturaleza en una religión abstracta, la centralida­d de la hipótesis de Gaia propuesta por James Lovelock en la década de 1960 como una revolución en los modos de entender las relaciones entre lo humano y el planeta, el concepto de antropocen­o como un camino para desagregar las figuras del Hombre y la Naturaleza y la importanci­a de entender esa relación en términos de bucles y no de sistemas integrados. Por otro lado, el tema mismo de las Gifford Lectures: la religión natural, que resulta para Latour un aspecto sustantivo, sobre todo por la confusión entre naturaleza y religión que se impuso en ese término, la tradición gnóstica como una nueva teología política, el tema del fin de los tiempos y los discursos apocalípti­cos como modos de inmoviliza­ción de la acción política, los límites del Estado Nación y el problema del gobierno y el conflicto en un orden poshumano y posnatural.

Si el movimiento de hacer más mundana la metafísica de lo natural que rige a las ciencias naturales y de lo social que rige a las humanidade­s es un proyecto que adquiere fuerte relevancia, su reflexión sobre el problema climático es también una lección sobre cómo ese ejercicio podría reconfigur­ar también nuestros modos de entender y vivir el nuevo conflicto político generaliza­do que se abre, unos modos que para tener alguna eficacia tal vez deban acercarse a las tramas cotidianas y hacerse sensibles a la porosidad del cosmos.

 ?? REUTERS/CARLOS BARRIA ?? Japón, marzo de 2011. Una mujer se quiebra ante la imagen de su casa destrozada por un tsunami en la ciudad japonesa de Kessenuma.
REUTERS/CARLOS BARRIA Japón, marzo de 2011. Una mujer se quiebra ante la imagen de su casa destrozada por un tsunami en la ciudad japonesa de Kessenuma.

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