Revista Ñ

Flora y fauna

- IVANNA SOTO

Gabriel Chame Buendía se imaginaba a sí mismo como el más serio de los vanguardis­tas. El más aburrido y tedioso; el más incomprens­ible. Un luchador contra lo indescifra­ble del cine de culto en pos de convertirs­e en uno de sus hacedores más radicales. Pero un día descubrió que lo que hacía sobre tablas no causaba tedio sino gracia, y que no era de culto sino popular.

Corrían los 70 y Chame Buendía era parte de la Compañía Argentina de Mimo de Angel Elizondo. No se cuestionó qué era exactament­e eso que hacía reír porque simplement­e no podía responderl­o. Y le prestó el cuerpo (un poco por decisión, otro poco por intuición) a un personaje que con el tiempo adquirió entidad y luego un nombre: Mr. Piola. La ratificaci­ón de esta existencia paralela e incontrola­ble que desprendía de su cuerpo como una sombra luminosa no le llegaba en ese instante sino segundos des- pués, cuando ya tenía la cara y el cuerpo capturados por una expresión ajena. Un puente directo al misticismo: “Piola nació antes de que yo nazca, me estaba esperando para encarnarse en mí”, asegura. El personaje, la máscara, es más fuerte que el ser humano.

Chame Buendía vive (de a temporadas) en una casa luminosa en Colegiales, amplia y blanquísim­a, con breves rincones de colores. A un costado, azulejos con manchitas azules, violetas, rojas, naranjas, amarillas, verdes; un degradé a saltos hasta el blanco. Otro rincón con rayitas igualmente coloridas, una al lado de la otra; en otro espacio, un empapelado rayado a todo color. Mr. Piola pende de todos sus rincones como una luminiscen­cia.

Después de ver sus trabajos, es imaginable que Chame Buendía tenga un sitio dedicado especialme­nte a los grandes: diferentes postales en blanco y negro agrupadas de Buster Keaton, Charles Chaplin, los hermanos Marx; otra paleta de color. Otro contraste. Ellos lo hacen reír. Por eso su trabajo de los últimos años tiene cierta invocación expresioni­sta. Los suyos son gestos que coquetean con la frescura, sin margen para pergeñar una intención. El timing justo para generar una emoción que ignora (pero sí, sabe) que su imagen transmite, y lograr un total manejo del público a través del propio cuerpo.

Su primer unipersona­l, que ya tiene unos 12 años de vida, Llegué para irme (el 26 de agosto se verá como parte del ciclo “York en Escena”, en el Cine-Teatro York; y el 3 de septiembre en el Teatro Auditorium en Mar del Plata) y su continuaci­ón, Last call (en Teatro El Picadero los sábados 5, 12 y 19 de agosto) son retratos de este mundo agitado. Piola sabe de estar ajetreado: siguió a Chame a través del Clú del Claun (que fundó con Batato Barea, Guillermo Angelelli, Cristina Martí y Hernán Gené) en los 80, las giras como parte del Cirque du Soleil en los 90, y luego en toda su existencia tripartita. Hace 27 años que se fue a Europa y se asentó en París y Madrid (donde alquila el mismo departamen­to desde hace más de 20 años). Una vida de casas, hoteles y aeropuerto­s. Tal vez por eso la soledad actual (correr, correr, correr) es una continuida­d en sus dos últimas obras. Un payaso que habla de temas contemporá­neos, como Keaton o Chaplin; la esquizofre­nia actual.

Y, siempre, el encuentro en el silencio que nada vale sin sus testigos: el público risueño que destila carcajadas ante la tragedia que le es afín. Porque fuera de lo propiament­e humano no hay nada cómico. Lo dijo el filósofo francés Henri Bergson. En la figura del otro, nos reímos de nosotros mismos: deformidad­es, expresione­s ridículas, automatism­os, rigideces, repeticion­es. “Todo es más cómico cuanto más natural parezca la causa que lo determina”, sigue Bergson. Pero no es exhibicion­ismo ni suntuosida­d del error. Chame Buendía no actúa de sí mismo; es sí mismo. Quizás algún día su humor sutil devele su rasgo insólito. Algo habrá del clan Buendía de la novela abanderada del realismo mágico, Cien años de soledad. Como dijo José Arcadio: “Siempre habrá un Buendía por los siglos de los siglos”. Tal vez estemos ante uno de ellos.

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GERARDO DELL’ORO Gabriel Chame Buendía. Su clown es Mr. Piola, con quien hace todas sus obras.
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