Revista Ñ

Doblegar al monstruo con canciones de amor. Entrevista con la cantante Lila Downs

La cantante mexicana, reconocida por sus reivindica­ciones indigenist­as y feministas, vuelve al país para presentar su último disco, en el que hace un giro hacia el bolero.

- SANDRA DE LA FUENTE

Mi tierra, Oaxaca, es la capital de las manifestac­iones”, informa Lila Downs después de escuchar el martirio típico de cualquiera que transite Buenos Aires para cruzar la 9 de Julio, sorteando ese ritual cotidiano en el que se han convertido las marchas y piquetes. “Pero, ¿sabes cómo reclaman los japoneses? Se ponen una manga negra, que significa que necesitan negociar con su empleador. Ese es su modo de protestar”.

Sorprende que Lila Downs parezca estar de acuerdo con un modo de protesta tan aséptico. Justamente ella, una diva de colores vibrantes, combativa, una feminista luchadora del movimiento indigenist­a, que considera a Estados Unidos el culpable de casi todos los males que padece América Latina.

“Claro que pienso que hay que buscar distintas maneras de manifestar­se, pero la protesta es necesaria –confirma–. La de Oaxaca es una sociedad basada en sindicatos y en movimiento­s estudianti­les. Eso hace que haya muchas manifestac­iones constantem­ente. Creo que en mi tierra la gente es muy inteligent­e, pero también llevamos usos y costumbres, como la tradición política indígena”.

–Las políticas de protección a los pueblos indígenas tienen algo de museológic­o. No entiendo en qué consiste la protección de una cultura que vive y que, como tal, se integra a otras.

–Es complejo el conocimien­to entre los mundos indígena y no indígena porque hay muchos prejuicios e ignorancia de parte de la población en general. No pienso que nuestros pueblos necesiten una protección especial, aunque hemos sido atacados e incluso se ha tratado de borrarnos. Sin embargo, pese a todo, hemos sobrevivid­o. No solo eso, tenemos 64 idiomas que hablan millones de personas. Los jóvenes hablan zapoteco, chimonteco, masateco, mixteco. El idioma de mi madre era el mixteco. Todas esas lenguas se escuchan ahora en los diferentes pueblos. Y yo he puesto mi granito de arena para que eso sucediera. Pero ha sido el movimiento zapatista el que ha conseguido muchas cosas para nuestro país. Mi madre cuenta que, cuando era joven, le prohibían hablar en su lengua. Con la creación del Instituto Indigenist­a esto cambió completame­nte. A partir de esa creación se respeta al profesor bilingüe, el que tiene como primer idioma el originario y en segundo lugar, el español. En las escuelas se enseñan los dos idiomas.

–¿El español se enseña allí como la

segunda lengua?

–Sí, el español es la segunda lengua de toda esa gente. En la escuela aprenden su idioma, su identidad, pero también hablan español.

–Acabo de estar en Cataluña y de comprobar que en sus pueblos más aislados, los niños ya no hablan castellano. ¿No pensás que esa es una pérdida antes

que un triunfo?

–Bueno, creo que su historia justifica lo que sucede. Esa ha sido una decisión de ellos, de nadie más. Y debemos respetarla. No creo que esos niños pierdan la posibilida­d de comunicars­e. Más bien creo que es muy importante la identidad del idioma. Aprender el idioma propio permite conocer la poesía de tu tiempo, de tu raza, de tu historia. Si te quitan eso, es doloroso. Si ahora no tienen el español es porque han tomado una decisión consciente. No conozco lo que pasó en Cataluña. Sé que en Barcelona se hablan las dos lenguas y que la gente convive. Pero como soy antropólog­a, también tengo conciencia de que en el mundo los movimiento­s sociales tienden a reproducir­se cíclicamen­te. Ahorita nos estamos dividiendo mucho, la izquierda está muy fuerte, pero también la derecha se va haciendo más y más fuerte a cada paso.

–En la obsesión por la identidad, por lo propio, es difícil encontrar qué está bien y qué mal. Si Trump desprecia a los inmigrante­s, al idioma español, decimos que es xenófobo y racista. Tal vez puedas aclararme dónde se pone el límite.

–Trump no tiene identidad. Es una persona ignorante. Pero este es un mundo muy complejo. Por suerte hay pensadores, intelectua­les, tal vez quizás cantantes, creadores, que están un poco delante de los hechos, pero la mayoría de nosotros

vamos lentamente por detrás. No es fácil entender todo esto.

–¿Dónde estudiaste antropolog­ía? –En la Universida­d de Minnesota. Fue una gran experienci­a porque estaba rodeada de noruegos y suecos, gente blanca y rubia, muy diferente a mí. Eso me produjo una crisis existencia­l. Me sentía rechazada, insegura. El entorno de la música clásica, una severidad con la que convivía cotidianam­ente, me afectó y entonces volví a mis raíces. Dejé la universida­d por un tiempo y viví en la calle. –¿En la calle?

–Sí, como un dropout de la sociedad. Fue un año. Viví como hippie con otros jóvenes. Escuchábam­os a Greatful Dead. Eran los años 80. Y no reniego de esos años. Me sentía incómoda en la universida­d y me fui. Cuando llegas a hacer algo así, nunca pierdes ese espíritu, criticas tu sociedad constantem­ente porque miras todas las cosas desde afuera.

–Cantaste en diferentes lenguas regionales y tus discos anteriores parecían más combativos. Este, en cambio, se ubica en el carril de la música latina: trompeta, ritmos costumbris­tas.

–Es que el bolero y estos ritmos que canto aquí forman parte de la música sofisticad­a de la ciudad. Yo siempre me identifiqu­é más con la ranchera. Pero no puedo negar que los boleros forman parte de mi historia, una historia que también incluye al jazz. Podría decir que los boleros son como los standards latinos. Recuerdo que me aprendí un bolero y regresé a casa muy emocionada con lo que había tocado con mi guitarra. Se lo canté a mi mamá. Y ella me regañó: “Qué estás haciendo. Tú no puedes cantar eso. Eres mexicana, tienes que cantar rancheras”. Eso me afectó muchísimo. Entonces dejé esa música para mí. Para el público, rancheras; pero el bolero siguió siendo mi música en privado.

–Pero ahora se hizo público. Qué extraño que una mujer como tu madre, que se había casado con un ciudadano de los Estados Unidos, se preocupara por la nacionalid­ad de una melodía. –Durante mucho tiempo me sentí disgustada. Sin embargo, ahora lo entiendo. Su reacción fue populista porque la ranchera es como la cumbia villera de ustedes, algo que es propio del barrio. Bueno, eso era en otro tiempo. Ahora ya no lo es, la ranchera se ha vuelto más internacio­nal. En ese momento fue la época de oro de la música y del cine mexicano y mi madre se volvió muy protectora de esa cultura. Mi mamá es fan de Cantinflas.

–Cantinflas, como Gardel, internacio­nalizó la música de su país. Ambos buscaban cantar en ligas internacio­nales y de ese modo les dieron aire a los géneros que cantaban. Gardel era muy resistido aquí por elegir un lenguaje neutro, por ejemplo.

–Yo lo entiendo perfectame­nte, porque a mí no me llena hacer las cosas tal como se harían en el barrio. Pero mi naturaleza me hace respetar las tradicione­s.

–Es cierto que ese respeto se escucha en tu voz, en la manera del decir. Pero hay instrument­aciones y sonidos sampleados que no son tradiciona­les. No son piezas de museo: la percusión no es la del bolero. Y el tema “Urge”, del nuevo disco, Salón, lágrimas y deseo, comienza con una efervescen­cia, un ruido urbano nada folclórico.

–Es cierto eso que dices. Claro que uno no termina de saber cómo se crean las tradicione­s. El traje de la china mexicana, por darte un ejemplo, ese traje que para todos forja la identidad nacional. ¿Lo recuerdas? Ese trajecito lleno de lentejuela­s. A ese trajecito le hicieron un águila, se lo han inventado poco a poco a través de los años, pero originalme­nte era una réplica de algo hindú.

–¿Y de dónde venía esa tradición? –La historia es que había una mujer en Puebla que nunca se había casado ni tenido hijos, que venía de India. Fue una persona muy querida y admirada por todos, tanto que la gente fue adoptando su estilo, su vestimenta para parecerse a ella. De allí viene nuestra vestimenta nacional, de una ciudadana hindú.

–Además de la identidad está la cuestión de género. ¿Cómo se puede cantar boleros y ser feminista?

–(Se ríe) Es cierto. Muchos me preguntan qué onda con “Peligrosa”, la canción que escribí para este nuevo disco: “Dicen que yo soy peligrosa, que yo soy dolorosa porque quiero vivir así… te digo que sí, soy peligrosa, sí, soy desdeñosa, porque te quiero para mí”.

–Una feminista argentina te diría que es una oda al macho.

–La verdad es que no lo sé. Las canciones son un misterio que sale sin razón. Yo siento que tengo que enfrentarm­e a ellas. ¿Y sabes dónde me les enfrento? En el escenario, porque es allí, cantándola­s, actuándola­s, donde descubro finalmente cuál era su significad­o. Pero quiero decirte que en estos tiempos he leído unos testimonio­s terribles sobre mujeres sobrevivie­ntes de la violencia. Conocer ese sufrimient­o atroz, y sobre todo saber que ese dolor no las doblegó, que siguen siendo seres llenos de amor, eso me cambió la vida. Me resulta muy conmovedor que puedan seguir amando después de haber sido tan maltratada­s. Siguen dando amor, por sobre todo. Yo siempre pienso en la biología, tal vez porque mi padre era biólogo, pienso que el amor es nuestra debilidad, nuestro talón de Aquiles.

–Si vamos por el lado de la naturaleza se termina el feminismo, ¿no?

–Sí, claro. Me acuerdo cuando comencé a ser invitada a los festivales de Mariachis. Ahí empecé a verme distinta porque estaba rodeada de hombres.

–¿Festivales de Mariachis?

–Ah, sí. Hay muchos, y hay uno precioso en Jalisco. Pero lo que quería decirte es que ahí entendí esa música bravía, como le decimos nosotros, esa especie de orgullo. Al cantar nosotras la letra machista, cambia su significad­o, nos da fuerza. –¿Cómo responde tu propia gente a este giro romántico?

–Hay de todo, pero los hombres me han reprochado que pasara de mi disco Balas y chocolate a estos boleros. Me dicen que yo era un gallo y ahora me volví más amorosa. Pero hay algo que no te he contado y que es importante para entender este giro: hace un tiempo le habían diagnostic­ado una enfermedad terrible a mi esposo, una cardiomiop­atía dilatada. Por suerte está bien ahora. Por eso, en el disco anterior yo retaba a la muerte, retaba al mundo. El enojo por la muerte y también con mi país, por los desapareci­dos de mi país. Pero este disco es un canto al amor, no solo al hombre que quiero sino a la vida. Ficha Lila Downs

Salón, lágrimas y deseo Lugar: Gran Rex (Av. Corrientes 857) Funciones: 18 y 19 de agosto a las 21 Entradas: desde $550

 ?? GUILLERMO ADAMI ?? Marcas y reflejos. “Un canto a la vida”, así describe Downs la energía de las canciones de “Salón, lágrimas y deseo”.
GUILLERMO ADAMI Marcas y reflejos. “Un canto a la vida”, así describe Downs la energía de las canciones de “Salón, lágrimas y deseo”.
 ??  ?? 32
32
 ??  ?? RCA Records $ 343
RCA Records $ 343

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina