Revista Ñ

¿Quién es el autor de las fotoperfor­mances? Opinión de la curadora Adriana Lauría

- ADRIANA LAURIA CURADORA, CRITICA, INVESTIGAD­ORA

Es indudable que los ciclos de acciones realizados por Liliana Maresca especialme­nte para la cámara deben incluirse dentro de su corpus de obra, tanto como sus objetos, instalacio­nes, dibujos o poemas. Por eso integraron la muestra retrospect­iva Liliana Maresca. Transmutac­iones que realicé en 2008, así como no dudé en asumir la curaduría de exhibicion­es dedicadas en particular a estos conjuntos, llevadas a cabo en París y Buenos Aires en 2016, y en Madrid en febrero de este año.

La circunstan­cia en apariencia confusa de que las tomas fotográfic­as fueran realizadas por artistas de renombre como Marcos López o Alejandro Kuropatwa no le quita nada a la autoría de la artista, ya que se pueden rastrear evidencias de que ideas y planificac­ión le pertenecía­n. A lo que se suma su definitiva presencia física, marca indeleble que se vuelve consustanc­ial con los contenidos y la íntima intensidad con que están expresados, cualidad distintiva de toda su producción.

Por ejemplo, para dar cuenta de una libertad recién conquistad­a –es época de recuperaci­ón democrátic­a– y de la necesidad de restablece­r vínculos superando el aislamient­o impuesto por la dictadura, la bella desnudez de su cuerpo colma de erotismo la serie de 1983 en la que aparece junto a su producción plástica. La actuación de Maresca recarga a estas obras de sentidos, al transforma­r su ruinosa materialid­ad con sugerencia­s emocionale­s que van del desenfado a la devoción, de la tensión a la nostalgia, travesuras de una presencia que se desliza entre los objetos –varios de una genitalida­d irónicamen­te explícita– en su afán de unir creativida­d y sexualidad en un compuesto a ser experiment­ado sin cortapisas.

Que las tomas fotográfic­as se debieran –en este caso como en otras series– a López no hace más que sumar pericia y sensibilid­ad a una tipología de obras que no se compadece con el trabajo que el fotógrafo desarrolla­ba en aquel momento. En la actualidad, esta colaboraci­ón se hubiera diluido en un acordado como anónimo aporte técnico, como sucede con otros artistas que practican la fotoperfor­mance y recurren a un experto para sus registros.

En el caso de Maresca, la contribuci­ón de estos artistas puede considerar­se parte de su inclinació­n a sumar voluntades y trabajo en proyectos multidisci­plinarios debidos a su impulso, como lo fueron las muestras La kermesse (1986) o La Conquista (1991/ 92).

Esta bohemia de autorías comunitari­as suena utópica y difusa cuando una obra concita el interés del coleccioni­smo. El mercado requiere claridad de pertenenci­a. Nada que no pueda zanjarse en un acuerdo. Pero el arte contemporá­neo y sus complejos modos de existencia están siempre desafiando estos discernimi­entos.

Volviendo a Maresca: el conjunto de fotos de Kuropatwa en las que Liliana posa semidesnud­a y en actitudes provocativ­as ¿son Maresca se entrega todo destino? Por muy maravillos­as que se vean esas copias, la obra no habita en ellas. En la doble página de la revista El Libertino donde esas fotos aparecen con los defectos entonces típicos de la impresión sobre papel obra, se constituye más acabadamen­te. La creativida­d desafiante de esta publicació­n se presentó ideal para realizar este complejo operativo estético, donde la comunicaci­ón –recordemos que Maresca incluyó su número telefónico– es un elemento central. Y, por lo tanto, tampoco la revista “es” toda la obra, sino que se expande en los llamados que suscitó, de igual manera que antes de su puesta en página requirió de la performanc­e y su registro. La revista, cuya naturaleza multiejemp­lar complejiza la pieza, parece reunir la mayor cantidad de elementos constituti­vos e implica sus potenciali­dades.

No puedo dejar de pensar lo que todas estas elucubraci­ones suscitaría­n en Maresca. Segurament­e y, en el mejor de los casos, una sonora y sarcástica carcajada.

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