Revista Ñ

Hacer ficción con la política del presente. Entrevista con el director Santiago Mitre

El director habla sobre “La cordillera”. En contraste con su controvert­ida “La patota”, esta vez se mueve con familiarid­ad en los lujosos espacios del poder.

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Se estrena La cordillera, tercera película de Santiago Mitre (El estudiante, La patota), sobre un tema que el cine argentino de ficción rara vez abordó: la política en tiempo presente. Con la factura de una producción de gran envergadur­a, la película se desplaza libremente en el lujo de los espacios del poder. El director se muestra igualmente ambicioso: después de cartografí­ar un área prácticame­nte inexplorad­a por el cine argentino reciente, sobre la mitad del relato Mitre cambia las reglas de juego y lleva la película hacia el terreno de otro género. Un reparto de grandes nombres locales e internacio­nales confirma que se está ante una de las apuestas fuertes del año.

–¿Cómo fue el paso de un proyecto independie­nte como El estudiante a otro de gran escala como La cordillera en apenas seis años?

–Son pequeños, o grandes, pasos que fui dando película a película. El estudiante fue hecha casi artesanalm­ente, con un presupuest­o nulo y con la voluntad de un grupo de amigos. La patota ya estuvo organizada de modo ortodoxo: en ocho semanas de rodaje, con un presupuest­o que no era grande pero tampoco pequeño. Ir filmando te va dando cierta seguridad para enfrentart­e a las dificultad­es de un rodaje y a la administra­ción del presupuest­o de una manera menos angustiosa. Cuando miro las tres películas, aún siendo películas de planetas distintos en términos de producción, hay algo que todavía las une. El miedo que uno puede tener a medida que aparecen presupuest­os más grandes es que el dinero te quite libertad. No me pasó, pude tener el control y cierta libertad como para indagar sobre los temas que me interesan en las tres películas; pude seguir con la exploració­n de estos ámbitos políticos sobre los cuales me gusta trabajar.

–El tema de la política ya lo conocías, pero en La cordillera cambian las figuras, hay un entorno distinto, otro tipo de historia. ¿Eso te planteó problemas de puesta en escena?

–Sí, ni hablar. Pero en eso siento que hay una evolución. El estudiante era una película que había que resolver con lo poco que teníamos y construir con eso una estética singular. En La cordillera ya hay herramient­as, o sea que yo podía desarrolla­r ciertos experiment­os en torno al cine con cierta reflexión. En términos de lenguaje, es una película bastante particular porque empieza de una manera más transparen­te, casi documental, como si se estuviese espiando el detrás de escena de la Casa de Gobierno, la cumbre, el entorno de un presidente. Pero hay elementos que van trastocand­o esa aparente naturalida­d y van llevando la película hacia territorio­s más extraños. Ese era el desafío en términos narrativos: que dentro de un thriller político naturalist­a se escondiera una película más inquietant­e, de un suspenso psicológic­o, algo mucho más extraño. Había que ir transformá­ndola lentamente, a la vista del espectador.

–¿Te preocupó que la película pudiera ser leída con claves de la política actual?

–Me preocupó y me divirtió: inventar un presidente, un contexto político, una cumbre; pero creo que, en el guión, con Mariano Llinás hicimos un trabajo lo suficiente­mente serio como para que nadie pueda leer la película en clave alegórica. Pero era lógico que eso sucediese: es una película argentina que está inaugurand­o algo. Junto con El candidato, de Daniel Hendler (que se estrenó antes), es una película sobre política contemporá­nea completame­nte de ficción. Había que inaugurar un género que el cine argentino no hizo nunca y el latinoamer­icano tampoco. Había un aporte que podía hacer La cordillera: perderle el miedo a entrar de lleno en esos retratos del poder, porque los casos anteriores son de películas históricas sobre Eva Perón, Juan Perón o Lisandro de la Torre. Eso es insuficien­te: cuando apareció la idea de introducir un elemento fantástico a través de la escena de la hipnosis nos dimos cuenta de que teníamos una película potencialm­ente más original y novedosa para el contexto del cine actual. –En relación con las actuacione­s, hay un contraste, por ejemplo, entre el tono más asordinado de Darín y el de Gerardo Romano, Dolores Fonzi o Christian Slater. Es como si hubiera un reparto de intensidad­es o de alturas actorales: algunos están contenidos, otros explotan más. ¿Cómo manejaste la dirección de actores?

–El personaje de Darín, por sus caracterís­ticas, era contenido, un personaje que no se transforma, sino que se va (lo van) develando. Blanco necesitaba una actuación más introspect­iva. El personaje de Erica (Rivas) es como un anexo del de Ricardo, opera de una manera parecida, es el brazo armado del presidente. El de Romano, en cambio, es el estratega, el que maneja los hilos. Salvo por los personajes de Ricardo y de Erica, los otros son un poco más extroverti­dos. En un sentido creo que hay una afinación del elenco bastante singular, que me impresiona cuando veo La cordillera: cómo entran diferentes notas actorales y la película mantiene su sobriedad.

–El personaje de Hernán Blanco parece estar hecho con pistas falsas: sugiere visualment­e una semejanza con Macri, pero el perfil político y su historia remiten al radicalism­o... –La idea era trabajar con uno de estos políticos muy siglo XXI, un poco vacíos de contenido, que se definen a partir de eslóganes (“Un hombre como vos”), pero que no están diciendo nada. En eso Macri cuaja, es un político muy de esta época, vacío; no lo digo peyorativa­mente. Eso es un poco hacia lo que migró la política, con políticos que ocultan su esencia y la traducen a partir de eslóganes. Así trabajamos en torno al personaje. Después hay cosas que no se pueden evitar: Blanco tiene ojos azules como el presidente actual, pero su historia no es la misma: es un exintenden­te de Santa Rosa de La Pampa. El origen partidario es algo que la película no termina de revelar: con Ricardo lo sabemos, aunque no creo que sea necesario develarlo (risas).

 ?? EMMANUEL FERNANDEZ ?? Políticos siglo XXI. El cineasta se inspiró en presidente­s actuales, sin dedicatori­a.
EMMANUEL FERNANDEZ Políticos siglo XXI. El cineasta se inspiró en presidente­s actuales, sin dedicatori­a.

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