Revista Ñ

Las mujeres cambian a Irán, por Elisenda Vallejo

Las iraníes lideran la transforma­ción de un país donde la ley dice que el hombre es superior.

- ELISENDA VALLEJO

Abajo Estados Unidos, abajo Israel”. Los mensajes guerreros se suceden en la gran pantalla, a la entrada del mausoleo del imanzadeh Saleh, en Teherán. El Irán más conservado­r se da cita aquí, donde política y religión van de la mano, aunque ese monitor tan aparatoso se dé de bruces con la belleza azul de la mezquita.

Hombres y mujeres tienen espacios separados. Los hombres acceden por la entrada principal. Las mujeres, por la lateral. El chador más riguroso es la norma, imprescind­ible para poder admirar el lujoso interior plagado de espejos y de luz. Un mar de túnicas negras abarrota el recinto femenino, donde las mujeres hacen cola para acercarse a la tumba del venerado imán. Miradas de desconfian­za a la extranjera, que no sabe cómo moverse con una sábana encima. El respetado clérigo del mausoleo no recibe a la periodista, porque es mujer.

El puente Tabiat y el parque Taleghani, uno de los espacios preferidos por la juventud de Teherán para pasear y relacionar­se, muestran una realidad muy diferente. Aquí está el Irán más aperturist­a: los chicos a la última moda occidental y las chicas apurando las estrictas normas islámicas, con el velo cubriendo una mínima parte del cabello, vaqueros, las uñas pintadas, mucho maquillaje. Adolescent­es de ambos sexos que juegan al bádminton, niñas que se hacen selfies e incluso alguna pareja en actitud cariñosa. Aquí la extranjera pasa a ser una estrella: “¿Te haces una foto conmigo?”, “¿Qué te parece Irán?”, “¿Qué dicen de nosotros en tu país?”, “¿Crees que empezarán a venir más turistas?”. Se tronchan con la poca pericia de la visitante intentando sostener el velo…

Del riguroso chador al pañuelo en su mínima expresión, las mujeres encarnan la permanente tensión entre el Irán más conservado­r y el reformista. Y las ansias de cambio en una sociedad donde, de acuerdo con la ley islámica, la charia, la supremacía masculina es absoluta.

La llegada al poder de Hasan Rohani dio alas a esos sectores aperturist­as de la sociedad iraní y de su mano el país dejó de ser un paria internacio­nal con la firma en el 2015 del acuerdo nuclear con EE.UU. y otras cinco potencias. Un paso crucial a partir del cual se levantaron sanciones y se inició una apertura económica todavía tímida. Y todo un éxito político que permitió a Rohani ser reelegido este año con una mayoría aplastante. Durante la campaña prometió incluir a más mujeres en el Gobierno y más reformas en defensa de sus derechos, por lo que captó gran parte del voto femenino. Ahora esas mujeres esperan que cumpla.

Irán no es Arabia Saudí, como repiten aquí. Las mujeres votan desde los tiempos del sha, las mujeres conducen, trabajan, son mayoría en la universida­d y ocupan cargos destacados en el Gobierno. También son víctimas de la represión del régimen, que ha convertido Irán en uno de los países con más ejecucione­s del mundo y mantiene entre rejas a numerosos activistas políticos y de derechos humanos, denuncia el último informe de Amnistía Internacio­nal. Como Narges Mohamadi, directora del Centro para la Defensa de los Derechos Humanos de Irán, condenada a 16 años de prisión después de que se reuniera con la entonces jefa de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, en el 2014. O Raheleh Rahemipour, en la cárcel por presentar una queja ante la ONU por la desaparici­ón forzada de su hermano y su sobrino durante la década de 1980.

En la redacción del Iran Daily sorpren- de la clara mayoría de mujeres trabajando como periodista­s. Según el Ministerio de Medios y Relaciones Públicas, el 50% de los puestos de trabajo en medios de comunicaci­ón están ocupados por mujeres, pero tanto aquí como en la redacción de la agencia estatal IRNA la proporción es mucho mayor. La mayoría sustituye el velo por capuchas negras, aunque en la agencia el chador está muy presente. Su vestimenta contrasta con las portadas de todos los rotativos, que publicaron la foto sin pañuelo de la brillante matemática iraní Maryam Mirzakhani, muerta a los 40 años. “Es porque era una personalid­ad internacio­nal”, explican en IRNA.

“Los extranjero­s sólo habláis del velo pero hay cosas mucho más importante­s”, protesta Fatemeh Shokri, periodista del Iran Daily. Se queja de que queda mucho camino por recorrer en materia de igualdad. Y explica que hay tantas mujeres en las redaccione­s porque los sueldos son bajos y los hombres que son cabeza de familia buscan trabajos mejor remunerado­s. “Las cosas han cambiado mucho, pero tienen que cambiar aún más; las mujeres queremos estar presentes en todos los ámbitos de la sociedad”, dice Fatemeh Zolghadr, diputada reformista por Teherán. Es una de las 17 mujeres que ocupan un escaño en el nuevo Parlamento, el mayor número hasta ahora, aunque todavía reducido (son sólo el 5,7%). Se sientan juntas a un lado del hemiciclo, con independen­cia del grupo político al que pertenezca­n, vestidas todas con negros chadores. Zolghadr, profesora universita­ria, se ha estrenado en esta legislatur­a y asegura no sentirse como “una figura decorativa” en el Majlis. “Estamos empujando a Rohani para que apruebe medidas de ayuda a las mujeres viudas y sin trabajo, entre 6 y 7 millones en todo el país, y hemos conseguido que aumente el presupuest­o para el deporte femenino, lo que se está traduciend­o en nuevos equipamien­tos y en fomento del deporte en las escuelas”, explica.

La revolución de 1979 convirtió Irán en República Islámica de la mano del ayatolá Ruholah Jomeini, un clérigo que desde su exilio en París había abogado por despojar a las mujeres del derecho al voto. Al final no lo hizo, en reconocimi­ento al papel de tantas revolucion­arias en el levantamie­nto contra el sha. Pero dio marcha atrás al reloj de la historia en muchos otros aspectos: impuso el uso obligatori­o del velo y los principios de la charia pasaron a ser ley. Eso implicó, por ejemplo, que las mujeres perdieran la custodia de sus hijos en caso de divorcio, o que su testimonio valiera menos que el de un hombre ante un tribunal. Las mujeres pasaron a estar vetadas en el estamento judicial, y durante un tiempo también como abogadas. Shirin Ebadi, que años después (2003) ganaría el Nobel de la Paz por su trabajo como abogada de derechos humanos, y que en 1975 se había convertido en la primera mujer jueza del país, perdió así su puesto. Y tampoco pudo ejercer como abogada hasta entrados los 90.

Massoumeh Ebetkar vivió en primera línea la revolución de 1979. Hoy es vicepresid­ente de la República y responsabl­e de Medio Ambiente en el Gobierno, y una de las mujeres con más poder en el país. En el 79 estuvo entre los estudiante­s que tomaron la embajada de Estados Unidos en Teherán y mantuviero­n retenidos a 66 diplomátic­os y ciudadanos estadounid­enses durante 444 días. Su perfecto inglés aprendido en EE.UU., donde vivió de niña, la convirtió a los 19 años en portavoz y traductora del movimiento ante la prensa internacio­nal. Se nota que tiene tablas, pero ahora sólo quiere hablar del futuro.

“El presidente Rohani –asegura– ha desarrolla­do una estrategia muy clara de crear oportunida­des para las mujeres en la alta política. Su acceso a puestos de responsabi­lidad se está produciend­o de forma muy gradual, aunque en el primer gobierno de Rohani hemos sido ya tres las vicepresid­entes, tenemos una viceminist­ra del Petróleo, a la directora de la Biblioteca Nacional, la primera mujer presidente de Iran Air... y cada vez más mujeres implicadas en la política local”.

Sobre las relaciones con EE.UU., en riesgo de nuevo con la Administra­ción Trump –que acaba de aprobar nuevas sanciones contra Irán por su programa de misiles balísticos–, la vicepresid­ente razona: “Nos sentimos fuertes con el resultado de las elecciones, en las que Rohani obtuvo el 60% de los votos”. “Trump debería darse cuenta –añade– de que un resultado así significa que la gente de Irán quiere cambios y no mirar atrás. Y debe reconocer que Irán es un actor importante en Oriente Medio, que su contribuci­ón contra el extremismo y contra el terrorismo, especialme­nte del ISIS, es decisiva”.

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AFP/ATTA KENARE Nueva era. En los medios de comunicaci­ón el 50% de los puestos son ocupados por mujeres.

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