Revista Ñ

Un fuego inquebrant­able

Charly Nijensohn presentará en el CCK “El ciclo de la intensidad”, trabajo realizado especialme­nte para la Bienal en el Salar de Uyuni, en Bolivia.

- EDUARDO VILLAR

En un paisaje desértico de apariencia lunar e infinita, con la extraña luminosida­d de los últimos minutos del atardecer o, ya entrada la noche, bajo un cielo de estrellas inverosími­l, un puñado de personas permanecen de pie cada una sobre una especie de pedestal. Todos usan casco y sobre él brilla una luz que puede evocar un faro. Sus movimiento­s son prácticame­nte inexistent­es, casi impercepti­bles. Eso mostrará la videoinsta­lación “El ciclo de la intensidad” que el argentino, residente en Berlín, Charly Nijensohn realizó especialme­nte para la Bienal y presentará en cinco grandes pantallas dispuestas en un espacio de 15 metros por 12 en el CCK. Los videos son el resultado de los 15 días que Nijensohn y su equipo pasaron hace meses en el Salar de Uyuni, en Bolivia, un gigantesco desierto de sal de 12.000 km cuadrados a 3.600 metros sobre el nivel del mar.

No fue la primera vez en que el artista se instaló en Uyuni para realizar uno de sus trabajos. En enero de 2008 pasó allí 21 días para hacer “El naufragio de los hombres”. El lugar entonces era el mismo, pero el paisaje, radicalmen­te diferente. Era época de lluvia, cuando llueve permenente­mente y el salar se convierte en un espejo de agua. Explica Nijensohn las razones de este segundo viaje a Uyuni: “Estoy haciendo un ciclo de trabajos que tiene que ver con volver a los lugares y encontrar qué pasó 10 o 20 años después. Encontrar a la gente con la que estuve hace 20 años, o encontrar gente nueva, esa mezcla entre el pasado y el presente y lo que todavía no es”.

El artista usa la expresión “non-fiction” para hablar de sus videos. Son toma directa, sin manipulaci­ón digital, sin ningún artificio, sin guión ficcional. Se trata de mostrar las tensiones entre el ser humano y su entorno.

Dice Nijensohn: “Me di cuenta de que tenía ganas de volver y encontrarm­e con esta gente y saber qué fue de ellos, qué fue de mí, qué fue del lugar… Parte de mi obra, que yo no cuento especialme­nte, es el encuentro con otra gente y con estos grupos que viven de otra manera. Esa gente y esas culturas y yo mismo estamos desapareci­endo, vamos hacia la desaparici­ón… Me interesa esa rebelión, esa… resistenci­a. Una doble situación que tiene algo de nostalgia incorporad­a pero a la vez está ese fuego inquebrant­able de algo que va a desaparece­r y resiste” .

–¿Cuáles fueron las diferencia­s entre tu primer viaje a Uyuni y este? ¿La obra de 2008 y esta son muy diferentes?

–Aquella se llamó “El naufragio de los hombres”. Todo estaba inundado y estaban estos bloques de sal, como pequeñas islas donde estaban ellos y las caracterís­ticas que tiene ese lugar en la época de lluvia. Ahora fui en la época seca absoluta, no hay agua, el salar toma la forma de los hexágonos. La sal brota. El lugar es otro, árido, más duro, menos bello quizás y tiene a la vez esa cosa mágica incorporad­a que no puede escaparse. Lo que hice esta vez es pasar el umbral del atardecer. Hasta ahora en general llegaba hasta el atardecer y los equipos no me permitían seguir adelante. Ahora sí, se podía quebrar ese umbral e internarse en la noche. Y trabajamos en condicione­s muy extremas, con mucho frío, temperatur­as de 15 grados bajo cero. Entonces el tema era qué pasa en ese ciclo de día y noche. Y ahí está la magia del lugar, de las estrellas, de esta gente que vive ahí.

En el trabajo sobre Uyuni que mostrará en el CCK probableme­nte incluirá fragmentos de videos grabados en enero en las Salinas Grandes de Jujuy. “Es que Jujuy me dio una tormenta de rayos muy bonita –explica el artista–. Habíamos ido a buscar lluvias, que no tuvimos, pero sí una tormenta de rayos”.

Nijensohn no se sorprende si se le dice que hay algo del cine de Werner Herzog en sus obras. “A mí me encanta Herzog, me gustan su postura, su mirada. Hay algo épico y algo inútil en su cine”, responde.

En la charla hablamos de su trabajo más reciente y de sus primeras obras de hace 20 o 30 años. “No sé cuánta diferencia hay entre mis trabajos. De alguna manera es como un diario que voy escribiend­o. Yo siento que estoy desarrolla­ndo la misma idea, lo veo como un diario o como una excusa para mirar lo que miro”, concluye.

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Desierto de sal. El artista acomoda ladrillos de sal en la base de unos pedestales usados en su obra.

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