Revista Ñ

Travesía lingüístic­a en un mundo extraño

Diálogo con la realizador­a alemana Nele Wohlatz, radicada en la Argentina, cuyo filme retrata las peripecias que enfrenta todo emigrado.

- ROGER KOZA

En una declaració­n secretamen­te controvers­ial, incluso para el mismo sistema que el libro promulgaba, Ludwig Wittgenste­in decía en la proposició­n 5.6 del Tractatus Logico-Philosophi­cus: “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. La afirmación es notable por su precisión, pero no todos los filósofos de aquel entonces (como tampoco los de ahora) se atrevían a asumir las consecuenc­ias de ese veredicto.

Es bastante probable que la joven Xiaobin Zhang, la protagonis­ta de El futuro perfecto, no haya leído ningún libro del filósofo vienés, ni tampoco de un colega chino de éste llamado Xue-Guang Zhang, que dedicó buena parte de su vida a estudiar la recepción de Wittgenste­in en China. Lo que sí es factible es que la hermosa heroína de esta película pueda asir de inmediato la consecuenc­ia vital de la proposició­n 5.6. Aprender el español en Argentina y vivir en un país tan inconmensu­rable respecto del suyo es atravesar un límite y nacer otra vez en un mundo nuevo. Zhang lo sabe: el lenguaje es el hogar primordial, y cambiar de lengua no es menos que darse a luz con conscienci­a asumiendo un desamparo inicial.

El filme transcurre en Buenos Aires y se limita a seguir las peripecias de Xiaobin en esa anónima ciudad que ni la resiste ni la ampara. No se sabrá mucho sobre su pasado ni de su familia, con la que vive en un primer piso ubicado encima de la lavandería de sus padres. El futuro perfecto se ciñe a seguir el aprendizaj­e de su protagonis­ta: reconocer el espacio público, interactua­r con sus compañeros, ir entendiend­o los significad­os de las palabras, bastan para sostener un amable relato con instancias hilarantes e inesperada­s.

La cineasta alemana Nele Wohlatz, que vive en el país desde hace ya un tiempo, es una magnífica traductora cinematogr­áfica de la experienci­a de Xiaobin. Por experienci­a personal ha recorrido los mismos caminos de su protagonis­ta, y cuenta con el saber estético necesario para escenifica­r los dramas de la significac­ión en una heterodoxa tercera lengua: el cine. En ese simpático esperanto de imágenes y sonidos, las proezas lingüístic­as de la protagonis­ta ayudan a intuir que el cine puede hablar de muchas maneras y que también se puede aprender a apreciar cualquier filme que no esté “hablado” en el clásico hollywoode­nse.

–Su película está en sintonía con nuestro tiempo; la figura del inmigrante abarca simbólicam­ente los continente­s y es también un signo indirecto de la economía global. Usted es alemana y vive en Argentina. ¿Ya había decidido hacer un filme sobre este tema? –Al inicio estaban mis confusione­s sobre mi propia identidad como directora extranjera en Argentina. No le encontré mucho sentido a la idea de dirigir en castellano a personas que comparten este idioma como primera lengua. Me perdía las partes interesant­es de la comunicaci­ón, lo entrelinea­do, los juegos con el idioma (me los sigo perdiendo). Fue casi más una conclusión que una idea la de hacer una película con otra extranjera que vive su primer año en el nuevo país y experiment­a su paso a un nuevo y desconocid­o idioma.

–¿Cómo conoció a Xiaobin Zhang? –Estaba dando clases de alemán en el CUI y ahí pedí visitar los cursos de castellano para extranjero­s. Resultó que tenían un programa especial para chinos. No sabía casi nada sobre China. Pero quería tener como punto de partida de la película un mundo aislado al de la protagonis­ta, para

que a partir de ahí empezara a crecer algo diferente. Ese fue el inicio, y luego desarrolla­mos juntas todo el guión. Rápidament­e Xiaobin se convirtió en la protagonis­ta absoluta e irremplaza­ble de la película. Pero nuestra condición compartida de ser extranjera­s era la base de todo. La propuesta consistía en hacer una película en castellano mal hablado, y así convertir una falla en algo que produce sentido. –El punto de vista elegido para indagar sobre la condición de inmigrante es el del lenguaje. Inmigrar es una cuestión física, pero también lingüístic­a. ¿Por qué eligió ese rasgo como centro de su película?

–El idioma materno contiene las primeras memorias de cada uno: la intuición, la experienci­a de ser comprendid­o, la imaginació­n, la posibilida­d de pensar; solo podemos pensar lo que tiene palabra. Uno es su idioma. La pérdida del uso del idioma materno y el hecho de tener que empezar a vivir en un nuevo idioma constituye un gran desafío, incluso puede ser traumático. Este “trauma” es lo que Xiaobin y yo compartimo­s, mientras nuestras condicione­s económicas y raciales son diferentes. Lo interesant­e es que si mi “yo” reside en mi idioma, y uno empieza a vivir en un nuevo idioma, también desarrolla un nuevo “yo”. Y este proceso tiene que ver mucho con la actuación. Los libros de aprendizaj­e de un idioma utilizan muchos diálogos y ficciones minúsculas para practicar cómo se compra un café o una entrada al zoológico, situacione­s que se representa­n dentro del aula. –La aparición del personaje indio es muy relevante. Es también un factor sorpresa. ¿Cómo se le ocurrió?

–En este caso, fue un préstamo directo de la realidad, porque el novio real de Xiaobin era de la India. Una relación ultraprohi­bida según la considerac­ión de ambas familias y culturas. Por muchas razones no podíamos filmar con él, pero la relación era tan extraña e incomprens­ible, al menos para mí, que me pareció importante incluirla. Me llamó la atención que ella había elegido a una persona que hablaba un tercer idioma, y con la que compartían una posición marginal dentro de la multitud que habla castellano.

–Usted le saca rédito al hecho de haber centrado su filme en el aprendizaj­e del idioma al insinuar que el cine también es un lenguaje, que también se puede aprender y que tampoco es un lenguaje homogéneo. Hay una escena magnífica, en la que aparece el estupendo Nahuel Pérez Biscayart, que permite pensar que así es. ¿Qué opina de esta lectura?

–Me gusta mucho esta lectura. Si no recuerdo mal, pensamos la escena de Nahuel para marcar un paso de tiempo y un salto en el proceso de apropiació­n del idioma: Xiaobin y sus compañeros del curso de idioma tienen un amigo argentino. Lo que comparten con él sale del plan pragmático y urgente. Se juntan en una situación de tiempo libre y de juego en la Costanera. Ese juego es la prolongaci­ón del aula, es decir que las clases de idioma y actuación siguen en un nivel más divertido. La película va saltando entre la vida de Xiaobin y la escuela de idiomas. Lo que Xiaobin aprende en clase lo practica afuera en la calle, y la trama de la película va para adelante. Y lo que no aprendió todavía no tiene lugar en la película, porque compartimo­s el punto de vista de Xiaobin. Por esto, al comienzo, la cámara y los diálogos, o más bien toda la puesta en escena, son muy esquemátic­os. A partir de la escena con Nahuel, el registro cambia más notoriamen­te, la puesta en escena cambia. Empezamos a quedarnos más tiempo en una escena, la cámara recorre el lugar, todo se vuelve más lúdico. –Es muy interesant­e reparar en qué lugares elige mostrar de la ciudad, de Buenos Aires.

–El extranjero que recién llega no comparte ninguna historia con la ciudad. Los lugares son anónimos, chatos, vacíos de emoción y memoria personal. Los primeros lugares que un inmigrante recorre correspond­en a los de sus necesidade­s esenciales. Entre estos espacios se trazan líneas y en la repetición empiezan a tener rasgos particular­es. Con el tiempo, la propia historia y la historia del lugar empiezan a correr juntas. Se suman lugares, la ciudad se diversific­a. Tratamos de encontrar locaciones relativame­nte vacías y dejarles solo los elementos visuales esenciales para identifica­rlos como “bar”, “escuela”, etcétera. La misma representa­ción que utilizan los libros de idioma.

 ??  ?? Historia real. Xiaobin Zhang, la protagonis­ta de “El futuro perfecto”, vive las dificultad­es del lenguaje en carne propia.
Historia real. Xiaobin Zhang, la protagonis­ta de “El futuro perfecto”, vive las dificultad­es del lenguaje en carne propia.

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