Monstruos, caníbales y otras criaturas de hoy
Entre el realismo y la fantasía, el policial y la ciencia ficción, la nueva ficción de Horacio Convertini termina provocando resonancias políticas.
Esta novela de Horacio Convertini, contada por un hombre en situación límite, transcurre en Pompeya, un barrio específico de una Buenos Aires abandonada, destruida y sitiada por “los bichos”, seres humanos infectados que se asemejan a los zombies de Hollywood. Esa mezcla entre fantástica y profundamente realista es el primero de los muchos mestizajes que cruzan la intensidad de esta novela corta, en la que cada palabra cuenta.
Los que duermen en el polvo se apoya en varios géneros populares: esencialmente el policial negro, la de “zombies” y la ciencia ficción distópica, entendida como la ambientación en un futuro oscuro y terrible, en este caso cercano. El misterio policial (varios crímenes que se suceden en serie y la desaparición inicial de la pareja del narrador), esqueleto fundamental, no funcionaría sin el escenario de ciencia ficción en el que transcurre, momento en el que una enfermedad con- vierte a los seres humanos en “bichos” caníbales.
Como la narración está en manos de una única persona, los lectores miran ese mundo destruido desde esa única mente, perturbada por la idea de muerte inminente. El esquema temporal que impone es un remolino: por un lado está el presente, que solamente se entiende al final; por otro, hay distintos momentos del pasado en los que se explican las relaciones humanas de pareja del protagonista (esencialmente con dos mujeres), sus trabajos anteriores, sus amistades, su entrada y estatus en la política. Al mismo tiempo, muestra la forma en que fue cambiando Argentina en cada uno de esos momentos.
A pesar de que no se sigue ninguna línea temporal clara, la lectura no se vuelve difícil: al contrario, esa fragmentación ayuda al magistral manejo del suspenso que tiene Convertini y es parte de la razón por la cual la novela pide una lectura de un tirón.
La historia de ese hombre condenado es una metáfora extendida sobre el poder, la política, la amistad, el amor heterosexual, la ética, el uso político de las víctimas, la violencia de los poderosos. Todo eso, salpicado de alusiones a nuestro pasado de dictaduras militares, torturas y abusos. El tema del “monstruo”, tan ligado a los géneros de ciencia ficción y terror (la de zombies es parte del terror, claro), es central en el planteo. La elección de la infección general, la “peste” –de larga tradición en la literatura–, deja un mensaje claro: los monstruos no son inhumanos; al contrario, están dentro de la humanidad. En realidad, hay personajes que son monstruos sin haberse convertido en “bichos”.
Las características del prota- gonista, su manera de mirar la vida, hacen de esta novela un libro más masculino que femenino. Las crisis, decisiones y movimientos fundamentales de la trama están centrados en los hombres. Las mujeres están en los recuerdos (han desaparecido de la vida del personaje) y son, esencialmente, víctimas, algunas víctimas poderosas pero víctimas al fin. No hay ninguna descripción de sus sentimientos, razones o creencias. No es un error, por supuesto: así está planteado el punto de vista. Sin embargo, eso hace que para las lectoras mujeres, sea más difícil identificarse con lo que pasa.
La trama policial es claramente del subgénero “negro”: aquí no hay visión optimista sobre la capacidad de la razón para resolver los problemas sociales (representados por el “criminal”), como sí sucede en el “policial enigma”. Muy por el contrario, y ese es un hallazgo muy interesante, aquí, en lugar de un planteo en el que la sociedad es sana y termina por eliminar al agente de enfermedad (el criminal), la sociedad entera está enferma, como plantea el policial negro, aquí, literalmente enferma. Como en la obra Rinoceronte de Ionesco, solamente queda un individuo para contarlo pero aquí ni siquiera ese individuo está sano, lo cual dice mucho sobre la forma en que Convertini ve la situación de la humanidad en este momento.