Nuevos caminos que explora la escultura. Acerca del Premio Trabucco 2017, por Mercedes Pérez Bergliaffa
Materiales y conceptos novedosos para la disciplina son el rasgo principal que une a las obras de los 10 artistas participantes.
En el Pabellón de las Artes de la Universidad Católica Argentina (UCA) se exhiben las obras del Premio Trabucco dedicado este año a Escultura. Organizado por la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA) y la fundación que lleva su nombre, gracias a los fondos donados en los años 90 por el mismo Trabucco –amante del arte y pintor, además de profesional–, la distinción se consagra desde siempre a las Artes Visuales. Aunque históricamente estuvo destinado a disciplinas tradicionales, hoy el premio busca adaptarse a los tiempos que corren: en 2014 la Academia decidió estrenar el establecimiento de la categoría “Nuevos soportes”; y este año, aun cuando el premio está dedicado a la Escultura, tanto la obra premiada como las que obtuvieron menciones, son rupturistas, experimentales, inesperadas respecto de lo que tradicionalmente el espectador aguarda de una escultura.
“En parte esto puede deberse a la selección del jurado”, comenta Claudia Aranovich, una de las diez artistas seleccionadas para el Premio Trabucco (que es por invitación). “En el jurado había artistas y profesionales provenientes de diversas disciplinas, no sólo de la escultura. Esto sin duda influyó a la hora de elegir el premio”, sigue comentando Aranovich. La enorme “Pieza de armadura” de la mendocina Susana Dragotta, que obtuvo el galardón principal –además de otorgar reconocimiento, el premio brinda 70 mil pesos a quien lo gana–, tiene una particularidad: se trata de una escultura de gran formato pero blanda. Una especie de enorme corset formado por textiles vinílicos, broches de presión y cintas mochileras que, mediante un sistema de ensambles, cosido, moldería y confección, adopta en cada espacio en el que se lo ubica formas y poéticas distintas.
¿Pero qué se espera usualmente de la escultura? ¿Qué tenga un gran desarrollo espacial, que sea dura, impactante, que
esté compuesta de materiales nobles, firmes, rígidos y duraderos? Poco de esto ocurre en el trabajo de Dragotta: por el contrario, es una escultura plegable, flexible, circulable, maleable y hasta cierto punto, en algún sentido, vestible, portable, cambiable. Coherente con trabajos suyos anteriores (“Mi caballo de fuego” de 2006; “Camaleón en comportamiento de cortejo”, de 2007; “Leopardo”, del mismo año; “Hamaca para dada vuelta” de 2002), “Pieza de…” confirma la producción de una artista que sabe claramente qué está buscando y cómo conoce y maneja la materia de sus trabajos. Proveniente del campo escenográfico, vinculada al teatro, la danza y al diseño de vestuario, los amantes de la escultura más tradicional podrán percibir aquí, en el trabajo de Dragotta, cómo existen otras formas, otras maneras de crear obras escultóricas. El otorgamiento del premio a esta artista es una afirmación más de la voluntad de la ANBA de abrirse a nuevos caminos, metodologías y estéticas.
Lo mismo ocurre con las menciones otorgadas por el jurado del premio –conformado por Graciela Cutuli, Matilde Marín (presidenta de la Fundación Trabucco), Graciela Taquini, Eduardo Medici, José Marchi y Jorge Gamarra–, que fueron para la original “Naranja y transparente”, de Cristina Tomsig –una serie sucesiva y dinámica de formas ovaladas de acrílico naranja traslúcido, articuladas alrededor de un eje de acero inoxidable–, y “Ojos en el espacio”, de Mónica Van Asperen –un interesante trabajo ubicado entre la escultura y la instalación, realizado con vidrio soplado con neón.
Los otros artistas seleccionados para el premio fueron Pablo Dompé, Gabriela Heras, Cristina Schiavi, Paulina Webb – “La fragilidad de los cuerpos rígidos”, el trabajo que presentó, brilla por la elección de sus materiales: mangueras transparentes, acrílicos y madera multilaminada–, Alfredo Williams –con su sólida e imponente escultura “Movimiento en rojo”–, Carola Zech –esta vez, con “Sin título”, sus gigantescas formas mínimas de acero e imanes monocromáticas– y Aranovich –explorando los reinos zoológico y vegetal a través de visiones microscópicas ampliadas.
“Cuando nos reunimos con el jurado a evaluar las obras nos interesaron especialmente las realizadas con otros materiales aliados a la escultura, como el plástico grueso que Dragotta utilizó para armar esa especie de arnés”, comenta Marín. “La puesta en sala de la obra era muy importante, imponente. Lo mismo pasó con el trabajo de Tomsig. En relación a la producción de Van Asperen, nos intrigó la novedad: el trabajar la escultura a partir de la luz y del gas”, reflexiona Marín acerca de los diálogos que mantuvo el jurado del premio durante su elección. “Fue una decisión peleada –agrega Marín– pero finalmente, nos interesó la novedad”, concluye.