Cruzada contra la estigmatización. Acerca de la séptima edición del festival de cine LatinArab
LatinArab. El festival de cine es una ocasión para descubrir las identidades diversas de Oriente Medio.
Fruto del desconocimiento, un pueblo, una religión, una cultura, una lengua, algunas facciones y ciertas costumbres sufren de inmediato el demérito y la sospecha. Del mundo árabe, que no es homogéneo y menos aún se caracteriza por ser una usina de fanáticos, poco sabemos. LatinArab, que alcanza su séptima edición, es un festival de cine pequeño que prodiga siempre títulos valiosos de la numerosa producción cinematográfica de los países relacionados con la cultura árabe. Por eso, cada edición es una oportunidad concreta para conjurar nuestra incultura en la materia.
Hay un criterio estético reconocible en LatinArab; un filme sirio, palestino, libanés o iraquí estará incluido de inmediato en la programación si tiene un valor cinematográfico que lo justifique. La estética, entonces, no está subordinada a una misión proselitista. En efecto, el cine importa tanto como dar a conocer, a su vez, la pluralidad de la identidad árabe.
La programación está organizada a través de dos competencias, una de largometrajes y otra de cortos. Todos los títulos suelen añadir lúcidas perspectivas a las siempre complejas situaciones de la región; todos confirman la diversidad cinematográfica.
Dos títulos incluidos en esta edición ya son de por sí un signo preciso: El limonero real y Mimosas son dos filmes exigentes y poco convencionales, inclusiones que ya marcan un camino a recorrer. Otras películas a las que vale la pena prestar atención y que ya han sido exhibidas en el país son A Feeling Greater than Love y Los territorios.
Un recorrido posible
Those Who Remain (2016): película afable y hermosa sobre un hombre que se resiste a subsumir su identidad a la nueva configuración cultural que es una consecuencia directa y tardía de la guerra civil en Líbano y de los enfrentamientos recientes en la región. Empecinado en construir una espaciosa casa de piedra y madera en las alturas de Akkar, zona de frontera entre Líbano y Siria, Haykal espera que todos sus hijos y familiares terminen viviendo en ese paraje casi paradisíaco junto a él. Mientras resiste a las inmensas adversidades políticas y jurídicas de la región, Haykal no deja de criar a sus ovejas y cultivar frutas en la tierra que alguna vez fue de su padre.
La división entre sunitas, cristianos maronitas, chiitas y seculares, quienes antiguamente convivían sin problemas, se impone ahora geográficamente por líneas imaginarias que delimitan un espacio de pertenencia, afirmado en parte por un pasado en común, como el que une a Haykal con su viejo amigo Antoine, ahora enfrentados por la tierra en la que habita el primero. Eliane Raheb mantiene la cercanía con todos los personajes, a quienes interroga con la suficiente amabilidad para que estos suministren la información necesaria que ordena simbólicamente el doloroso rompecabezas histórico de la región; al mismo tiempo, el majestuoso registro del ecosistema, pródigo en panorámicas sobre las colinas nevadas, cielos límpidos y bosques florecidos, compensa mediante su belleza.
Crossing the Seventh Gate (2017): el propósito evidente de este retrato es vindicar y celebrar la obra de Ahmed Bouanani (1938-2011), cineasta, poeta, historiador, dibujante marroquí, cuyo manuscrito sin publicar titulado La séptima puerta, una historia del cine de Marruecos que abarca de 1907 a 1986, no solamente merece conocer una existencia editorial, sino que zanjaría una evidente ignorancia general sobre el tema. Ali Essafi llegó a filmar al propio Bouanani antes de su muerte, un hombre sereno que trabajó durante toda su vida atravesando sistemáticamente la censura y sorteando indeseables condiciones materiales de trabajo, contexto lógico para un cineasta que siempre pensó que el cine podía alterar el orden de las cosas. La contundencia del cine de Bouanani se presiente en varios pasajes, cuando Essafi decide incluir fragmentos de sus películas. Las escenas utilizadas de Memoria 14 son extraordinarias, no menos que los dibujos y algunos versos poéticos.
Ambulance (2016): una película sobre lo inadmisible: las muertes inocentes; sus protagonistas, los civiles en la Franja de Gaza; el contexto y el tiempo, el enfrentamiento de 49 días por el cual el ejército de Israel pretendía solamente atacar al Hamás durante los meses de julio y agosto de 2014. Al joven cineasta Mohamed Jabaly le alcanza seguir valientemente subido a una ambulancia de rescate para dejar evidencia de la vileza anónima de un Estado poderoso que arroja bombas en una ciudad aniquilando indiscriminadamente a cualquier transeúnte. Los cadáveres se apilan, la solidaridad prevalece y los palestinos sostienen su entereza evocando a un Dios que tampoco consigue obstaculizar la voluntad asesina del enemigo. El punto de vista es el del propio cineasta, a quien a veces se lo escucha reflexionar sobre lo que ve a través de la cámara. El sentido de urgencia es absoluto, no menos que el desamparo que transmiten las imágenes de Jabaly. La panorámica con la que cierra el filme es dramáticamente contundente: Gaza es la ciudad de los escombros eternos.