Baryshnikov se deshace en Nijinsky. Entrevista con Mijail Baryshnikov
La estrella de la danza habla de “Letter to a Man”, el unipersonal sobre los diarios escritos al borde de la locura por otro bailarín, con dirección de Robert Wilson.
He dibujado un retrato de Cristo sin bigote ni barba y con el pelo largo. Me parezco a él, pero su mirada es de una fijeza serena mientras que mis ojos escudriñan en todas las direcciones. Yo soy un hombre de movimiento, no de inmovilidad. Mis costumbres son diferentes de las de Cristo. A él le gustaba la inmovilidad, mientras que a mí me gustan el movimiento y la danza”.
Es la primera página de su diario y el bailarín Vaslav Nijinsky plantea sus preocupaciones: su cercanía (absoluta) con Dios, la danza. Después vendrá la naturaleza (“La naturaleza es Dios, y yo soy naturaleza”), los sentimientos, su mujer Rómola, su ex amante, Serguei Diaghilev, su locura: “Mi locura es mi amor a la humanidad”.
De esto quiere hablar Mijail Baryshnikov esta mañana en el centro de arte que abrió en la calle 37, en Manhattan, un lugar con vista al Hudson en un barrio al que llaman “Hell’s Kitchen”, la cocina del infierno, porque allí se bajaban de los barcos granos y otras mercancías, allí irlandeses, italianos, griegos, hombreaban bolsas y sudaban la gota gorda.
Este es el lugar que eligió para quedarse, aunque nació en Letonia y vivió diez años en Rusia. Y acá habla de Letter to a Man, la obra que pondrá en Buenos Aires con dirección de Robert Wilson y donde ¿recrea? ¿interpreta? el diario de ese otro artista, bailarín y coreógrafo, que brilló a principios del siglo XX y fue alcanzado por la esquizofrenia cuando terminaba la Primera Guerra Mundial.
–¿Cómo trabajaron los Diarios? –Hay elementos de danza, por supuesto, y mucho movimiento desde el principio al final. No es sobre un bailarín, Nijinsky, sino sobre la mente y el alma de Nijinsky. Es su manifiesto, un poderoso documento. Y revelador.
–¿Sobre qué, por ejemplo?
–Sobre su sexualidad, sobre cómo es hacer una autoexaminación muy profunda, sobre su pena de entender que no tenía una compañía, que quería actuar pero no podía hacerlo solo, que seguía trabajando en sus bailes.
–Es hermoso y desgarrador el diario. –Es un libro trágico también: en algunos pasajes es muy coherente, tolstoiano, espiritual. Y en otros es muy perturbador, confuso, y a la vez tiene un ritmo, un sonido sorprendente. Podría haber sido escrito ayer: “No me gustan las montañas, no me gustan las fronteras, quiero que la gente vaya al país que quiera, quiero que los chicos sean educados en el arte, a los socialistas les va a gustar mi idea pero no soy socialista”. Es moderno casi cien años después.
–Cuando usted llegó a Estados Unidos, en 1974, muy pronto empezó a trabajar en cine. Un salto de la “alta cultura” a la cultura popular. ¿Cómo ve esta distinción entre la alta cultura y Hollywood?
–Con curiosidad. Me interesa el cine en general y la historia del cine. Nunca quise ser una estrella o algo así, me gustaba el
teatro. Nunca quise actuar en películas de Hollywood, pasó.
–Pero usted actúa, sabe actuar.
–Sí, estaba interesado en el teatro, lo que es actuar en el contexto del siglo XIX, la tradición de la actuación en la danza. Hay ciertos puentes entre una y otra, tenés que manejar la relación con tus compañeros, con la audiencia, entender lo que querés lograr, quién sos en cada momento. Esas cosas se aplican a cualquier tipo de actuación. –Usted es un ejecutante, así baile o actúe. –Sí, hay gente que puede hacer eso y gente que lucha para hacerlo, gente que lo minimiza y gente que lo exagera. Y eso es lo que hace que llegues a la audiencia. Eso no se puede aprender.
–Nijinsky decía: “El público no entiende, son fáciles de entretener”.
–Era un perfeccionista.
–Y usted también.
–No estoy seguro, rara vez me examino a
mí mismo. Claro que quiero dar lo mejor, pero a veces funciona y a veces fallo. –Usted se movió de la danza clásica a la contemporánea, supongo que porque buscaba otra manera de expresarse y de expresar un mundo. ¿Cuál es el futuro de la danza?
–Si yo supiera, si sólo supiera... –Seguramente puede oler algo. –Siempre habrá clásicos, como la ópera italiana o la alemana. Ahora todo está mucho más mezclado: compositores y artistas visuales hacen videos y los bailarines son fabulosos ahora, pueden hacer de todo, en diferentes estilos. Lo hacen mejor que veinte años atrás, son verdaderamente extraordinarios.
–En la pintura hoy no se precisa belleza. ¿En la danza?
–La danza es todavía hermosa, es erótica, es vulnerable, es muy explícita. Es por eso que la audiencia nunca se cansa de la danza: siempre es fascinante el cuerpo humano, la mente humana, el espíritu del ser humano... combinados.
–Parece que usted ya lo ha hecho todo. ¿Tiene algún sueño por cumplir? –Voy a trabajar, por lo menos con mi mente, mientras mi mente exista. Nunca puse en mi calendario: tengo que hacer esto o aquello. Todavía tengo algunos proyectos por delante. Si tengo la suerte de estar sano y de tener la voluntad, los haré.