Revista Ñ

Flora y fauna

- RAQUEL GARZON

“¿Os imagináis a Billie Holiday cantando La bien pagá?”, preguntará Martirio, al promediar las trece canciones del espectácul­o de esta noche, mientras en la barra del madrileño Café Central (que de ese tablao se trata) corren litros de vermú y cerveza para pelearle al verano la porfía. “Yo creo que si las fronteras hubieran estado abiertas, si hubiéramos sido más libres, tal vez habrían podido las folclórica­s cantar jazz y ella, coplas”, afirma y la emprende con su versión bilingüe de ese clásico de Antonio Molina. “Paid so well...”, mientras el público que la sigue desde hace más de tres décadas y valora su vocación por el riesgo, aúlla oles y aplaude a rabiar.

“¡Gua-paaaaa!”, le gritan desde el fondo del local justo cuando en la segunda mesa, frente a la tarima que hace de escenario en el sitio más emblemátic­o del jazz en España, un inglés señala preocupado el “smoke” que sube de detrás del piano. “Que no es humo sino incienso”, lo tranquiliz­an, acercándol­e un plato de aceitunas para que se decida a entrar en clima. El no lo sabe aún, pero poco antes de la medianoche de este sábado saldrá del local batiendo palmas como si hubiera nacido andaluz y medio enamorado de la mujer que le sentaron al lado (las mesas se comparten) y que se lo ha pasado explicándo­le al oído qué quiso decir la cantante de Huelva en cada fraseo de Luz de luna, el homenaje a Chavela Vargas con el que abrió el show.

Logra eso esta “folclórica punky y libertaria” que debutó como personaje en 1984, mientras España terminaba de sacudirse la mortaja del franquismo, puliendo en escena peinetas-rascacielo, desparpajo inteligent­e y anteojos negros junto a Kiko Veneno: grabarnos en la piel que la música, la más elusiva de las artes, siempre tiene que ver con la pasión que nos mueve y que la playlist de nuestras vidas cambia, lenta e impercepti­blemente con nosotros, como la luz del sol sobre las cosas de la mañana al atardecer.

También ella ha cambiado. Dúctil y osada como para no negarse a los mejores ritmos de cada hemisferio, pasó de las Sevillanas de los bloques a maridar la hondura trágica del flamenco con el blues, el bolero, la copla andaluza, el rock, la guaracha y otros aportes de América Latina. Canciones para todos los gustos habrá hoy: para contentar tanto a amantes “estremecío­s” como a “parejas que lo estén arreglando”, dice. Y cumple, estrenando incluso un tango: El corazón mirando al sur, de Eladia Blázquez.

Acompañada sólo por Raúl Rodríguez, su hijo y guitarrist­a excelso que conoce al detalle los secretos de esa voz inagotable y la engalana, Martirio se sumó con siete conciertos al

35º aniversari­o del Central, en donde tiene historia. Allí presentó junto al pianista Chano Domínguez en 1998 Coplas de madrugá, el disco que selló su heterodoxi­a hermanando copla y jazz y que ella define como “el más importante” de su carrera.

Popular y exquisita a la vez, en ese formato mínimo –apenas dos sobre el escenario: acústica, fuego y elocuencia en cada compás– tan decisiva como el repertorio es su madera de performer, el dominio pausado de ese espacio casi íntimo y la agudeza con la que sintetiza la psicología de arquetipos a los que les ha colgado un tema como sambenito. Madurito interesant­e, por ejemplo. “¿Todas conocimos a un reo, ¿a que sí?”, pregunta ahora. “Al reo le tiras un saco de arpillera y le luce; es el que le gusta a todas tus amigas pero no a tu madre; ese que te hará sufrir. ¿Un reo cinco estrellas? Jeremy Irons”, define y la platea carcajea. “Reo –abunda– es ese hombre que tiene siempre cara de contrariad­o. Te preguntas por qué esa cara y te contestas ‘es que no le han querío’ y te propones ‘yo le querré bien’. Mal negocio. A este le han querío todas: primas, abuelas, madre y cada novia antes que tú que le pillas en el breve tiempo entre una y otra”. Cuando ese personaje cuyo “oficio es ser encantador” te deja, “porque te deja seguro” –Martirio dixit– el trabajo que da sobreponer­se te afila más que a Excalibur, la espada del rey Arturo. “Y ya no te atropellan ni tu jefe, ni tu exmarido, ni nadie”, garantiza. Hay bises y un final sin gafas: Ojos verdes que la diva canta desnudando los suyos, una ofrenda color aguamarina.

 ?? RG ?? Café Central. Martirio y la guitarra de Raúl Rodríguez, en ese templo del jazz.
RG Café Central. Martirio y la guitarra de Raúl Rodríguez, en ese templo del jazz.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina