Revista Ñ

Artefactos y escenas para adivinar

En la galería Zmud, el artista Vicente Grondona presenta objetos de gran tamaño, autopartes reformulad­as y cuadros de técnicas inusuales.

- GABRIEL PALUMBO

Hay una pregunta que va y vuelve. ¿Cómo diferencia­r a un artista del que no lo es? Es una interrogac­ión difícil, que como todas las preguntas importante­s no tiene una sola respuesta. Una posibilida­d inicial es apelar a la emotividad: si conmueve, estamos frente a un artista. Si bien no es falso del todo, a menudo las emociones nos hacen trampa. Tal vez un posible paso adelante sea el de advertir en los artistas una extraña manera de reformular algunas cuestiones –viejas y nuevas– que son las que modelan la experienci­a artística.

La obra de Vicente Grondona ayuda a pensar estas preguntas centrales del mundo del arte desde un piso de contempora­neidad. Con la lectura de su obra se puede tener a mano una respuesta sobre las tensiones planteadas por la representa­ción y sobre los espacios formales del cuadro. Si bien su producción ha sido pasible de interpreta­ciones políticas, caracteriz­ándola como una expresión artística con un matiz poscolonia­l, lo que más resalta en ella es la ductilidad y la importanci­a de los materiales. El uso recurrente de materias primas no convencion­ales para el uso artístico, como el carbón y la seda, reversiona la antigua tensión entre lo clásico y lo contemporá­neo.

En la exposición de Grondona, que puede verse en la Galería ZMUD hasta el 18 de noviembre, el espectador puede plantearse estas preguntas o, sencillame­nte, dedicarse a mirar. En una muestra a escala humana, están reunidos nueve trabajos de buen formato entre los que destaca un sugerente colgante que combina sutileza con potencia metalúrgic­a en proporcion­es variables.

El nombre de la exhibición, Autopaisaj­e, resulta una buena síntesis. Las obras, todas de este año, recorren el usual universo de Vicente Grondona. En las pinturas sobre tela pueden verse esos trazos parecidos a grafismos que se conectan para formar algo más grande y más legible.

Combinació­n nada convencion­al entre la sofisticad­a porcelana oriental y el paisajismo europeo de finales del siglo XVIII, en realidad dibujan escenas que hasta pueden adivinarse como telúricas. Un árbol en medio de la llanura, un perro, unos caballos y personas dispuestas en solitario forman los paisajes del artista combinando, una vez más, distintas tem-

poralidade­s, tonos y discursos estéticos. Estos paisajes recuerdan vagamente –con menos definición figurativa– a Mauricio Rugendas o a los pintores nacionalis­tas menos académicos del nacimiento del arte argentino.

Si estos son los paisajes del título de la muestra, el colgante sirve para completarl­a. Se trata de una figura tridimensi­onal hecha de autopartes –madera, metal y carbón– de más de un metro por lado, que esconde la forma de una araña entre sicodélica y autóctona. Entre el muelle de un amortiguad­or y el trenzado metálico emergen un gran trozo de carbón y cinco cabezas talladas en el mismo material, con rasgos fuertes y angulosos que dibujan una figura que bien podría ser una estrella. Colgada en medio de la Sala 1 de ZMUD, domina la escena y nos hace girar en derredor.

Además de los paisajes y “Autopartes”, otras dos obras se distinguen en la muestra. En el primer espacio de la galería, que está dominado por la araña, hay una obra que es la más interesant­e de la exposición y que refuerza la importanci­a que tienen para Grondona la exploració­n y el juego con los materiales. Es una tela de lamé que el artista dejó en su taller expuesta al polvo de carbón que utiliza en sus trabajos.

Cuando estuvo cubierta de esa “suciedad” convertida en soporte, fue quitando con una aspiradora los restos de polvo, dibujando sobre él y dejando que apareciera el brillo de la tela. El resultado estético es espléndido, otra vez los grafismos dan paso a una estampa tranquila que logra mucha fuerza gracias al contraste entre el óxido surgido del lamé y los oscuros del polvo de carbón.

Detrás de la sala principal de la galería se abre un pasillo estrecho. Al fondo, una figura con evocacione­s totémicas ocupa todo el ancho y supera los dos metros de altura. Sobre un soporte rígido, Vicente Grondona construyó volumen montando una tela con carbón y pigmentos hasta lograr una base de trabajo que sale del soporte original como interpelan­do al espectador. Para alcanzar el resultado final, usó una amoladora de mano a modo de cincel, logrando un rostro agrisado y potente. La profundida­d de los cortes presenta un personaje un tanto más amable, sin que por ello pierda fuerza y expresivid­ad.

 ??  ?? Sin título. 2017, carbón y pigmento sobre tela montada sobre durlock, 240 x 112 cm.
Sin título. 2017, carbón y pigmento sobre tela montada sobre durlock, 240 x 112 cm.
 ??  ?? Autopartes. 2017, autopartes, carbón, madera y metal, 100 x 110 x 120 cm.
Autopartes. 2017, autopartes, carbón, madera y metal, 100 x 110 x 120 cm.
 ??  ?? Sin título. 2017, polvo de carbón sobre lamé, 190 x 140 cm.
Sin título. 2017, polvo de carbón sobre lamé, 190 x 140 cm.
 ??  ?? Sin título. 2017, óleo sobre seda natural, 130 x 285 cm.
Sin título. 2017, óleo sobre seda natural, 130 x 285 cm.

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