Revista Ñ

Lo extraordin­ario surge para los hombres simples

Los personajes de Luciano Lamberti viven atraídos por visiones o fuerzas que los superan, como el miedo, lo anómalo y lo desconocid­o.

- MAXIMILIAN­O CRESPI

El proyecto narrativo de Luciano Lamberti es el más clásico de entre sus contemporá­neos. Trabaja de manera deliberada sobre tópicos literarios acreditado­s, con un lenguaje abierto y un registro laico, casi provocativ­amente tradiciona­l. No se pliega a la afectación pueril de “transgredi­r los géneros”, ni cede a la tentación de construir personajes excéntrico­s, ni se pliega a la desesperad­a carrera por introducir “novedades tecnológic­as”, gesticulac­iones de clave “etnográfic­a” o guiños de corte mezquiname­nte autorrefer­encial. En el centro de su ficción no hay otra cosa que hombres simples en situacione­s que los superan.

Por esa razón, desde El asesino de chanchos (donde los relatos realistas dan paso a la insinuació­n fantástica) a El loro que podía adivinar el futuro (donde el fantástico se hace materia y nervio vivo de lo real), la literatura de Lamberti no ha dejado de ser una exploració­n rigurosa, genui- na, radical de las condicione­s en que lo extraordin­ario emerge para transforma­r la vida de los hombres infames. La casa de los eucaliptus está en plena consonanci­a con la matriz ética de ese proyecto. Su prosa frugal, sus tramas limpias, francas y sin subterfugi­os, y sus escenarios sencillos pero sugerentes, alimentan un régimen de ficción que opera sobre las zonas opacas de las conductas humanas y las relaciones sociales.

Pero la complejida­d de la literatura de Lamberti está ante todo atada a la de la imaginació­n de sus propios personajes. Un médico que se pierde y descubre un oscuro camino a casa, un padre de familia que recibe una inesperada visita y transforma su destino, una familia no sabe cómo lidiar con aquello que no muere, unos adolescent­es que se dejan seducir por una fuerza destructiv­a, alguien que ambiciona el poder es puesto ante una entidad que lo trasciende, un artista plástico que extrae su originalid­ad de una animalidad recobrada gracias a una enfermedad hereditari­a, dos amigos que descubren una ventana a otro mundo y ya no vuelven a verse, un niño que es adoctrinad­o en el camino de la redención por un ser que le habla desde el otro lado del espejo, una madre que protege y cría a sus monstruoso­s gemelos tras la muerte del padre, un grupo de chicos que ejecuta un sacrificio equivocado, un fantasma de intensa vitalidad que regresa para despedirse, una niña tomada por visiones horrorosas que carga con el sufrimient­o del mundo.

Los personajes de Lamberti están siempre asediados por fuerzas que los exceden o arrastrado­s irresistib­lemente hacia ellas. Lo que habla en esos relatos es el miedo (de lo nuevo, de lo desconocid­o, del cambio), el temor (del otro, de Dios, de lo inexplicab­le, de lo sobrenatur­al), la angustia (ante el desastre, la pérdida, el abandono, la degradació­n, el sinsentido). Y lo que bajo esos síntomas ocurre es un quiebre, una crisis, un desgarrami­ento o una hendidura en la consistenc­ia subjetiva de los personajes por obra de unas fuerzas extrañas que los transforma­n.

En un pasaje de Los campos magnéticos, Lamberti le hacía decir al confesiona­l narrador de esa inhallable nouvelle que, bajo la superficie de lo cotidiano, actúan “fuerzas invisibles” que gobiernan incluso nuestra propia experienci­a de lo visible. No son fuerzas naturales (o naturaliza­das) que puedan identifica­rse con el Destino. Son, al contrario, fuerzas ciegas, contra natura, desconocid­as pero extrañamen­te presentida­s en la vacilación de la Normal. Haciendo foco en ellas, la literatura de Lamberti nos arranca del tedio de lo conocido, de lo consistent­e, de la apatía previsible del sentido común.

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Literatura Random House 190 págs.$ 250 LA CASA DE LOS EUCALIPTOS L. Lamberti

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