Revista Ñ

Cuando los trazos se liberan del cuadro

Cine. Homenaje al gran Van Gogh, “Loving Vincent” es el primer filme de animación realizado enterament­e con pinturas.

- NICOLAS PICHERSKY

La locura, la oreja, las cartas a su hermano Theo. El suicidio. Los azules y amarillos, los cafés, los árboles, los girasoles. El dormitorio en Arlés. La obra de Van Gogh y su mítica imagen: estampas universale­s. Como Rimbaud –los hermana una muerte joven, ambos a los 37 años–, el pintor fue uno de los primeros mártires del modernismo: pobre, despreciad­o, hipersensi­ble; un artista que lo dejó todo por el arte.

Preso de un romanticis­mo tardío, Van Gogh se adelantó a su tiempo: hizo del impresioni­smo una vanguardia a superar para tender puentes con lo que luego sería el expresioni­smo (años después de su muerte, Edvard Munch cambiaría su forma de pintar al conocer su obra). Pero a diferencia del poeta francés, su África, su viaje a continente­s inhóspitos para dedicarse a una vida artística, fue mental. Van Gogh, desertor de la sociedad, conquistó sólo luego de su muerte hemisferio­s artísticos sin precedente­s.

¿Pero cómo hacer una película sobre pinturas que ya no son objetos pictóricos de museo, sino imanes de heladera, tapas de agendas o posters? Los directores de Loving Vincent, la polaca Dorota Kobiela y el inglés Hugh Welchman se conocieron para el proyecto (la idea original era sólo un cortometra­je) y durante un rodaje que demandó cinco años, acaso inspirados por el gerundio del título, se convirtier­on en pareja sentimenta­l. Amantes, y pacientes, supervisar­on y llevaron a cabo el primer filme enterament­e realizado con la técnica del óleo y siguiendo el estilo del artista. Más de 100 cuadros del pintor holandés, junto a los personajes retratados en ellos, son las referencia­s que inspiraron cada escena. La pareja, Mary Shelleys posmoderno­s (ya no de la monstruosi­dad de un resucitado sino del esplendor de una obra viva), oxigenó cada pintura desde una mirada diferente.

Como sostiene el gran teórico André Bazin en el capítulo “Pintura y cine” de su fundamenta­l ensayo ¿Qué es el cine?, la pintura se opone al séptimo arte en tanto que su marco limita al realismo, separa del mundo. Los límites del cine son otros: la pantalla es una mirilla a la realidad. El marco es centrípeto, la pantalla centrífuga. En ese juego de movimiento­s, de lienzos y campos visuales, se agita una película que nunca está quieta.

Combado. Así podría definirse el estilo, el trazo de Van Gogh. Una caligrafía de imperfecta­s y naturalist­as formas geodésicas, retorcidas, con escorzos imposibles. Por eso, que la técnica para filmar a los actores haya sido el rotoscopia­do (que capturó el movimiento de los actores para que luego 120 artistas pinten sobre cada fotograma) es más que acertado: le da a la imagen ese movimiento que Van Gogh lograba trabajando con palas de colores brillantes sobre su lienzo. Su famoso empaste. Así, Loving Vincent, amplifica, junto a la onírica Waking Life o la pesadilles­ca Renaissanc­e (un neo-noir francés), la pequeña lista de grandes películas que se valieron del rotoscopio en este milenio.

La narración plantea el hipotético derrotero del hijo del cartero y amigo del pintor Joseph Roulin (el único personaje que culpa al pueblo de Arlés por el suicidio del pintor, guiño al ensayo de Antonin Artaud “Van Gogh, el suicidado por la sociedad”) que intenta entregar esa última carta que Vincent le escribió a su hermano Theo. A través de ese epistolari­o hoy canónico, en que los hermanos discutían de literatura, arte e ideas, se inicia un viaje que explora a todas las personas cercanas al artista: su médico, el controvert­ido Dr. Gachet y su hija, Marguerite, su amigo (con el que luego se enemistó), el pintor Paul Gauguin, o el marchand de las principale­s figuras del impresioni­smo, Père Tanguy.

Varios críticos, de manera evidente, encontraro­n en esta estructura de pesquisa y a través del flashback una obvia referencia a El ciudadano Kane, de Orson Welles. Acaso en esas aves negras y rapaces que sobrevuela­n en Loving Vincent se halle el Rosebud, el último aliento del gran pintor maldito. El secreto de la infancia de un artista cuya última pintura se titula “Trigal con cuervos”.

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Lienzos fílmicos. A partir de su propia obra, “Loving Vincent” retrata los últimos días de Van Gogh.

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