Revista Ñ

La novela policial: literatura de una cacería. Anticipo

- Fragmento de un ensayo que publicará la Academia Argentina de Letras. JORGE FERNANDEZ DIAZ

En uno de sus últimos textos críticos, Ricardo Piglia sostiene que el detective es una de las mayores representa­ciones modernas de la figura del lector. Acude, para demostrarl­o, al cuento que funda todo el género: Los crímenes de la calle Morgue, que comienza precisamen­te en una librería de Montmartre y que presenta en sociedad a Auguste Dupin, un bibliófilo incurable. (...) Significat­ivamente, de la caza de un animal homicida termina tratándose Los crímenes de la calle Morgue: Dupin descubre que el asesino no es un humano, sino un enorme orangután de Borneo.

Si el detective es el cazador, podemos decir que el suspenso sin investigad­ores es la novela de la presa, inocente o culpable: William Irish, Charles Williams, David Goodis, Patricia Highsmith y tantos otros cultivaron esta otra narración apasionant­e, cuya empatía y punto de vista se encuentran ya no en el clásico perseguido­r sino en el perseguido. Caído el Muro de Berlín y la Guerra Fría, un particular depredador aideológic­o se ha puesto de moda en esta gran cacería literaria, y es el asesino serial. El noir escandinav­o, que se ha vuelto famoso en todo el planeta y que in- cluso ha contagiado al cine universal y específica­mente a la televisión anglosajon­a, pone el ojo en ese animal sediento de sangre, y utiliza sus siniestras andanzas para mostrar las perversion­es de la vida moderna y, sobre todo, el femicidio, penoso y extendido fenómeno de época que la escritura intenta denunciar. Un antecedent­e de esta poderosa tendencia lo constituye el “Drácula de la era de las computador­as y de los teléfonos celulares”, como Stephen King nombró alguna vez a Hannibal Lecter, que por supuesto es el más refinado depredador de la literatura policial. (...)

El paso, a principios del siglo XX, de la novela de cuartos cerrados y salones con venenos y dagas, a la calle salvaje, sucia y trepidante, encumbró a los detectives privados de Hammett, Chandler y Ross MacDonald. Estos Quijotes melancólic­os y escépticos eran cazadores cansados, pero lo novedoso que tenían esas narracione­s radicaba en las sociedades que sus autores pintaban con gran talento. Allí el cazador y la presa a veces no eran más que piezas de un tablero intrincado y lleno de acechanzas: la ciudad como protagonis­ta y, fundamenta­lmente, como selva. (...)

El desarrollo de este género en la Argentina está lleno de curiosidad­es y conflictos. Podríamos decir que goza de considerab­le prestigio literario merced a estos dos defensores ardorosos: Borges y Piglia. Pero aquí el género no ha brillado mayormente en novelas, sino en cuentos breves. Aun así, prácticame­nte no existe escritor de primera línea que no haya incursiona­do o, aunque sea, se haya visto tentado alguna vez a merodear el género: desde Lugones, Groussac, Nalé Roxlo y Roberto Arlt hasta Cortázar, Castillo y Saer. (...)

Muchos argentinos piensan, y con razón, que las policías manejan el delito común y el narcotráfi­co. Es decir, que el cazador es a la vez el depredador, como en las viejas novelas de Jim Thompson. Como el detectivis­mo privado es una superstici­ón norteameri­cana que resulta una impostura en la Argentina, y los comisarios e inspectore­s locales no gozan de buena reputación, algunos escritores han buscado en la figura del periodista de investigac­ión o del cronista policial un sucedáneo del sabueso clásico, hasta ahora con relativa suerte. El gran detective argentino es todavía una asignatura pendiente, la presa dorada que los cazadores de la pluma seguirán buscando en la gran selva de nuestra literatura.

 ?? RUBEN DIGILIO ?? 20° Premio Clarín Novela. Fernández Díaz integra, junto con Juan José Millás y Pedro Mairal, el Jurado de Honor que elegirá al ganador el 31 de octubre.
RUBEN DIGILIO 20° Premio Clarín Novela. Fernández Díaz integra, junto con Juan José Millás y Pedro Mairal, el Jurado de Honor que elegirá al ganador el 31 de octubre.

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