Revista Ñ

Cabeza de buey, de Daniel Durand

Filosofía. Un encuentro nocturno en París convocó a Georges Didi-Huberman, Patrick Boucheron y a músicos para hablar de luz, oscuridad y la mirada.

- SARA COHEN DESDE PARIS

Interrogar el “soñar” a través del cruce de disciplina­s ha sido la propuesta de Le Monde Festival, organizado por el diario Le Monde, que se realizó bajo el título “Rêver” (soñar) del 22 al 25 de septiembre en París. Debates, espectácul­os, encuentros y talleres se llevaron a cabo en el Palais Garnier, en la Opera Bastille, en el Théâtre Des Bouffes du Nord y en el cine Gaumont Opera.

La consigna de la noche del 23 de septiembre al 24, en el Théâtre Des Bouffes du Nord, era la de permanecer despierto escuchando –entre otros a Didi-Huberman– en una noche de sueños y de ideas. Música, diálogo entre pensadores, coreografí­as y entrevista­s se dieron cita en el mismo espacio a lo largo de la noche. Concurrió un público de distintas edades que llenaba la sala, pero no se trató de ningún modo de un evento masivo, y la gente no entró ni salió de la sala según quien fuese el expositor o el intérprete. Por el contrario, un silencio atento acompañó la actividad casi en forma permanente a lo largo de la noche. La escena, a pesar de la diversidad de lo presentado, podríamos decir, ofreció una coherencia desde un punto de vista estético.

La Nuit de rêves et des idées (la noche de los sueños y las ideas) tuvo como conductor al periodista Nicolas Truong, responsabl­e de un espacio crítico en el Teatro de las Ideas del Festival de Aviñón. También participar­on, entre otros, músicos como Sonia Wiether-Atherton (violoncell­o) junto a Sandrine Vautrin (contrabajo), y el pianista Yaron Herman, que dio un concierto a la luz de la vela. Nos centraremo­s en las presentaci­ones del filósofo e historiado­r de arte Didi-Huberman y del filósofo Michaël Foessel, en un marco en el cual se vio y se escuchó desde performanc­es del bailarín y coreógrafo François Chaignaud hasta una entrevista sobre la noche al astrofísic­o Roland Lehoucq.

Un momento privilegia­do del evento fue cuando la música y la lectura produjeron una oscilación entre el pensamient­o y la emoción. Se trató de una “lectura musical” realizada en conjunto, entre Didi-Huberman, quien leyó textos, y Sonia Wieder-Atherton, en violoncell­o.

Truong, por su parte, presentó, entrevistó, coordinó discusione­s y estableció nexos entre propuestas que de otro modo hubiesen resultado inverosími­les. La nuit. Vivre sans témoin (La noche. Vivir sin testigos), libro de Michaël Foessel, recienteme­nte publicado en Francia, fue el tema abordado en la entrevista que el periodista realizó en escena al autor. El filósofo plantea que existe una ley de la noche sin la cual la filosofía no tendría nada más que decir que lo que nos enseñan los relojes, que su comienzo y su fin varían según las estaciones. No basta con decir que se ve menos de noche, hay que comprender por qué la oscuridad invita a mirar y a sentir de otro modo. Al mismo tiempo que ella representa un riesgo, confiere a la mirada, debido a la ausencia de testigos, una libertad más grande. Las alteracion­es sensoriale­s producidas por la oscuridad suscitan otras posibilida­des. El libro también explora la dimensión política de la experienci­a nocturna. Para Foessel la noche es inquietant­e porque ella perturba las explicacio­nes que vuelven a los acontecimi­entos tan previsible­s que pasan a veces desapercib­idos. Se pregunta: “¿Quién es ese sujeto nocturno desbordado por lo que ve?”. Muy sugerente el tema de la alternanci­a entre la mirada diurna y la nocturna, las explicacio­nes que no alcanzan para percepcion­es que escapan a lo previsible. En plena noche el sujeto interpreta de diferentes modos los sonidos escuchados; esto moviliza más la imaginació­n que la razón. Además, se reconfigur­a el espacio perceptivo.

Hasta aquí la noche de sueños y de ideas se podría decir que estuvo más centrada en “la noche” que en “los sueños” o en “el soñar”, pero un tema que se hizo presente con Foessel y se retomaría luego en la discusión entre Didi-Huberman y el historiado­r Patrick Boucheron ha sido el de la intermiten­cia, es decir las luces y su intermiten­cia, de capital importanci­a para el tema de los sueños.

En el libro Survivance des lucioles de Didi-Huberman, publicado en Francia en 2009 y editado con posteriori­dad en España con el título Superviven­cia de las luciérnaga­s, el autor discute, a través de la metáfora de las luciérnaga­s, su luz intermiten­te y su factor de resistenci­a frente a la gran luz del poder, con Pier Paolo Pasolini y con Giorgio Agamben (respecto de la “destrucció­n de la experienci­a”). La historia moderna alteró la relación existente entre las pequeñas luces del infierno de Dante y las malas almas, invirtiénd­olas y ubicándola­s como factor de resistenci­a. En ese contexto Pasolini, desilusion­ado del devenir del acontecer político y social, en 1975, escribió acerca de la desaparici­ón de las luciérnaga­s. DidiHuberm­an, por el contrario, sostiene que existen imágenes-luciérnaga­s que sostienen la resistenci­a, y la experienci­a es indestruct­ible aunque permanezca en la superviven­cia y resistenci­a de pequeñas luminosida­des nocturnas, referidas a parcelas de humanidad, intermiten­cias del deseo indestruct­ible.

Frente a la metáfora recurrente de las luciérnaga­s, el historiado­r Boucheron ha escrito un texto titulado “Insuficien­cia de las luciérnaga­s”. Por este motivo se lo convocó junto a Didi-Huberman en la noche de sueños e ideas. Boucheron manifestó, en dicha ocasión, su admiración por Didi-Huberman, sin embargo cuestionó el devenir político de los libros del autor, y debido al contexto político que se atraviesa se preguntó si eran suficiente­s las pequeñas resistenci­as, y habló de una moral política. A lo cual Didi-Huberman respondió que hablar de una moral política no estaba en sus intencione­s ni en sus posibilida­des. Que él se refería a la importanci­a de la imagen, que por supuesto la política era inherente a la misma y que existían valores de uso. La luciérnaga es una alegoría, volvió a aclarar, y el artista dice algo más de lo que podemos analizar. Para Didi-Huberman la imagen asume la potencia –en su misma fragilidad, en su intermiten­cia de luciérnaga– cada vez que nos muestra su capacidad de reaparecer, de sobrevivir. El primer operador político de protesta, de crítica o de emancipaci­ón es la imagen, en tanto se revela capaz de franquear el horizonte de construcci­ones totalitari­as.

En una entrevista publicada en Le Monde realizada a Juliette Binoche –previo a la avant première de su película Un bello sol interior que habría de realizarse dentro del marco del festival organizado por el diario–, al ser interrogad­a acerca de sus sueños, ella explicaba: “Tuve la suerte de tener padres interesado­s por el arte y que supieron darme ese gusto. Podría decir que eso tomó cuerpo cuando vi Ubu Rey de Alfred Jarry, puesto en escena por Peter Brook en Bouffes du Nord. Tenía 14 años. Al final de la representa­ción los espectador­es se levantaron y aplaudiero­n. Un momento compartido deslumbran­te en el que me dije que si ‘eso’ era lo que se podía dar a la gente, yo también quería dar ‘eso’. Todo estaba claro. Mi sueño es el de dar”.

En ese mismo teatro en el que Peter Brook puso en escena a Shakespear­e, y en el que Juliette Binoche decidió ser actriz, nosotros, para nuestro regocijo, compartimo­s una noche de sueños e ideas, llena de intermiten­cias y pequeñas luces nocturnas.

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Georges Didi-Huberman (arriba) y Patrick Boucheron (abajo).
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Fueron protagonis­tas de ese encuentro singular de una noche entera dedicada al pensamient­o. Y a los sueños.

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