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Tigre. Con apoyo del Municipio, la Fundación Pan Klub puso en valor la casa donde el artista vivió y trabajó sus últimos años.
Ascender por esa frágil escalera, atravesar la angosta puerta roja de madera y penetrar en la luz y en los planos y líneas de color de ese primer ambiente –que es a la vez cocina y living– de Li-Tao es un poco como meterse en una obra de Xul Solar. Y en los últimos años de su vida. Hemos llegado hasta allí, invitados por la Fundación Pan Klub, la Secretaría de Cultura de Tigre y el MAT (Museo de Arte Tigre), para conocer la casa donde el artista trabajó y vivió desde fin de los cincuenta hasta su muerte, en 1963, que acaba de ser restaurada y puesta en valor después de años de abandono. Y ahora recorremos su arquitectura austera y acogedora, los espacios que él mismo diseñó, observamos los muebles y objetos de decoración que él fabricó. Algunas herramientas y utensilios domésticos. El lugar es tan personal, tan cargado de intimidad, que es imposible no sentirse un poco intruso.
El nombre de la casa, Li-Tao, en el que Xul condensó los nombres de su mujer, Lita (Micaela Cadenas), y Tao (camino, en chino). A partir de ese nombre, uno podría imaginar que esa casa que ambos compraron en 1954 en la confluencia del Río Luján y el canal Villanueva, fue el camino de Lita. Quizá haya algo de eso: existe la versión de que Xul era sumamente seductor con las mujeres y que la mudanza a este lugar de Tigre –que a fines de los 50 debe haber sido realmente aislado– fue la manera infalible que Lita encontró de apartar de cualquier aventura al amor de su vida.
Xul Solar (Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, San Fernando 1887-Tigre 1963) fue un hombre fuera de serie. Su amigo Borges lo definió de esta manera: “Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singulares de nuestra época”.
La casa en sí misma todavía no está abierta al público –faltan algunos pequeños arreglo–, pero es posible recorrer el predio, el jardín, el bosque que Xul creó alrededor de la casa con casuarinas, robles y frutales y visitar otra construcción de madera en el mismo estilo, que funciona como centro de información e interpretación. Allí uno puede enterarse, por ejemplo, de que en Li-Tao el artista pintó más de 250 obras, en particular una serie de grafías en las que plasma su propuesta de relación entre la pintura y la escritura. Junto a la firma, Xul dejaba constancia de que esas obras eran realizadas allí.
Además de esta casa en Tigre, la Fundación Pan Klub es propietaria de la casa porteña de Laprida y Mansilla donde vivía el artista y donde hoy funciona el Museo Xul Solar. La fundación administra ambos lugares con dificultad económica: no recibe aportes públicos ni privados. Sólo algún apoyo que consigue a través de la ley de Mecenazgo para financiar algunos de sus proyectos. Sin embargo, las actividades en el museo son intensas.
“La idea –explica Mariana Povarché, vicepresidente de la fundación– es un poco resucitar el Pan Klub, el club cultural que soñó y creó Xul. Por eso hacía teatro de títeres, se juntaban a leer poesía, tocaban instrumentos... Nos proponemos volver al espíritu de lo que él soñó”. Por ahora se hicieron en la casa de Laprida ciclos de jazz, actividades vinculadas con la astrología, funciones de teatro (la próxima será el 17 de noviembre). “Queremos que en el museo se crucen las disciplinas, los intereses y las actividades –insiste Povarché–. La idea es darle vida. Xul ha escrito más de una vez que quería que su museo estuviera lleno de gente”.