De corrosiva vigencia, sobre una muestra de Alberto Heredia.
Ultimos días para visitar en Del Infinito una contundente muestra de Alberto Heredia, cuya obra no ha perdido ni un poco de poesía, potencia crítica o actualidad.
Hay furor e inteligencia, clarividencia y humor en la impresionante obra de Alberto Heredia, que revela universos siniestros, poblados de seductoras abominaciones certeramente resueltas. En Galería del Infinito se exhiben 31 una piezas –18 dibujos/collage, una pintura, doce objetos, en excelente estado de conservación–, que subrayan su corrosiva y consistente actualidad.
Heredia construye objetos, cajas, esculturas con las que, aún hoy, participa del debate cultural que, por supuesto, incluye lo religioso, político y sexual. El asombroso arco de materiales de descarte o de uso cotidiano –metales, madera, juguetes, pintura, vendas, yeso, prendas, zapatos– utilizado por el artista, a partir de los años sesenta, da cuenta de su heterodoxia. Los trabajos expresan una mirada honesta y brutal. Despliegan imágenes desoladoras en las que es posible, sin embargo, hallar una salida. El arte reina en estas obras y la poesía subraya pero también remonta el horror que relatan.
Tras un paso breve por algunas escuelas de arte, el escultor y pintor se decretó autodidacta y completó su mirada y formación con los artistas concretos –los hermanos– Iommi y Girola y con los cursos que daba Jorge Romero Brest en la librería Fray Mocho. Luego de transitar primero por la escultura figurativa rompió tempranamente con la escultura tradicional, pasó brevemente por la concreta, y se abocó a crear objetos escultóricos de atroz sinceridad, anticipatorios de la terrible década del setenta.
En las obras desplegadas en Del Infinito puede verse que, a partir de comienzos de los sesenta, Heredia parece indicar que el mundo está en decadencia. En
su arquetípica serie Cajas de camembert (hay una en exhibición) el artista emplea el envoltorio redondo de ese queso, caracterizado por su penetrante olor, y lo llena de diversos elementos en distintos estados de degradación. La obra consiste en cajas dentro de cajas con sorpresas nada agradables, como muñequitos desmembrados, pelos, huesos. Metáfora del estado de las cosas, esas 16 cajas fueron concebidas en 1962 entre París y Amsterdam, adonde había viajado tras su inicial radicación en Madrid en 1960; las “camembert” fueron presentadas a su regreso a Buenos Aires en 1963 en Galería Lirolay.
Su primera exposición individual fue en galería Galatea, en 1960. Aunque antes había representado al país en la Bienal de San Pablo 1957. La pieza más antigua en exhibición aquí es una técnica mixta sobre papel, “Sin título” (1961) de tinte neoexpresionista, tendencia que marcó sus trazos de esos años. Hay varios dibujos de 1967, incluidos un par de la Serie de los monstruos; collages con fotos y dibujos de 1968; obras conceptuales como “Caja de palabras” (1969), de acrílico, con estas leyendas: “¡Sean sucios, pero azucarados jamás!” y “Desabroche el cerebro tan a menudo como la bragueta”.
La violencia y la muerte también están sugeridas en las piezas de los setenta, que reflejan la agitación política y el terrorismo. Precisamente, el artista fue amenazado por la banda parapolicial Triple A por “bolche, homosexual y drogadicto”. Aquí se presentan una críptica obra “Sin Título”, que suma un solo zapato.
Las dos de la serie Lengua (1972), asquerosa representación del órgano en una boca que grita ¿de espanto?, y otro par de piezas de Amordazamientos (1974), con sofocantes trapos sobre las dentaduras expuestas, parecieran remitir al terror que crecía en el país. Puro diente también en una de Serie de Los Sexos (1974), con una boca ávida e insatisfecha.
Las tres tintas, acuarela y lápiz sobre papel de Ricky y el pájaro (1976), anticipan y remiten a la formidable escultura del mismo nombre, 1977. Es una figura humana vestida con harapos y botas, con cabeza de cruel ave de rapiña. Sexo y religión en los dos profanos retablos de 1980 con que concluye la muestra: estructuras plateadas que custodian un “Slip” y una “Camiseta”.
Su última muestra fue en 1998, organizada por Laura Buccellato, entonces a cargo de la dirección del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, institución que custodia parte de su obra y archivo.