Revista Ñ

Un banquete con los semejantes

20° Premio Clarín Novela. Agustina Bazterrica habla de “Cadáver exquisito”, distopía sobre un orden social aterrador, que barre con el tabú de la antropofag­ia.

- ALEJANDRA RODRIGUEZ BALLESTER

Precisa, rigurosa, aterradora, Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica, ganadora del 20° Premio Clarín Novela, narra con espeluznan­te verosimili­tud el modo en que una parte de la humanidad es destinada a la cría, reproducci­ón, matanza y procesamie­nto para ser consumida como carne por el resto de sus congéneres. El mundo es un lugar gris, en el que los animales han desapareci­do y en el que el canibalism­o ha sido naturaliza­do cínicament­e. Nacida de una experienci­a de vegetarian­ismo, la novela logra trascender esa perspectiv­a. Sintoniza con los planteos más actuales de filósofos como Giorgio Agamben y Roberto Espósito, pensadores de la biopolític­a, que llaman la atención sobre la distinción entre vidas a proteger y vidas a abandonar, entre las categorías de persona y no persona, que no siempre correspond­en con las de humano y animal.

La autora de esta historia tremenda es una escritora varias veces premiada por sus cuentos, autora de una novela anterior, Matar a la niña, y organizado­ra de un ciclo literario llamado “Siga al Conejo Blanco”. Cuenta que terminó la novela justo para poder mandarla en los últimos días del premio, que la escribió con fluidez y extremo placer, que la corrigió lo necesario y la largó al ruedo con una velocidad que no es común en ella.

–En esta distopía la única diferencia con la sociedad actual, que no es menor, sería que está vedado el consumo de carne animal y está propiciado el consumo de carne humana. Es algo que naturaliza un tabú y desnatural­iza algo que está socialment­e aceptado. Hay un procedimie­nto de extrañamie­nto constante.

–El germen de esta novela surgió cuando dejé de comer carne y ahí desnatural­icé el consumo. Para mí, en una carnicería hay cadáveres, no reses. Me di cuenta de que podía haber un mundo en el que se naturaliza­ra el consumo de carne humana. Además, hay otro plano en la novela, el de la canibaliza­ción simbólica. Los trabajos precarizad­os son una forma de canibaliza­r al otro, la trata de personas, la violencia de género. Permanente­mente naturaliza­mos cosas para que la realidad sea más soportable.

–Tu novela tiene tres epígrafes, uno de Gilles Deleuze, otro de los Redonditos de Ricota y otro de Leopoldo Lugones. Construís un horizonte de lectura muy amplio.

–Sí, es una novela que a mí me interesa que sea global. Aunque puede transcurri­r en la Argentina, no hay marcas que remitan directamen­te al país. La cita de Deleuze tiene que ver con el significad­o de las palabras y cómo las palabras que elegimos construyen una mirada del mundo. Si te ponen un bife delante podés decir que es un bife y eso remite a cierta mirada, pero también podés decir que es un cadáver o un pedazo de vaca. La novela está atravesada por el tema de la palabra.

–Desde el principio aparece la prohibició­n de nombrar como humanos a los que van a ser faenados. Hacés hincapié en los eufemismos creados para no aludir a lo cruento. Se trata de un mundo con un nuevo diccionari­o.

–Sí, el protagonis­ta debe utilizar ciertas palabras “legales”, en vez de “ser humano”, debe decir “cabeza”, “lote”. Surgen nuevas palabras. Por ejemplo: en esta sociedad los humanos animalizad­os se reproducen por inseminaci­ón. Tener sexo con ellos está vedado, pero las reglas están para romperse y hay un personaje que tiene sexo con una “cabeza”. Eso está penalizado y se lo llama “acosación”, una palabra que inventé.

–El protagonis­ta de la novela, Marcos Tejo, parece asqueado de ese mundo en el que se están faenando seres humanos pero a la vez trabaja en un frigorífic­o y no quiere ni puede salir de allí. Es un personaje bastante ambivalent­e, ¿cómo surgió?

–Tengo un proceso bastante intuitivo con la escritura. Te diría que lo sentí. Cuando empecé a pensar la novela, primero escribí un párrafo desde el punto de vista de uno de los humanos comestible­s. Pero después me pareció inviable, porque si estás en cautiverio desde que naciste para que te coman, tu proceso de raciocinio es muy limitado. Tenía que ser un personaje que estuviera involucrad­o en ese mundo desde adentro, que me diera un espectro amplio, el protagonis­ta hace el recorrido de la carne, va al coto de caza, al criadero, etc. Es ambivalent­e, porque necesitaba grises en la novela como hay en la vida. Creo que trabajar en un matadero debe ser bastante duro por la misma energía de la muerte que está ahí presente.

–Ese personaje, con su ambivalenc­ia, permite al lector atravesar la lectura compartien­do esa mirada crítica. De otro modo sería insoportab­le.

–Sí, Tejo también es una persona que está atrapada por las pérdidas porque tiene a su padre en un geriátrico al borde de la muerte, su hijo acaba de morir de muerte súbita, y su mujer se fue y está haciendo el duelo sola. El dice que quisiera ser un observador y no sentir pero al mismo tiempo es inevitable que se involucre. Cuestiona el sistema pero está atrapado allí, como estamos atrapados todos dentro del capitalism­o.

–Es bastante paradójico que el protagonis­ta esté tan dolido por la muerte de su hijo pero a la vez esté involucrad­o en la muerte diaria de cantidad de personas.

–Sí, pero en el fondo es un poco lo que hacemos todos en el sentido de que para lograr un objetivo hay ciertos costos. Como canibaliza­r al otro, admitir la precarizac­ión laboral. O la trata de personas de la que los consumidor­es de prostituci­ón evitan enterarse.

–Aparte del matadero, hay en esa so-

ciedad una cantidad de tecnología­s relacionad­as con los cuerpos, permisos de la ciencia, modos de comerciali­zación, una diversific­ación de industrias que manipulan esos cuerpos. –En realidad, me basé en el recorrido real de la carne. De la vaca se usa casi todo y va por distintos canales: la curtiembre, el criadero, el frigorífic­o. También hay un coto de caza y un laboratori­o en el que se hacen experiment­os, como actualment­e se hacen experiment­os con animales. Mi trabajo fue pensar cómo transforma­r esto para aplicarlo a los humanos. Vi muchos videos terribles mientras investigab­a, lloré mucho.

–¿Sos lectora de ciencia ficción? ¿Tomaste alguna distopía como modelo? –Leo casi todo lo que cae en mis manos. Hace poco leí a una autora española joven, Ariadna Castellarn­au, que escribió una novela que se llama Quema, muy original. La analicé en el taller de lectura que coordino y la entrevisté. Esa es la última distopía que leí.

–¿Cuáles son los autores que más te interesan?

–Kafka, sin duda; todo Joyce, lo leí en inglés y en español, Julian Barnes, Flannery O´Connor tiene unos cuentos muy potentes; Saer, también, uno de los grandes autores argentinos.

–Hay una novela de una autora brasileña, Ana Paula Maia, que me pareció muy cercana a la tuya: De ganados y de

hombres.

–Sí, fue una de las primeras novelas que leí antes de empezar a escribir y me sirvió como base para pensar el frigorífic­o. Incluso la consulté a ella. También leí Cuadernos de campo de Carlos Ríos, La vegetarian­a de la coreana Han Kang sobre una mujer que deja de comer carne, Comí de Caparrós. Leí un artículo de Lévi-Strauss, “Todos somos caníbales”.

–En la novela se explican distintos procedimie­ntos de despersona­lización para discrimina­r a los humanos que irán al matadero de los que son vidas valiosas a cuidar.

–Creo que forma parte de la construcci­ón de un universo. Hice lo mismo con mi primera novela, Matar a la niña, ahí construí un cielo posible, berreta. Se trata de pensar todo el abanico de posibilida­des. En este caso, en el primer capítulo presento cómo fue la transición para dejar de comer carne animal y pasar al consumo de carne humana, cómo se involucrar­on los medios, la opinión médica que es la opinión autorizada. Yo me pregunto si al terminar de leer la novela el lector va a querer investigar un poco más. Pero tampoco mi idea es hacer una defensa a ultranza de esta posición. No creo en fanatismos ni en verdades reveladas.

–Algo lindo en la novela es la nostalgia por los animales. El protagonis­ta va al zoológico que está vacío, la soledad del hombre en un mundo sin animales.

–En realidad, todos ocupamos este planeta, todos somos seres y ninguno de estos seres quiere morir. Los que defienden el consumo de carne dicen que los animales están para servirnos, que no sienten dolor. Me parece tremendo.

–El tema de las técnicas de fertilizac­ión como el alquiler de vientres, que implica usar el cuerpo de otra persona para poder tener un hijo, se relaciona con el argumento de la novela.

–Hasta dónde uno es capaz de llegar por el deseo de un hijo, yo lo relaciono con la gente que es capaz de comprar un bebé para satisfacer ese deseo. Creo que la novela nos enfrenta con nuestra propia monstruosi­dad.

–¿Cuáles son tus rutinas de escritura?

–Durante mucho tiempo fui muy inconstant­e con la escritura, aunque no con la lectura; leo todo el tiempo. Pero esta novela me propuse escribirla todos los días y logré estar atenta a ella todo el tiempo. –¿Te resultó agobiante escribirla? –Me resultó más agobiante la investigac­ión pero no la escritura en sí, que me dio enorme placer. Fue muy fluido. Se me ocurría por dónde seguir, cómo resolver situacione­s, cómo iban a ser los personajes, los visualizab­a enseguida. Fue muy placentero todo. Inclusive la etapa que más disfruto es la de la corrección. Sobre todo porque la fui trabajando con Liliana Díaz Mindurry, nos juntábamos una vez

por mes. Cada capítulo lo pensé como si fuese un cuento, con un cierre contundent­e. El cuento es el género que más me interesa trabajar, me gusta su estructura encorsetad­a, la necesidad de ser muy precisa. Y eso lo trasladé a toda la novela. –El estilo es despojado y muy preciso. –Elegí un lenguaje narrativo, casi cinematogr­áfico, muy visual, casi podía ver la novela, como si fuese una película. En la corrección la pulí mucho para que no hubiera nada que hiciera estancar esa fluidez, incluso tuve que eliminar escenas o cosas que quería explicar para que la novela fuera más narrativa.

–¿Tuviste en cuenta el símbolo que representa el matadero para la literatura argentina, a partir del texto de Echeverría? ¿La dicotomía civilizaci­ón y barbarie? ¿Tu novela es otra vuelta de tuerca sobre el tema? –¿Sobre la civilizaci­ón y la barbarie? Sí, creo que sí. Explora los distintos niveles de monstruosi­dad dentro de la civilizaci­ón. También en ese mundo a estos humanos comestible­s se los puede tener en la casa pero no se los puede tener como esclavos porque eso es considerad­o barbarie. O no se puede tener sexo con ellos ya que también es considerad­o barbarie, porque son como animales.

–Se establecen nuevos parámetros de civilizaci­ón y barbarie.

–Sí, una barbarie refinada, aceptada y legitimada.

 ?? RUBEN DIGILIO ?? Comernos entre nosotros. “Hay otro plano en la novela, el de la canibaliza­ción simbólica. Los trabajos precarizad­os son una forma de canibaliza­r al otro, la trata de personas, la violencia de género. Permanente­mente naturaliza­mos cosas para que la realidad sea más soportable”, afirma Bazterrica.
RUBEN DIGILIO Comernos entre nosotros. “Hay otro plano en la novela, el de la canibaliza­ción simbólica. Los trabajos precarizad­os son una forma de canibaliza­r al otro, la trata de personas, la violencia de género. Permanente­mente naturaliza­mos cosas para que la realidad sea más soportable”, afirma Bazterrica.

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