Preguntas que dejó Graciela Sacco
Sus obras, a menudo interferencias en el espacio público, señalan tensiones y demuelen certezas.
No sé si el arte tiene una misión. Pero si la tuviera, me encantaría que fuera esta: interferir el espacio para instalar preguntas”. Así definía Graciela Sacco –en diálogo con Diana Wechsler– cómo sentía su labor, su quehacer artístico. El domingo pasado la artista nos dejó la lucidez de sus obras y sus preguntas.
Sacco murió en la madrugada del 5 de noviembre en su Rosario natal, víctima de un cáncer al que había vencido pero que volvió inesperadamente.
Graciela Sacco fue una artista gráfica, una persona ligada al arte impreso, específicamente a las nuevas formas expresivas, experimentales, vinculadas al grabado contemporáneo y, por lo tanto, a la obra múltiple, abierta, reproducible, que se multiplica de formas diferentes pero siempre con una misma matriz, sobre papel, sobre vinílico, sobre PVC, sobre muros, sobre maderas, sobre metales... Como puede verse ahora mismo en “Tensión admisible”, el trabajo de la artista rosarina exhibido en Trazas simultáneas, la exposición en la Embajada de Brasil, que es parte de BIENALSUR: un cuchillo clavado en la pared, y en uno de sus costados un par de ojos oscuros impresos sobre el metal. Una mirada que se refleja como un espejo, por efecto de la luz, sobre el muro. Un trabajo simple, pequeño y efectivo. Shockeante.
Otro gran interés de Sacco que fue creciendo a lo largo del tiempo fue, sin dudas, su voluntad de trabajar, de expandirse con sus preguntas en el espacio público. Sus obras terminaban de tener sentido cuando se instalaban, más que en las salas de un museo o de un centro cultural, en lugares inesperados: podía ser una pared abandonada, o pegadas con engrudo sobre los afiches publicitarios de una campaña poíitica; en los escalones de un antiguo puente italiano... Esto fue clarísimo con su serie Bocanadas, bocas abiertas (¿gritando? ¿pronunciando? ¿reclamando? ¿expresando?). Y así sucedió con estos trabajos y otros, con las “interferencias” que Sacco realizó en varios países, además de la Argentina. Graciela sentía el término “intervención” como invasivo y prefería entonces hablar de “interferencias” públicas, que “hacen ruido sobre situaciones”. Recordemos: año 2001, Bienal de Venecia. Cientos de ojos impresos sobre una película transpartente autoadhesiva se repartían por toda la ciudad, interpelando a quien pasara caminando por allí. Se trataba de Entre nosotros, cientos (¿miles?) de grabados impresos por la artista rosarina. Pares de ojos negros (¿asiáticos? ¿albanos? ¿latinoamericanos?) que observaban de manera lacerante al público europeo. En medio de una crisis inmigratoria que ya había comenzado, esto era parte fundamental del proyecto y de los intereses de Sacco en la Bienal y en relación a su producción.
“Me gusta mucho trabajar esta tensión entre el adentro y el afuera”, declararía la artista años después, en 2015, durante su muestra antológica curada por Wechsler en Bogotá, en el Museo de Arte del Banco de la República. “Pero me pregunto –insistía– ¿en qué lugar se aloja lo artístico?, ¿cuál es el lugar para lo artístico?, ¿la calle?, ¿el museo? ¿Allí se aloja la pregunta del artista? ¿O es en otro lado...?” A lo largo de años de trabajo, sus producciones muestran esa preocupación con absoluta claridad.
Cuerpo a cuerpo (de 2014, imágenes de manifestaciones impresas sobre madera) muestra otro eje de su obra y de ella misma: las personas comunicando; las personas desplegándose; la multitud expandiéndose. O como la recuerda ahora, emocionada, Wechsler, curadora y amiga: “Graciela Sacco, poniendo el cuerpo, siempre”.