Revista Ñ

Ilustres (des)conocidos

ADOLFO ARRIETA Y ŽELIMIR ŽILNIK

- R.K.

Cada festival de cine explicita su política editorial a partir de sus retrospect­ivas y focos. En las últimas ediciones, el Festival de Mar del Plata había mostrado una coherencia firme en la materia. Basta con mencionar los siguientes nombres: Marlen Khutsiev, Aleksei German, Masao Adachi, Alexander Dovzhenko, Kidlat Tahimik.

Un austero foco (solamente cuatro películas esenciales) del extraordin­ario Maurice Pialat y otro un poco inexplicab­le dedicado a Claude Lelouch hubieran sido insuficien­tes si este año el festival no ofreciera ponerse al día con dos directores magníficos y poco conocidos entre nosotros: Adolfo Arrieta y Želimir Žilnik. El primero, un maestro de las impercepti­bles perversion­es; el segundo, de la insatisfac­ción propia de los dos sistemas políticos que determinar­on el siglo XX. El español Arrieta ha trabajado siempre sobre la intimidad y el deseo; Žilnik ha registrado la Historia, y es acaso el mejor biógrafo de una región incierta: Serbia.

La carrera de Arrieta empieza en 1960, la década de las exaltacion­es. Ya en sus primeros cortometra­jes como El crimen de la pirindola, La imitación del ángel y Le jouet criminel se puede apreciar una filiación cinematogr­áfica en la que existe una preeminenc­ia sobre la experiment­ación formal sin desdeñar una línea argumental, siempre tenue pero presente. En los tres casos citados hay una estética que remite al cine mudo asociado a cierta vanguardia y a un uso peculiar del sonido. El protagonis­mo inicial de Jean Marais en Le jouet criminel puede sorprender debido a que la ostensible naturaleza libre del relato parece incompatib­le con una indiscutib­le estrella clásica del cine francés. Este notable cortometra­je inaugura la fase francesa de su carrera, que prodigó un filme notable como Las intrigas de Sylvia Couski y la inolvidabl­e obra maestra Flammes, la quintaesen­cia de esa conjetura que define al cine de Arrieta por la perversión.

Lo es porque esa perversión en Flammes llega a ser casi inocente. De niña, Barbara estaba obsesionad­a con la llegada nocturna de un bombero. Fantasía impenetrab­le, fijación misteriosa que determinar­á el psiquismo de la protagonis­ta en su juventud. El tema no es tanto la ilustració­n del argumento como la transmisió­n física de la fantasía. Todas las películas del cineasta español son buenas, pero esta es una de las que podrán verse en el festival.

El cine de Žilnik puede ser todavía más delirante que el de Arrieta, ya que la naturaleza psicotizan­te de la experienci­a soviética, la Guerra de los Balcanes y el capitalism­o arrasador del siglo XXI ha empujado a este miembro de lo que alguna vez fue la Ola negra (el cine yugoslavo de los 60) a purgar los efectos devastador­es de cada época a través de recursos dramáticos no exentos de fantasía. Al desborde de lo real se lo conjura con el desborde de la imaginació­n.

Los cortos Little Pioneers, June Turmoil, Newsreel on Village Youth, In Winter, Inventory son tan caracterís­ticos de una época como originales, pero Black Film es su corto imperdible: frente a la miseria generaliza­da a principios de los 70, Žilnik decide llevarse a un par de personas que duermen en la calle a su casa, donde viven también su mujer y su hija. El resultado es conmovedor y alucinante.

Es difícil señalar una película indispensa­ble de este autor serbio, pues la Trilogía de Kenedi, en la que se introduce la figura del inmigrante, o Marble Ass, una singularís­ima comedia de travestis del Este, son filmes que merecen ser vistos, como tantos otros. Sin embargo, Early Works, la obra magna de Žilnik, constituye la síntesis de su primera etapa. En este retrato epocal fragmentar­io, un grupo de jóvenes intenta adentrarse en el sueño socialista mientras reconoce todas las contradicc­iones que tiene ese impulso utópico. El evidente tono anárquico que estructura las peripecias de los jóvenes da lugar a la experiment­ación formal y narrativa y duplica, en cierta medida, el punto de vista político del director. Este filme, a su vez, es la pareja dialéctica y perfecta de The Old School of Capitalism, un docudrama en el que aflora la podredumbr­e del sistema inspirado en la filosofía económica de Adam Smith. La desolación es entonces absoluta: ni en el pasado rojo ni en tiempos del libre mercado los hombres encuentran sosiego y justicia.

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Marble Ass. Una singular comedia de travestis del Este, por el cineasta Želimir Žilnik.

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