Dos regímenes de verdad
PABLO LA PADULA, CIENTIFICO Y ARTISTA PLASTICO
El artista y biólogo Pablo La Padula, que coordina en FASE 9 el ciclo de charlas “Diálogos cruzados”, lleva adelante líneas de investigación sobre fisiología molecular en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Allí estudia, desde hace 30 años, un modelo de prevención de infarto. Para ello debe entrenar el corazón –el experimento es con animales– a partir de someterlos a baja presión de oxígeno, simulando un ambiente similar al que existe a más de 3 mil metros de altura sobre el nivel del mar, logrando así corazones menos vulnerables.
Paralelamente La Padula lleva adelante una prolífica labor artística. “Es que desde muy chico me interesaba aprehender el mundo natural. Pero cuando entré en la facultad de Cencias Naturales me di cuenta de que allí se entendía a la naturaleza como una serie de partes que, sumadas, explican la totalidad. Dejaba de lado toda la parte subjetiva, sublime, del mundo natural, que era lo que a mí me interesaba del mundo biológico”, cuenta La Padula.
A pesar de que en “Diálogos cruzados” se ocupó de aclarar desde el inicio que no se trata “ni de cientifizar el arte ni de estetizar la ciencia”, su labor como artista abreva en sus conocimientos científicos. Sus primeros trabajos retrataban escenas del mundo natural apelando a la técnica del arte zen: mirar un árbol o una flor hasta descubrir su esencia, que no necesariamente coincide con su representación mimética. Tal vez sus trabajos más conocidos actualmente sean, sin embargo, además de sus ilustraciones con humo, sus Gabinetes de curiosidades, en los que con el registro de un museo de ciencias naturales muestra piezas biológicas imaginarias y reales. Así , pone en relación de manera nueva elementos del mundo natural (o no): desde dientes de cocodrilo recolectados en el Amazonas y pruebas de laboratorio hasta su primer ejemplar de El orígen de las especies, de Darwin, todo ajado y lleno de humedad.
Contra lo que podría suponerse, La Padula se muestra reticente a inscribir su trabajo en el campo del así llamado bioarte. “No me interesa porque con organismos biológicos trabajo en el laboratorio. Además, el uso de seres vivos tiene que ser muy responsable y muy acotado. En la ciencia todo está rigurosamente controlado, cosa que en el arte no. Creo que la especulación de un artista que no cumple ningún fin social bioaplicable, no tiene mucha razón de ser y es peligroso”, se excusa La Padula, aunque reconoce que “el bioarte, y el arte en general, es importante para generar conciencia sobre el aspecto ético y moral que la ciencia deja de lado; así como la eficacia y la productividad, tan importantes en el campo científico, pueden ser dejadas de lado en el campo artístico”.
Lo que busca La Padula con su práctica artística es precisamente producir una reflexión ética sobre el uso y el desuso que el ser humano hace del medio ambiente. “Para mí la práctica científica no es más que una práctica cultural, tan subjetiva como otras prácticas, la literaria o la artística, y producto de un determinado recorrido histórico de la sociedad”.
Las duplas de entrevistados por La Padula en “Diálogos cruzados”–en lo que a él le gusta llamar, pugilísticamente, “Match entre la ciencia y el arte”– no se conocían previamente, pero tenían como en común el tema con el que trabajan en sus respectivas disciplinas: la primera mesa, por ejemplo, abordó el tema de la astrofísica y los cuerpos celestes, y reunió al músico y artista visual Nicolás Bacal con el físico Rodrigo Díaz, cuyo campo de desempeño es la investigación del movimiento de los exoplanetas (planetas que se encuentran fuera del sistema solar) en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio y actualmente se encuentra abocado a detectar el primer planeta análogo a la Tierra.
En general, las preguntas de La Padula –“¿Qué hacés en tu práctica concreta?, ¿cuáles son las hipótesis de investigación en ambas tareas, si es que las hay?, ¿pensaste alguna vez en ser artista/científico?”– encontraban una respuesta concreta, firme y con punto final en los científicos, mientras que en el caso de los artistas se encontraba con respuestas abiertas a la duda, balbuceantes y con puntos suspensivos al final. Pero cada encuentro tenía su singularidad, sus puntos de cruce y sus zonas irreconciliables. Eso le daba potencia a cada encuentro de 30 minutos, además de los temas tratados. Uno de ellos fue “La luz y materiales”, asunto que llevó a Gabriela Capeluto a hablar sobre cómo mover partículas con la luz, mientras que el artista Diego Alberti contó cómo era su trabajo bajo la influencia del artista estadounidense de la luz James Turrell. Otro de los temas fue la “Percepción olfativa”. En este caso, Martín Bonadeo narró cómo compone sus pinturas aromáticas, que guardan la memoria de un ser querido a partir del aroma que lo identificaba en vida, mientras la bióloga Lorena Rela explicó qué nos indica el comportamiento de un ratón en el que, sometido a tal o cual olor, se activan tales o cuales sinapsis neuronales.
Pero La Padula es consciente de que la comunicación entre ambas disciplinas no va de suyo y, en algunos casos, es poco menos que imposible. “La dificultad –dice– radica en que hoy la ciencia está muy sobrevaluada, parece tener la última palabra, la verdad objetiva, entonces el discurso artístico, que está anclado a lo subjetivo y a lo emocional, queda subyugado a ese régimen de verdad científico. Sin embargo, la vida de los hombres no es exacta, como la ciencia. Su verdad, tampoco”.