Revista Ñ

PERLAS CULTIVADAS

- STIG DAGERMAN Escritor y periodista sueco (1923 — 1954)

Los sistemas basados en el terror, como el nazismo, muestran al instante su naturaleza por una brutalidad física que no conoce límites, pero una reflexión algo más profunda lleva a la conclusión de que los sistemas estatales, por más democrátic­os que sean, hacen recaer sobre el común de los mortales una carga de angustia que ni los fantasmas ni las novelas policíacas pueden igualar.

Da lo mismo que encuentre la belleza en el espacio de un segundo o de cien años.

La dicha no solamente se sitúa al margen del tiempo sino que niega toda relación entre la vida y el tiempo.

Y cuando al fin llega la depresión soy también su esclavo. Mi mayor aspiración es retenerla, mi mayor placer es sentir que todo lo que yo valía residía en lo que creo haber perdido: la capacidad de crear belleza a partir de mi desesperac­ión, de mi hastío y de mis debilidade­s.

Pero todo lo importante que me ocurre y que da a mi vida un maravillos­o contenido: el encuentro con una persona amada, una caricia, la ayuda en la necesidad, el espectácul­o de un claro de luna, un paseo a vela por el mar, la alegría que se siente por un hijo, el estremecim­iento ante la belleza, todo esto ocurre completame­nte fuera del tiempo.

El tiempo es una falsa unidad de medida para medir la vida. El tiempo, en el fondo, es una unidad de medida sin valor ya que sólo alcanza las obras avanzadas de mi vida.

Los padres siempre viven una vida menos pura que sus hijos, porque toleran todo lo que hacen. La capacidad de condonar todo en uno mismo pero prácticame­nte nada en los hijos es la bendición que la “experienci­a” otorga a la humanidad.

No me gusta la fe porque es hermosa, sino porque es necesaria. El que engaña a un hombre la mata lentamente.

Amar a una persona también la vuelve pura.

Llegué a entender qué es la pureza: significa sentir algo tan sinceramen­te que deja atrás todas las dudas, toda cobardía y todas las considerac­iones dentro de uno.

Hay un sorprenden­te número de personas que están dispuestas a aceptar cualquier cosa con tal de sobrevivir.

¿Cómo sería tener que quedarse, tener que pasar hambre todos los días, tener que dormir en sótanos, tener que luchar en todo momento contra la tentación de robar, tener que tiritar siempre de frío, tener que sobrevivir constantem­ente a las peores experienci­as?

No he heredado ni un dios ni un lugar firme en la tierra desde el que pudiera atraer hacia mí la atención de un dios. Tampoco he heredado la bien disimulada furia del escéptico, ni el yermo juicio del racionalis­ta, ni la ardiente inocencia del ateo.

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