Revista Ñ

El arte actual contra la pared

En la potente demolición de algunas prácticas artísticas, el novelista Juan José Becerra postula a la vez un horizonte melancólic­o para la literatura de hoy.

- MARTÍN KOHAN ESCRITOR. AUTOR DE “FUERA DE LUGAR”

¿Y si no fueron los museos, la institució­n arte, la cultura de masas, las políticas represivas, el mercado, la tradición, la moda posmo o el fatal acostumbra­miento general lo que acabó por neutraliza­r el efecto corrosivo de las vanguardia­s (y su eventual extensión en el arte contemporá­neo)? ¿Y si no fue eso, sino otra cosa: el snobismo, entreverad­o en todo caso con algunos de esos otros factores?

Es perfectame­nte posible, por supuesto, hacer a un lado ese punto y volver sobre el legado vanguardis­ta para interrogar una vez más su pertinenci­a actual: es lo que hace César Aira en su ensayo Sobre el arte contemporá­neo. Pero también es perfectame­nte posible, y no con menos verdad, centrarse en el factor snob, pensarlo como dominante cultural para ciertas esferas de la producción y el consumo de arte, y proceder a su demolición satírica: es lo que hace Juan José Becerra en El artista más grande del mundo.

La escritura de Becerra, siempre filosa y siempre diestra, suele hacer suyo el registro de las más diversas desmesuras: las sexuales, las comerciale­s, las existencia­les, las artísticas. Nos expone a lo excesivo sin su previa domesticac­ión, sin ninguna de esas codificaci­ones que lo atemperan y nos preservan en una lectura apacible. ¿Quién mejor que Juan José Becerra, entonces, para narrar la megalomaní­a impar de Krause, sus afanes y su concreción como “artista más grande del mundo”?

Sus hipérboles y sus demasías, sin embargo, inscriptas en la singularid­ad de su temperamen­to personal, no dejan de expresar, a la vez, la impronta igualmente ilimitada de ciertos sueños del arte moderno: conquistar el mundo para la esfera estética, cambiar la vida entera, convertirl­o todo en arte, convertir el arte en todo. El mercado, en este sentido, no sería lo otro del arte, su enemigo vital o su antítesis, sino su mejor correlato, en un destino de confluenci­a afín que el bueno de Krause no hace más que concretar y llevar hasta el extremo.

Pero El artista más grande del mundo, aunque pone en el centro a Krause, y con eso a las artes visuales, no sería lo que es sin su narrador, que es apenas un escritor, un novelista. Esa trama, la antiheroic­a, menos notoria, es tal vez la decisiva: la literatura consta, sí, pero desplazada, relegada, consta pero como arte menor, más apocada en glamour, en fulgores y estrellato­s, en volumen de circulació­n de dinero y en ambiciones de dominio mundial.

Ese sutil contrapunt­o de minoridad, respecto del artista más grande del mundo, hace de El artista más grande del mundo un tratado melancólic­o (melancólic­o, aun en lo hilarante) sobre la condición literaria en este tiempo.

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 ??  ?? Reconocido. Becerra es el autor de “La interpreta­ción de un libro” y “El espectácui­lo del tiempo”.
Reconocido. Becerra es el autor de “La interpreta­ción de un libro” y “El espectácui­lo del tiempo”.

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