La escritura al hombro como una cámara
Virginie Despentes es la última escritora terrible de la sociedad europea.
Virginie Despentes debe ser, junto a Michel Houellebecq y más que este aún, el último escritor terrible que le queda a Francia. Desaliñada, provocadora y de pasado turbio, Despentes (n. 1969) ha sabido situarse en la periferia literaria de los políticamente incorrectos que tienen algo para decir.
Lo tiene sin duda en su apabullante Teoría King Kong, un ensayo publicado en 2006 donde evidencia un feminismo personal y guerrero, partidario de la pornografía, del aborto y de una educación sexual que incluya la desdramatización de la violación. Lo tiene en su primera novela, Fóllame (1998), en la que hace ficción desde la experiencia de haber sido violada y haberse convertido en prostituta. Y sin duda tiene algo para decir en la trilogía de novelas Vernon Subutex, en las que a través del personaje que da título a los libros –vendedor de discos cincuentón devenido indigente sin techo– y a través de sus amigos, Despentes da un vistazo crítico a la sociedad europea del bienestar, atractiva en la superficie pero con subsuelos por donde circulan los dramas de la pobreza, la violencia, la inmigración y el terrorismo.
Vernon Subutex, sin embargo y pese a su temática depresiva, es una trilogía fluida y amena de leer, no solo por estar bien llevada la trama y por la contundencia de muchas reflexiones, sino por su mosaico de personajes, de los que Vernon es solo la rutilante punta de iceberg. Hay adolescentes fascistas, amantes desoladas, maridos golpeadores, artistas fracasados y todavía con un pie en las ilusiones sesentistas, parejas de viejos borrachos para quienes un golpe de fortuna ya no significa nada, etc. Despentes se mueve entre ellos con la escritura al hombro como una filmadora: muestra el grano más purulento y la mirada más límpida; adora a sus personajes tanto como los vapulea y en esa polaridad reside parte de su encanto.