Un paisaje pensante
La voluntad de habitar el misterio y la cualidad provisoria de la verdad marcan los versos de Laura Forchetti.
Lo primero que leí de Laura Forchetti fueron los textos que presentó al concurso del Fondo Nacional de las Artes en 2016, circunstancia que, junto con Cristina Piña y Sandro Barrella como jurados, tuve el honor de ser partícipe. Había frescura allí, un paisaje no telúrico sino pensante, reflexión en un ritmo muy particular, distintivo. Dichos textos obtuvieron el Primer Premio y hoy forman parte de su Libro de horas.
Laura Forchetti nació y reside en Dorrego, provincia de Buenos Aires, participó en el taller de escritura de Mirta Colángelo, en Bahía Blanca, y coordina talleres en Dorrego. Desde entonces trabaja su escritura con una seriedad sostenida a través de los años: ha publicado Sobre el puente de Avignon (Libros del Quirquincho, 1992); Cerca de la acacia (Vox, 2007); Cartas a la mosca (El suri porfiado, 2010); Un objeto pequeño, con la participación de la artista plástica Graciela San Román (Ed. Vacasagrada, 2010); Temprano en el aire (Vacasagrada, 2012); y Donde nace la noche (Kalandraka, Pontevedra, 2015).
La autora dice respecto de su admirada “maestra”: “Emily Dickinson es una de mis poetas predilectas. Su poesía me resulta cercana, como de una vieja amiga. Sus conversaciones con la naturaleza, su ojo telescópico –para usar una adjetivación que le pertenece– atrapa los misterios y los coloca en los versos como si fueran hechos simples y cotidianos. Acepta ese misterio y lo habita. Nunca deja de preguntarse y de investigar, pero con la conciencia permanente de que la verdad es provisoria y tornasolada”.
No dudo en atribuir estas palabras a lo específico hallado en la poesía de Laura Forchetti.