Cruces entre texto e imagen
“Un día, un gato” de Juan Lima invita a la sorpresa a sus pequeños lectores.
“Perro afónico muerde pero no ladra”, escribe Juan Lima que, como buen perro viejo, sabe de gatos. Sabe también que a su poesía no le hace falta ladrar, porque a los lectores nos gusta ser directamente mordidos (o arañados, ya que de felinos se trata) por su excelente Un día, un gato. Me fascina que los libros ilustrados sean invitaciones a la sorpresa, que exploren nuevas maneras de decir. Aquí, ese “Juan Lima (y amigos)” puesto en el lugar de la autoría, anuncia un juego desde la misma portada: distintos ilustradores fueron invitados por el poeta a mandar sus gatos, y él se ocupó de descubrir qué sensibilidades los unían a sus versos, no sabemos si escritos antes o después.
Muchas veces me preguntan: ¿primero son los textos o las ilustraciones?, aquí queda demostrado lo secundario que es eso. ¿La imagen ilustra al texto o el texto ilustra la imagen? Lo interesante en definitiva no es saber qué es lo primero, sino dejarse llevar por cómo funciona ese diálogo. Dicho en palabras de gato –a través de Lima–: “hay mucho / por hacer allí / donde el hombre / no ve”, y siento mucha alegría cuando un libro me desafía a descubrir las mil y una maneras de abordar el trabajo creativo.
Y porque donde entran mil y una, entran mil y dos, este año también me pareció un hallazgo El secreto de Borges, de Matías Alinovi y Diego Alterleib, una delicia de entrecruces de lecturas entre texto e imagen de los autores, hoy; con textos e imágenes de Borges, ayer, y también con textos e imágenes que los lectores traemos desde aquellos años 80 en que se desarrolla la historia.
Y ya que estamos: mil y tres, porque si de juegos creativos y sorprendentes estamos hablando, es todo un acontecimiento la aparición de Carancanfunfa, de Julia Lazarte y Román Kruk, en el que la arquitectura de papel recrea tangos icónicos en síntesis maravillosa y deslumbrante. Un pop-up exquisito, manufacturado de modo artesanal por los autores en tirada, por ello, limitadísima. Qué lindo esto de sentirse gato, lanzado a la caza de la punta de la lana de los buenos libros, esos que invitan a ser desovillados enredándose en el juego de la lectura.