Adiós a la optimista Judith Miller, la hija de Lacan
Judith Miller, tercera hija del psicoanalista francés Jacques Lacan, murió el miércoles 6 de diciembre. Tenía 76 años, había nacido el 3 de julio de 1941. Fue la presidente de la Fundación del Campo Freudiano y estaba casada con el psicoanalista Jacques Alain Miller, ungido para transcribir las conferencias de Lacan. Judith, doctora en Filosofía, dedicó la vida entera a difundir la obra de su padre, hablaba español y visitó Buenos Aires en varias oportunidades.
Antes de adoptar el apellido Miller fue Lacan y en un principio fue Bataille, el primer esposo de su madre. Sin vueltas, fue una hija extramatrimonial. Una caracterización que iba a marcar su vida. Según Elisabeth Roudinesco, Lacan lamentó largamente no haber podido darle el apellido cuando ella nació. Judith se doctoró en Filosofía en La Sorbona en los 70 y, en los 80, dirigió la revista de cultura llamada L’Ane (El Asno) y la colección Champ Freudien en Editions du Seuil. Es autora de La sesión analítica y el Álbum Jacques Lacan. Imágenes de mi padre, publicados por Paidós en 1991.
En 2009, en Buenos Aires, dijo: “Es verdad que el efecto de un análisis no es de normalizar a nadie. Un análisis saca a la luz la singularidad de quien ha consultado. Es muy difícil saber quién soy yo. Una experiencia analítica permite ubicar cuál es mi deseo; si quiero lo que deseo. Eso toma tiempo, es antipático al apuro contemporáneo. Queremos ahora, inmediatamente lo que esperamos y es difícil no ceder a este apuro. Pero el psicoanálisis no puede ceder. Es una trampa. Cuando se echa el síntoma por la puerta, vuelve a entrar por la ventana. Es un principio fundamental del funcionamiento de la repetición”.
Judith dirigía Colofón, publicación del Campo Freudiano. Fue una observadora atenta del fenómeno psicoanalítico mundial. Paradójicamente quien más hizo por la difusión del lacanismo nunca fue analista ni paciente. “Era una niña que veía llegar al consultorio gente que sufría. Y recuerdo cambios en los pacientes: poco a poco no los podía reconocer”, sostenía, optimista, Judith Miller.