El encanto de Rodin
En relación con “Rodin, las formas de la Pasión” (publicada en Ñ 740), que conmemora el centenario de la muerte del escultor, se puede agregar que en la biblioteca de la UNSAM figura una edición francesa de 2007 de “Las flores del mal” de Baudelaire, al cumplirse los
150 años de su publicación (1857) con ilustraciones de Rodin (1888). En referencia a la impresionante “Cabeza de Balzac”que Rodin efectuó por encargo de la Société des Gens de Lettres, su intención no era fijar el aspecto externo del escritor sino evocar la esencia de su personalidad. En el año 1897, las críticas fueron feroces: “Saco de cartón, larva informe, feto”, y a pesar de las críticas, con esta obra Rodin comienza la escultura moderna, preparando el camino a la escultura del siglo XX. Renuncia a la imitación de la realidad y las formas han sido simplificadas. Auguste Rodin dice: “Si la verdad tiene que morir, mi Balzac será hecho pedazos por las generaciones futuras; pero si la verdad es imperecedera, profetizo que mi escultura hará su camino. Esta obra sobre la que se burló todo el mundo, y que fue ridiculizada por todos los medios, ya que no era posible destruirla, forma el núcleo de mi vida, el eje de mi estética. Desde el día que la concebí soy otra persona”. Rodin confiesa: “Me remonto a la antigüedad más lejana. Deseo unir otra vez el pasado al presente, renovar el recuerdo, pasar juicio sobre él y, finalmente, transformarlo en una imagen completa. Los hombres se guían por símbolos. Es cosa muy distinta que las mentiras”. Rodin le dice a Bourdelle que le debe a Miguel Ángel haberse librado del academicismo, y eso le significó una liberación. Por lo tanto, sus obras no son meras producciones, sino obras de arte. En “El Pensador” hay una rebelión interior para elevarse sobre la vida animal, y con angustia, se pone a pensar y reflexionar sobre el mundo que habita y la finitud del hombre. Mientras que en “El beso”, la ternura, la pasión y la sensualidad recuerdan a Praxíteles (400 a.C., cuyas esculturas son de formas suaves y sensuales), que en Rodin intensifica el erotismo. La exposición sobre Rodin luce, detiene al receptor que saca fotos y permite rememorar con esas fotos el goce visual y transformador.
Antonio J. Sforzin