Una batalla, un portazo
Ensayo. El teórico francés Henri Meschonnic arremete contra aquellos que llama los enemigos del pensamiento.
Henri Meschonnic cerró la producción de su pensamiento con un libro tan intempestivo como otros que escribió: Para salir de lo postmoderno. Traductor de la Biblia, poeta y ensayista, bregaba por una teoría general del lenguaje. Si lo que se llamó “giro lingüístico” acabó con el siglo que le puso nombre, la obra de Meschonnic es entonces uno de sus últimos valiosos exponentes. Puesto que para él todo –la ética, la política, la crítica, la razón– depende de una forma de pensar el lenguaje, y esta forma debe ser lo suficientemente valiente para dar cuenta de lo social, de los saberes y del arte.
Se propuso acabar con el signo y las discontinuidades, pensar una traducción que atienda al ritmo, que no sea “borrante”. Para hacer sujeto a quien habla, erigir el poema –una categoría amplísima– y fundar un modo de vida. En Para salir de lo posmoderno (la traducción, afortunadamente, es de Hugo Savino), Meschonnic utiliza buena parte de su artillería – puesto que se trata de una batalla– contra los enemigos del pensamiento que dan lugar a eso llamado postmoderno sin haber logrado definirlo.
Vale entonces un recorrido por lo que han dicho los demás, de Habermas y Lyotard a Jameson, para pensar esa antigua querella de lo nuevo. Lo programático del título no deja dudas; los enemigos siguen siendo Heidegger, Derrida, los estructuralistas, el academicismo del pensamiento. Y con ellos todos los “post” que celebran y echan mano de estereotipos, desde el fin de la historia al fin del sujeto. Su humor lapidario juzga: “Es tan vacío que ni siquiera es falso”.
Toda la continuidad que Meschonnic buscaba en su teoría del lenguaje está en este libro, en su lengua ágil, juiciosa, provocativa, por una defensa encarnizada de la modernidad; está escrito como cerrando una puerta, y es un portazo este cierre. Meschonnic ha salido de lo postmoderno.