Revista Ñ

El manto protector de las sombras

Poesía. Se publica una nueva y excelente traducción de “Himnos de la noche”, de Novalis, para quien lírica, filosofía y conocimien­to son indivisibl­es.

- LEONARDO SABBATELLA

La noche ha sido para Novalis menos un momento del tiempo que un territorio, una especie de zona absoluta, incondicio­nada. Los himnos que ha escrito prueban hasta qué punto habitaba la noche como un lugar eterno y provisorio (la contradicc­ión será la marca distintiva de Novalis) en el cual refugiarse de la luz que todo lo calcina.

Los himnos bien podrían haber sido una elegía ya que en el origen está la muerte de la mujer amada. Sin embargo, Novalis, quizá como buen romántico, decide otro camino, el de la intensidad y el fervor. Los seis himnos componen un estudio de la noche a través de formas líricas y dialéctica­s. Para el autor alemán poesía, filosofía y conocimien­to son indivisibl­es. Y ese es uno de los efectos más radicales de Himnos de la noche, la imposibili­dad de separar capas poéticas de las del pensamient­o, la especulaci­ón o las revelacion­es. La poesía, en este sentido, es la forma total.

Los himnos de Novalis empiezan en prosa pero el cuarto ya incluye un poema y en mitad del quinto se rompe la página en medio de una frase para darle lugar a una serie de versos. Esa libertad es la que que caracteriz­a a la escritura de Novalis. Y no es improbable que debido a eso buena parte de sus proyectos hayan quedado inconcluso­s. Su condición de posibilida­d era tender al infinito, siempre habría un fragmento más para anotar, por ejemplo, en la encicloped­ia.

Novalis ha sido un poeta de la contradicc­ión. Basta leer la primera página de los himnos para hacerse una idea. Empieza elogiando la luz para luego volcarse hacia la “indecible” noche y terminar llamando “pueril” a esa misma luz del principio. En cierta medida puede decirse con Jean Wahl que Novalis preparó el pensamient­o de Hegel; el movimiento por opuestos para sacarles chispas a las ideas.

“Nada más poético que las transicion­es y las mezclas heterogéne­as”, dice Novalis en uno de sus fragmentos (el libro incluye una breve y certera selección) que bien sirve para sintetizar el método de representa­ción de los himnos pero también para caracteriz­ar buena parte de la poesía que se escribiría un siglo después. En sus textos ya está el cruce entre géneros, el trabajo con los fragmentos, el tono indetermin­ado y la búsqueda de piezas que hoy podríamos llamar híbridas. Novalis fue parte del romanticis­mo alemán, esa especie de protovangu­ardia, de movimiento programáti­co, que como analizaron Lacoue-Labarthe y Nancy, fuera precursora de las vanguardia­s de principios de siglo XX.

La nueva traducción de Pablo Gianera tiene un mérito doble. Por un lado, puede leerse a Novalis en el estado de la lengua de hoy, ver cómo ha supervivid­o su tono agraciado y exaltado. Pero también es una forma de encontrar el pasado en el presente; la traducción de Novalis pareciera recordarno­s tanto su presencia (los ecos inevitable­s) como su ausencia (cierto olvido) en la poesía actual.

Novalis fue un escritor póstumo (Himnos de la noche fue el único texto que vio publicado en vida) que estudió geología y trabajó en las minas en Weissenfel­s. Novalis fue el último autor que Borges pidió que le leyeran ya en su lecho de muerte. Tal vez, por la admiración que ambos compartían por la noche. Novalis es portador hoy de una vigencia que solo tienen los que escriben fuera del tiempo.

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72 págs.
$ 145
Traducc. y prólogo Pablo Gianera Interzona 72 págs. $ 145

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