Modos de ver La elegida del editor Perlas cultivadas
Los libros que leemos traman en nosotros vínculos secretos; conversaciones, ecos, genealogías espontáneas. Al cabo de un año, en hora de balances, caemos en la cuenta de que sin premeditación e incluso al margen de las novedades editoriales, hemos estado leyendo historias que se espejan de algún modo. Como si un texto llamara al siguiente, eslabonándose y tejiendo una red de sentidos que no se apaga y construye sus estancias, sitios mentales para permanecer, repensar algo o ponerse en marcha (aquí, el patio donde la brisa tiene olor a sol; allá, la cocina para reincidir en el café sin ajetreos o la puerta de calle para comerse el mundo).
El mío ha sido un año de mujeres. Febrero trajo Nu)n(ca de Luigi Amara: un poemario íntegro dedicado al misterio de una fotografía tomada por Onésipe Aguado en 1862, que muestra a una joven de espaldas (“...una franja de la realidad / que nunca visitamos”), a quien el autor le imagina verso a verso biografía y rasgos. La dama incógnita que merece aquellos poemas (“Darle la espalda a todo: / eso / es tener estilo”, define Amara) no sabía de la versión que prefiere la canadiense Margaret Atwood en Penélope y las doce criadas, un texto en el cual reescribe el mito de la buena esposa que hila de día y dilata la entrega deshilando de noche el sudario de Laertes, para esquivar galanes en espera de su marido, héroe de la Odisea. Pero todas ellas participan de una astucia acuática que la madre de Penélope señala en el libro como típicamente femenina: el agua es paciente, le enseña. Y al final nada puede oponérsele. “Si no puedes atravesar un obstáculo, rodéalo. Es lo que hace el agua.”
Esa perspicacia puede ser una llave para lidiar con la penumbra que describe otro de los libros de mi año. A propósito de las mujeres reúne cuentos de Natalia Ginzburg, impactantes por el modo en que la autora ahonda a partir de miniaturas exquisitas en una melancolía que identifica como propia del género: la que hace a las mujeres abismarse en una “especie de tristeza hecha de cansancio y miedo”. “El pozo” llama Ginzburg a ese estado que ocurre y marca, mientras afirma la necesidad de luchar contra él para ser más libres.
Como conjuro tal vez, diciembre trae la exuberancia hecha lenguaje. “… supe lo que quería para mí: algo radiante”, define ya en la primera página la protagonista de Las aventuras de la China Iron, la nueva novela de Gabriela Cabezón Cámara. Ese deseo personalísimo en boca de la mujer del gaucho Martín Fierro, tanto por lo inaugural como por lo ambicioso, se parece a las buenas intenciones que descorchamos en los brindis que acompañan los estrenos. Vale para el que se acerca. Algo radiante para 2018. Lo merecemos todos.