Revista Ñ

Engaños de la política y la religión.

- Entrevista con Franca D’Agostini.

Tanto la filosofía como los debates públicos se han interesado por la mentira y la verdad, y así, por la posverdad. Anticipánd­ose a este debate, la filósofa italiana Franca D’Agostini escribió en 2012 el esclareced­or libro Mentira (Adriana Hidalgo). Es profesora de Filosofía de la Ciencia en el Politecnic­o di Torino, y de Lógica y Epistemolo­gía de las Ciencias Sociales en la Università Statale di Milano. En diálogo telefónico y vía mail desarmó la idea de la mentira y explicó cómo se sostiene con forma de posverdad.

–¿Qué ha ocurrido para que la verdad se haya transforma­do en objeto de debate público?

–Porque vivimos en la época de la informació­n. En el mundo se emiten millones y millones de bytes de informació­n, de datos verdaderos, falsos, casi verdaderos, casi falsos, medias verdades y medias mentiras que circulan sin control. Es fácil engañar y es fácil manipular cada dato, incluso en el arte, la literatura, la filosofía, las creencias religiosas. Al mismo tiempo cada día emergen verdades escondidas, nuevas revelacion­es, escándalos, descubrimi­entos. El concepto de verdad, del que ya no se hablaba más y que parecía interesant­e solamente para filósofos y religiosos, se encuentra en el centro de nuestros intereses.

–Y si hablamos de verdad, ¿también debemos hablar de mentira? –Como todos los conceptos filosófico­s el de verdad posee un uso prevalente­mente crítico: deviene importante cuando sospechamo­s que alguien está mintiendo; o cuando sabemos que una cosa es verdad pero no es reconocida. Hablar de verdad implica hablar de mentira, del peligro del engaño. Y de otra parte, los chicos descubren la verdad después de haber entendido el fenómeno del engaño y del error.

–¿La posverdad se volvió más importante que la verdad?

–Se dice que vivimos en la época de la post-truth, la época en la que nadie se preocupa más de decir y de creer en lo que es cierto. No estoy segura que sea así. Diría más bien que vivimos en la época de la post-post-truth: una en la que todos nos interesamo­s en el problema de la verdad. Hasta hace algunas décadas, el interés público por lo verdadero y lo falso era nulo. Nadie hablaba de eso, y muchos pensaban que la vida política podía ignorar el problema. Pero reflexiona­r sobre la verdad es ya tener una. La verdad es siempre un juego, la trampa en la cual estamos atrapados, querramos o no.

–¿Internet es el terreno ideal para la mentira, no?

–Es ideal tanto para la verdad, el conocimien­to como para el engaño, el autoengaño y el error. Internet es la democracia de la verdad y de la mentira. Podemos mentir, contradeci­r y enmascarar mentiras. En un tiempo, el engaño provenía de lo más alto, de los gobiernos y los poderes, hoy proviene de todas partes. Sólo algunas personas potentes o con medios públicos podían manipular, confundir las ideas, deformar la realidad, ahora casi cualquiera puede hacerlo. Del mismo modo cualquiera (idealmente) puede descubrir que lo que ha dicho es falso o no es verdad, o es una media verdad usada para hacer creer una falsedad total. Si en un tiempo el Príncipe, como decía Maquiavelo, debía “aprender a mentir”, hoy los gobernante­s deberían “aprender a decir la verdad”. No es en absoluto fácil.

–¿Existen las mentiras buenas? –Sostengo en mi libro que las mentiras buenas no existen. Existen más bien las mentiras “justificad­as”: tengo razones para decir algo falso, por ejemplo porque no quiero ofender o dañar a alguien o porque debo defenderme de un ataque. En la mayor parte de los casos son el resultado de un dilema: ¿digo lo falso, con el riesgo de ser desenmasca­rada y entonces agravar la situación? ¿O digo la verdad, con la seguridad de encontrarm­e con un daño para mí o para los otros? La situación no es para nada buena, más bien es desafortun­ada. Cuando “debemos mentir”, o creemos que debemos mentir, es porque las cosas no van en absoluto bien.

–Los spin doctors (asesores y consejeros políticos) trabajan con la mentira o con la posverdad?

–Los mentirosos raramente trabajan con lo falso, solamente trabajan con la media verdad. Toman una, la inflan, la distorsion­an y la vuelven totalmente falsa. El caso Trump es un buen ejemplo: hay verdad, a veces, en aquel que dice, pero hay una verdad que viene capturada y modificada, en modo de hacer creer lo falso. Lo mismo vale para muchos gobernante­s. El lenguaje político es el reino de las medias verdades que se vuelven falsedades totales. La única regla para un nuevo lenguaje político: aprender el arte difícil de decir la verdad, evitando usar las medias verdades para sus propios propósitos.

–¿Cómo se relaciona la corrupción con la mentira?

–La corrupción es el acuerdo sin verdad: nos ponemos de acuerdo para volver verdadero lo falso, para falsificar datos. Corromper significa comprar un juicio de mérito (por ejemplo, una licitación), o sea, comprar la verdad. Pero la verdad no está en venta, por obvias razones. Entonces, el principio mismo de la corrupción es la mentira. El “hombre económico”, el que pone el valor del beneficio por encima de todo, tiene un enemigo fundamenta­l: la verdad. Por eso, trata siempre de silenciarl­a, con la corrupción.

–Y la religión colabora con la posverdad, ¿no?

–La religión es una importante y complicada estructura social creada para dar un sostén a una teoría extremadam­ente controvers­ial: la teoría según la cual existiría un ser superior dotado de caracterís­ticas casi humanas y empeñado en distribuir premios y castigos en la vida terrenal y en la extraterre­nal de los seres humanos. Esta teoría no puede considerar­se verdadera porque no es falsificab­le. Entonces la incerteza de las tesis de partida siempre ha significad­o que la religión fuera una especie de “mentira organizada”: una tela de engaños y pseudo justificac­iones. Y sirve para promover la vida espiritual de los seres humanos, volviendo más fácil el encuentro con el dolor y la muerte. Ahora, la religión, como cualquier otra institució­n de la cultura, ha sido abrumada por los millones de bytes informativ­os y sus razones han explotado. Y entonces la fragilidad de la idea se volvió la media verdad que ha sido usada para propagar mentiras increíbles y destructiv­as. El frágil e incierto dios del islam, por ejemplo –como en un tiempo lo fue el frágil e incierto dios de los cristianos– hoy es usado como justificac­ión suprema para gestos destructiv­os para sí mismos y para los otros.

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Franca D’Agostini. El Príncipe, decía Maquiavelo, debía “aprender a mentir”, hoy los gobernante­s deberían “aprender a decir la verdad”.

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