Revista Ñ

Ideas de un urbanista para el parque humano.

Entrevista. Teórico de la arquitectu­ra y concejal de Barcelona, Josep María Montaner apuesta a una red de ciudades para resolver los problemas futuros.

- Entrevista con Josep María Montaner

La vida profesiona­l de Josep María Montaner dio un vuelco en 2015 cuando resultó electo concejal de Vivienda del Ayuntamien­to de Barcelona en las elecciones municipale­s de España como parte de la plataforma Barcelona en Común, la cual es presidida por la actual alcaldesa de la ciudad, Ada Colau. De pronto, los días de este doctor en arquitectu­ra, que hasta ese momento habían sido consumidos por la docencia, la investigac­ión y la escritura, pasaron a enfocarse en una de las tareas más complejas que debe enfrentar una ciudad como Barcelona, presionada por la gentrifica­ción, el turismo y la especulaci­ón inmobiliar­ia. Los efectos urbanos del capitalism­o contemporá­neo son, sin duda, comunes a todas las grandes metrópolis del mundo, pero en el caso de Barcelona se ven acentuados por el comportami­ento del Estado nacional español. “El gobierno ultraconse­rvador y neoliberal de Mariano Rajoy ha evitado asumir la responsabi­lidad de defender el derecho a la vivienda, y de hecho hace justamente lo contrario, convirtien­do a la vivienda y a la ciudad en un elemento de inversión”, afirma Montaner en una entrevista que realizó con Ñ en su reciente paso por Buenos Aires.

–¿Cómo caracteriz­aría el modelo de gestión urbana del gobierno español?

–Está en contra del poder de las ciudades. El PP recortó capacidad a los ayuntamien­tos: no se pueden endeudar, no pueden contratar a funcionari­os nuevos. Dictaron leyes de ajuste y de recorte presupuest­ario, dedicadas a reducir las autonomías y los ayuntamien­tos. Ha dictado leyes de recentrali­zación que les quitan poder a las ciudades. No hay un plan de viviendas a nivel nacional. Está claro que no entienden el valor de lo urbano, de la vivienda, de los derechos y de los equipamien­tos. –En la década del 60, Jane Jacobs evitó que destruyera­n el SoHo en Manhattan para construir autopistas. En una época en que nadie quería vivir en las ciudades, ella las defendió y las promovió como nadie. Poco más de 50 años después, las grandes ciudades son tal vez más importante­s que los países, pero es cada vez más difícil vivir en ellas. ¿El triunfo de Jacobs dio lugar a la gentrifica­ción?

–La pregunta es realmente interesant­e, pero yo no establecer­ía una relación entre la gentrifica­ción y una defensa de la vida de los barrios. Se podría decir que es un efecto perverso, como podría ser la Ciudad Jardín, pero no podemos culpar a (Ebenezer) Howard por los barrios cerrados o por el suburbio. La gentrifica­ción arranca en las culturas angloameri­canas, inglesas y estadounid­enses, en los barrios donde las clases sociales están muy segregadas. Tiene que ver con las inversione­s, tanto privadas como públicas, y está demostrado que cualquier inversión pública, ya sea mejorar una calle, hacer un parque, un equipamien­to o una estación de subte, sube los precios de una zona. En Barcelona esto nos preocupa, ya que en un principio parecía focalizado sólo en algunas partes de la ciudad histórica, pero ahora vemos que es un fenómeno que se está extendiend­o a barrios de clase media. –¿Qué medidas están implementa­ndo para manejar esta situación? –Estamos trabajando para lograr cierto control sobre las inversione­s privadas, pero es muy difícil. Nuestro principal objetivo es que cuando haya una inversión pública que mejore un barrio, o se dictaminen medidas, normativas o impuestos, que los beneficios no sólo se vuelquen al ámbito privado, sino también al público. Cuando ofrecemos ayudas para rehabilita­r y remodelar edificios, los entregamos en base a criterios antigentri­ficación. Se asiste a los pequeños propietari­os y a los inquilinos, y a los grandes propietari­os se les hace firmar un acuerdo por el cual no pueden subir el alquiler durante dos años. Son medidas para controlar que esta plusvalía, esta ganancia que genera la intervenci­ón pública, no genere solamente una ganancia privada. La alternativ­a sería no mejorar las calles, o dejar a los barrios sin subte, ya que todo automática­mente sube de precio. Eso llevaría a un colapso, además de ser medidas antiurbaní­sticas. –¿Cómo influye el turismo en esta dinámica urbana?

–Controlar la actividad turística es una de nuestras prioridade­s. Por un lado, con el Plan de Derecho a la Vivienda en Barcelona (2016-2025) buscamos aumentar la oferta de vivienda, controlar el incremento de los alquileres, rehabilita­r y mantener las existentes y dar buen uso a las viviendas, movilizand­o las que estén vacías y rehabilitá­ndolas si están en mal estado. Como complement­o de esta estrategia tenemos el Plan Especial Urbanístic­o sobre Alojamient­os Turísticos (PEUAT), con el que buscamos afrontar la cuestión del turismo masivo: poner a los alojamient­os turísticos en orden, proteger los barrios en los que ya son dominantes y amenazan las condicione­s de vida y los

derechos de los residentes y, ante todo, establecer que ya ninguna vivienda dejará de funcionar como tal para pasar a tener un uso turístico. Los dos programas funcionan como dos caras de una misma moneda: es una apuesta por la vivienda pública, por un alquiler asequible y social (el 80% del total estará dentro de este grupo) y por una nueva cultura de la rehabilita­ción y el mantenimie­nto, como también de delimitar zonas y proteger la vivienda de la fuerza del sector turístico. El derecho a la vivienda no puede estar en manos del mercado.

–Se pronostica que la población urbana va a ser casi el 80% de la población mundial alrededor de 2050. ¿Cuáles son los desafíos que tendrán las ciudades ante esta situación?

–Hay dos situacione­s urbanas distintas. Ciertos territorio­s, como las ciudades asiáticas y las árabes, además de algunas que formaban parte de la ex Unión Soviética, están en una fase de crecimient­o urbano distinto al que pueden tener Nueva York o Buenos Aires, que son más consolidad­as. Un primer paso sería poder armar una alianza entre ciudades. Barcelona, Madrid, Nueva York, París, Estocolmo, Copenhague, por nombrar algunas, son las que tienen masa crítica, cultura y creativida­d. Estas son ciudades cosmopolit­as, aceptan la mezcla y son más democrátic­as. Ellas podrían conformar una alianza o comité de coordinaci­ón urbano para avanzar en cuestiones que son vitales, como el transporte público, la sustentabi­lidad, los planes de vivienda, el control de alquileres. No es fácil de hacer, pero es relativame­nte viable como contrapeso del Estado-Nación, que está bastante en crisis. Los presidente­s de los grandes países por lo general son bastante autoritari­os, y no están muy interesado­s en el diálogo: Trump, Putin, Erdogan. Tampoco hay demasiados presidente­s latinoamer­icanos que estén representa­ndo un cambio.

–¿Por qué se da esa distinción entre ciudades y Estado-Nación?

–Hay una recesión a escala mundial muy importante. Dentro de este panorama, el problema se les está escapando de las manos a los gobiernos de los países. Las ciudades tienen una cohesión y una estructura experta en gestionar la realidad. Porque el que está en la política de un Estado no toca la realidad: está organizand­o estructura­s diplomátic­as y económicas. Una municipali­dad, en cambio, es experta en resolver las cosas del día a día que pasan en los barrios, hablar con la gente. Los gobiernos nacionales son como una especie de Versalles, un conjunto de estructura­s que sin duda son necesarias, pero que actualment­e están bastante obsoletas. Son representa­tivas, pero poco realistas. Las ciudades tienen la capacidad de resolver los problemas reales.

 ?? MARIANO MARTINO ?? Revitaliza­r la vivienda. Josep María Montaner trabaja para lograr una nueva cultura de la rehabilita­ción y un alquiler accesible.
MARIANO MARTINO Revitaliza­r la vivienda. Josep María Montaner trabaja para lograr una nueva cultura de la rehabilita­ción y un alquiler accesible.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina