Tres maneras de rodear el silencio.
Sobre perros y gatos –¿Sabés dónde se escondía mi perra?
–Nunca supe por qué mi gata se acurrucaba y no salía de la sala por la noche. –¿Tendrías un perro?
–¿No te parece un problema para una casa pequeña?
–Al final, lo llevé al veterinario, lo llevé llorando.
–Comía nuestra comida, la robaba de la mesa.
–¿Cuándo se fue? ¿Y volvió?
–¿Sabés que mi gato me esperaba en la puerta?
–Prefiero los perros.
–Adoro los gatos.
–¿Quién los cuida cuando viajás?
–Ansioso, enérgico, con rebeldía adolescente, rompió los almohadones del sillón. –Autoricé eutanasia, por su sufrimiento, ¿habrá sido su verdadera libertad? –Duerme a mi lado.
–Duerme en mi cama.
–Su pelo es tan suave… Pero se enreda en anillos.
–Te mando la foto.
–Tengo un dibujo que hizo mi hijo.
–Su espíritu puede volverse fantasma, dicen.
–Ella lo vio una noche. Pasó debajo de la ventana, era aniversario de…
–No sigas, es como si lo convocaras, son signos, me parece.
–Hoy la luna nos protege. Miren su luz, su forma de esfera flotante, y las manchas… –Sí, son casi como flores.