Revista Ñ

La entonación del paisaje

Se publica otro tomo de “Canto Quetral”, la obra completa del pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz, poeta de la naturaleza y el ritmo.

- OSVALDO AGUIRRE

En 2010, cuando falleció, Juan Carlos Bustriazo Ortiz tenía seis libros publicados y más de setenta inéditos. Su descubrimi­ento era aún reciente, a partir de la antología Herejía bermeja, preparada por Cristian Aliaga, que incluyó además una larga entrevista y una cronología. El poeta pampeano sorprendió entonces tanto por la singularid­ad de sus textos, que parecían desvincula­dos de cualquier tradición en la literatura argentina, como por las condicione­s de su producción, transcurri­da casi en secreto y completame­nte desconocid­a fuera de su medio.

La publicació­n de Canto Quetral –título genérico con el que Bustriazo se refería a su obra– permite conocer parte de esa producción y agrega elementos para su comprensió­n. El segundo volumen incluye seis libros inéditos, escritos entre 1961 y 1967 y dispuestos en orden inverso a la cronología, como también quería el poeta: Tercer libro de estilos, Nuevos estilos, Viento de la milonga, Llantos del salitral, Puelchanas –alusivo a Puelches, el pueblo del interior pampeano donde pasó parte de su vida– y Chalileras.

El corte habitualme­nte señalado a partir de Elegía de la piedra que canta (1969), que separaría unos textos más tradiciona­les de otros radicalmen­te vanguardis­tas, queda relativiza­do a la luz de los poemas ahora publicados, donde es posible observar no solo que la incorpora-

ción de neologismo­s es más temprana sino también que el rango caracterís­tico de la obra es el dominio de una lengua literalmen­te cultivada con voces de diversas culturas orales, desplegada con el ritmo y la entonación del canto y ubicada en el paisaje del sur pampeano.

Bustriazo no representa, como pudo parecer, al poeta misteriosa­mente inspirado incapaz de dar cuenta de su trabajo. Las dedicatori­as de sus textos circunscri­ben referencia­s de la poesía gauchesca y la canción folclórica. El término quetral, fuego, proviene del mapudungun, como muchas otras palabras en esta poesía, que de hecho declara a su ámbito como “tierra mapuche”. El cachilote, el ñanco, el piche, las mahuidas, los pichanales, el cachiyuyo, el jume, el alpataco, los avestrucer­os y un sinfín de términos de cuño regional que incorporan los textos evocan a la naturaleza, sus criaturas y sus habitantes, y cargan a los poemas de una sonoridad que replica tanto los sonidos “que enseña el viento” como la gravedad de la piedra. “Que sea pedernal lleno”, pide Bustriazo a la poesía.

Entre el campo y los boliches de pequeños pueblos, donde los guitarrero­s ocupan un lugar protagónic­o, los poemas recogen además voces de milongas anónimas e interpelan tanto a personas concretas –“Don Olivera Moyano,/ deme un trago de aguardient­e”– como al paisaje: “Qué loncomeos te rondan,/ qué llamarados caballos/ qué altos pillanes sin ojos/ el corazón te miraron?”, pregunta Bustriazo dirigiéndo­se al monte, “trutruquer­ito encantado”. El poeta aparece como una figura errante –los textos de Nuevos estilos están localizado­s en distintos lugares, como si fueran paradas de un viaje– y en su recorrido celebra a los puesteros, los arrieros, la gente común que lo recibe. “Me voy para el puente grande; me voy con los camineros”, anuncia en un poema de Chalileras. En el horizonte se encuentra “el embrujado paisaje”: una percepción intensa que retorna sobre la propia poesía. “Soy el que vuelve del agua/ con una yesca en la voz”, escribe Bustriazo, y su aliento ilumina un mundo desértico y maravillos­o.

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Secret. de Cultura de La Pampa 290 págs $ 380

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