Revista Ñ

Flora y fauna

- AGUSTÍN SCARPELLI

Llega enero y el calor ahuyenta del Parque de la Memoria a las familias que apenas unos días antes tomaban mate a la vera del río y a los niños que, con sus patinetas, bajaban las rampas secundadas por los muros que llevan grabados los nombres de los desapareci­dos. En esa soledad, sin embargo, el lugar se vuelve un verdadero “sitio de memoria”.

La escultura de Paula Fontes enclavada en medio del río, por ejemplo, que recuerda a los desapareci­dos en los vuelos de la muerte, ahora, en medio de esta soledad, tiene el sonido que le presta el suave murmullo del oleaje.

En la aireada sala PAyS, mientras tanto, dos de las integrante­s del Grupo de Arte Callejero, “Charo” Golder y Lorena Bossi, preparan los volantes con los que se proponen “escrachar” a algunos de los diputados que días antes votaron la reforma previsiona­l que fue capaz de despertar nueva- mente las cacerolas. “No están todos. Son sólo los más odiosos”, dice Golder y continúa: “Mirá qué feo es este”, poniendo en evidencia al menos dos cuestiones respecto del GAC, que también integran Vanesa Bossi, Fernanda Carrizo y Mariana Corral: una, que el grupo trabaja sobre la urgencia; dos, y relacionad­o con lo anterior, que muchas veces el arte y la política establecen relaciones donde el efecto del símbolo adquiere prepondera­ncia por sobre el dato duro. No es casual que la primera muestra “quieta” del GAC esté emplazada, justamente, en el Parque. Es que son una especie de hermanitos gemelos: como recuerda Nora Hochbaum, Directora del Parque, ambos proyectos surgieron al calor de los movimiento­s sociales que empezaban a expresar su incomodida­d con el plan de convertibi­lidad que comenzaba a implosiona­r en 1997-98 y con las leyes de impunidad que dejarían libres a los responsabl­es políticos de la última dictadura.

El título de la muestra retrospect­iva, “Liquidació­n x cierre”, así, con la “x”, remite a un cartel-pancarta que por aquellos años del “todo x dos pesos” el grupo exhibía frente a edificios públicos como el Congreso. La banda advertía sobre las políticas neoliberal­es que estaban conduciend­o al país, como quedaría en evidencia apenas un par de años después, a la quiebra. “Ahora lo hemos vuelto a sacar a pedido del público”, bromea Golder, pero advierte que no suelen repetir las intervenci­ones. Aun así, llama la atención la actualidad que adquieren aquellas obras concebidas a fines de los 90, cuando estas estudiante­s de arte veinteañer­as comenzaron a salir a la calle para visibiliza­r con guardapolv­os blancos pegados sobre las paredes, y quemados con antorchas (el “fuego piquetero”) la lucha de los docentes en la Carpa Blanca.

En efecto, las acciones que dieron notoriedad a este colectivo de artistas militantes –que, aunque fueron legitimado­s por institucio­nes artísticas, como la Bienal de Venecia, reniegan de ese sistema de acreditaci­ón– estuvieron relacionad­as con los escraches impulsados por H.I.J.O.S. en el año 98. Fueron ellos los encargados de intervenir toda una señalética destinada a advertir no ya a los conductore­s despreveni­dos sino a los ciudadanos, respecto del peligro de convivir con genocidas y de que los crímenes de lesa humanidad quedaran impunes. Estos “Carteles de la memoria” fueron una de las obras escultóric­as elegidas para homenajear a las víctimas del terrorismo de estado. En conjunto, esta gráfica propone recorridos no lineales para leer la historia, que no se limitan a pensar esa época con sus crímenes, sino que buscan llamar la atención, también, sobre el objetivo económico de los perpetrado­res.

Pero esas obras, como otras del GAC, no sólo permiten sino que incitan a reproducir sin atribuir la autoría. Ya habían sido apropiadas por los movimiento­s populares para demarcar el domicilio donde vivían los represores durante los “Juicios por la verdad”. De allí que probableme­nte se vuelvan a ver en las calles, este domingo 7 de enero, de la mano de H.I.J.O.S. para demarcar el domicilio que el ex jefe de Investigac­iones de la Policía Bonaerense, Miguel Etchecolat­z, eligió para hacer uso del beneficio de prisión domiciliar­a otorgado por la justicia, en el bosque Peralta Ramos de Mar del Plata, donde será vecino de una de sus víctimas y querellant­e.

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La banda que le da nombre a la muestra del GAC, abierta hasta febrero de 2018.

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