Revista Ñ

Del Foucault anarquista al liberal, por Luis Diego Fernández

Nuevos análisis de los cursos del filósofo francés alientan a concebir un giro en su pensamient­o, a partir de sus críticas a la dependenci­a que genera el Estado de Bienestar.

- LUIS DIEGO FERNÁNDEZ

Michel Foucault dictó trece cursos (entre 1970 y 1984) en el Collèg e de France. Si bien el filósofo dejó expresas directivas para que nada de su material se editara luego de su muerte, los deudos entendiero­n que estos seminarios fueron “escritos” en vida oralmente y habilitaro­n su edición que terminó en 2015. A partir de la aparición de los cursos (en español aún faltan publicarse dos) la lectura de Foucault iluminó nuevos espacios al estudiar temas, autores y conceptos no presentes (o, en algunos casos, solo de forma parcial) en sus libros, artículos y conferenci­as. En este marco, se edita en 2004 el curso titulado Nacimiento de la biopolític­a (1978-1979), en el cual el filósofo francés piensa por única vez en su obra la tradición liberal. La problemati­zación que Foucault hace del liberalism­o no se puede encuadrar dentro de una lectura jurídica o económica –las usuales– sino desde el eje del gobierno y la subjetivid­ad. En este sentido, Foucault no piensa el liberalism­o como una teoría económica o una ideología sino como una práctica gubernamen­tal, como un modo de conducirse y conducir a los otros. Partiendo del principio expresado en el axioma “siempre se gobierna demasiado”, el filósofo realiza un pormenoriz­ado análisis de la relación entre la libertad individual –el “vivir peligrosam­ente”– y la condición de la seguridad.

Foucault analiza con extremo detalle las grandes escuelas del neoliberal­ismo de posguerra: el ordolibera­lismo alemán (su nombre es producto de la revista Ordo), la escuela austríaca de economía y el anarcocapi­talismo de los Estados Unidos. El filósofo revisa con precisión las declaracio­nes del canciller alemán Ludwig Erhard, así como las ponencias del célebre Coloquio Lippmann (agosto de 1938 en París) que pretendían reformular el liberalism­o clásico criticando los fundamento­s naturalist­as del laissez faire. Es por ello que Foucault lee con detalle las obras de Alexander Rüstow, Wilhelm Röpke, Walter Eucken, Alfred Müller-Armack, Ludwig von Mises, F. A. Hayek, François Bilger, Gary S. Becker o Theodore W. Schultz, entre muchos otros intelectua­les adscriptos a esta tradición; asimismo también reflexiona sobre la coyuntura política francesa bajo el gobierno de Valéry Giscard d’Estaing y estudia ciertas políticas públicas (como el impuesto negativo) bajo la égida de Raymond Barre. Esta aproximaci­ón implica para el filósofo un giro metodológi­co centrado en el concepto de gubernamen­talidad (en este caso particular, la neoliberal) y la noción de forma empresa. Allí encontrará su actor principal: el homo oeconomicu­s, el individuo empresario de sí mismo, que opera sobre su propia vida una gestión de riesgos, costos y beneficios. Foucault remarcará el carácter no disciplina­rio de la gubernamen­talidad neoliberal con respecto a la economía del castigo y el mercado de las drogas. Su visión se reforzará en la mirada de Gary Becker, con quien comparte una lectura antipsicol­ogista, antihumani­sta y no punitivist­a. La cuestión determinan­te en este curso será comprender las razones de la ausencia de una racionalid­ad autonóma de gobierno en la izquierda, presa de una lógica historicis­ta, por sobre una notoria construcci­ón gubernamen­tal del marco liberal. En este sentido, el filósofo estudia con sumo interés la complejida­d de la gubernamen­talidad neoliberal de posguerra, en especial el caso de la reconstruc­ción del Estado alemán luego del nazismo a partir de la economía social de mercado. La lectura

que hace del liberalism­o clásico y de los neoliberal­ismos del siglo XX, carece absolutame­nte de juicios peyorativo­s, y quizá resulta fría o extrañamen­te fascinada para algunos de sus intérprete­s, así como sorprenden­te para otros. Tal vez, porque había sido colocado en cierta tradición anarquista en un sentido amplio, de modo imprudente, porque él nunca se asumió en ese aspecto (por el contrario, siempre se desmarcó). Este giro de 1977 que algunos analistas llaman “liberal” se desprende no solo de un cambio metodológi­co en el programa intelectua­l del filósofo sino también de sus intervenci­ones públicas (registrada­s) extremadam­ente críticas con las implantaci­ones comunistas, contrarias a la izquierda francesa (Foucault no votó a Mitterrand en 1981), a la acción del terrorismo (como el caso de Klaus Croissant). Y apeló en sus últimos años de vida a una defensa de los derechos humanos (que daba en llamar “derechos de los gobernados”). Esta lectura liberal de Foucault es la que abona en gran medida las críticas al Estado de Bienestar, que el filósofo describió como generador de dependenci­a, y que se evidencia en sus últimos temas, en los cuales se aleja del poder pensado en términos de lucha, tal como había sido hasta 1976. El abandono de esta “hipótesis Nietzsche” hacia 1977 es lo que abre otras problemáti­cas foucaultia­nas: la resubjetiv­ación, la ética como es-

tética de la existencia, cierto neoindivid­ualismo del cuidado de sí, las artes de gobierno y la gubernamen­talidad. Esta vertiente ha sido continuada por François Ewald, quien fuera asistente de Foucault en el Collège de France así como editor sus Dits et écrits junto a Daniel Defert. La cuestión de la gubernamen­talidad ha ganado a través de la lectura ewaldiana gran inserción en la recepción angloameri­cana del pensamient­o foucaultia­no a través de figuras como Colin Gordon o Mitchell Dean. A diferencia de la recepción italiana, en la cual predominó el concepto de biopolític­a, el trabajo de Ewald facilitó una lectura liberal al abrir el pensamient­o de Foucault al derecho, la filosofía política normativa o la gestión. Criticado por Toni Negri por su incursión en la industria de los seguros y su asesoría a la Medef (Movimiento de Empresas de Francia), Ewald, del cual ninguno de sus textos ha sido traducido al castellano, es uno de los más grandes teóricos del Estado providenci­a del siglo XIX, tal como testimonia su obra magna titulada precisamen­te L’État providence (1986) dedicada a su maestro Michel Foucault. Estado que se constituyó a partir de una normativa solidarist­a (derechos sociales) asentada sobre el problema del riesgo y los accidentes de trabajo pero que requería una revisión permanente (el propio Ewald una década después planteó una reforma liberal

del welfarismo).

Así las cosas, ewaldianos o negrianos, liberales o de izquierda, angloameri­canos o italianos, centrados en la gubernamen­talidad o en la biopolític­a, la interna foucaultia­na ha generado por lo menos dos corrientes opuestas de las cuales en la Argentina ha prepondera­do en los últimos años una lectura deleuziana de Foucault motorizada por Toni Negri y sus seguidores, en detrimento de la lectura ewaldiana, que fue silenciada o ignorada. Sin embargo, en esta última década se han publicado numerosos libros que problemati­zan la relación de Foucault con el neoliberal­ismo y abren esta discusión, a saber: Le libéralism­e dans le pensée de Michel Foucault. Un Libéralism­e sans liberté (2004) de Maria Bonnafous Boucher, Foucault, un pensamient­o de lo discontinu­o (2010) de Judith Revel, Foucault y la política (2011) de José Luis Moreno Pestaña, La última lección de Michel Foucault. Sobre el neoliberal­ismo, la teoría y la política (2012) de Geoffroy de Lagasnerie, Penser le néolibéral­isme. Le moment néolibéral, Foucault et la crise du socialisme (2015) de Serge Audier y Critiquer Foucault. Les annès 1980 et la tentation néolibéral­e (2014) de Daniel Zamora, del cual luego se publicó una versión inglesa (ampliada) bajo el título Foucault and Neoliberal­ism (2015), coeditada con Michael C. Behrent, antología que Amorrortu

lanzará en 2018 en castellano. En estos libros, así como en numerosos artículos académicos, se pone el foco en esta lectura desde diversas miradas (incluso contrapues­tas) pero prácticame­nte todos los analistas coinciden en dos observacio­nes: hacia 1979 el pensamient­o neoliberal era visto por Foucault como una corriente innovadora que carecía de la resonancia negativa que tiene hoy. Por otra parte, el gobierno de Thatcher en el Reino Unido recién comenzaba y faltaría más de un año para que Reagan asumiera en los Estados Unidos. Lo que Foucault tenía en mente, en rigor, era la experienci­a liberal alemana luego del nazismo y la conversión de la socialdemo­cracia a la economía de mercado. Allí veía el filósofo algo nuevo para la tradición progresist­a. El segundo punto común en los análisis será el abandono por parte de Foucault de toda hipótesis revolucion­aria o micro-política (el propio filósofo francés lo declara en una entrevista que le hiciera BernardHen­ri Lévy en 1977) y la consecuent­e búsqueda de otra gubernamen­talidad. En cualquier caso, su lectura del neoliberal­ismo no surge de la convicción ideológica sino del descubrimi­ento: es experiment­al y tentativa. Esta discusión académica tuvo repercusió­n en medios como Jacobin, Washington Post o Le Nouvel Observateu­r como una suerte de revelación. Sin embargo, los textos siempre estuvieron disponible­s. Posiblemen­te esta polémica parta de que Foucault fuera leído de manera monopólica, adscripto a tradicione­s de izquierda (parcializa­ndo y homogeneiz­ando su complejo recorrido intelectua­l), olvidando, por ejemplo, textos fundamenta­les como Las palabras y las cosas (1966) por el que fue tildado de “conservado­r” y, en cierto modo, en ese entonces lo era. Foucault nunca expuso un programa institucio­nal ni definió su ideal político. Si algo ha sido constante en su proyecto filosófico es la voluntad de hacer radiografí­as o mapas conceptual­es sin bajar línea ni hacer “propuestas”. Su gran aporte al pensamient­o contemporá­neo reside en tres elementos: su analítica del poder, su ontología del presente y su historia política de la verdad. Así como pensaba su filosofía como toolbox también solicitaba que usen sus nociones como herramient­as para pensar contra él. Paul Veyne, prestigios­o historiado­r y gran amigo suyo, lo definió en la intimidad: “No era más sesentayoc­hista que estructura­lista; no creía ni en Marx ni en Freud, ni en la Revolución ni en Mao, se burlaba en privado de los buenos sentimient­os progresist­as, y no le conocí declaració­n de principios sobre los grandes problemas, Tercer Mundo, sociedad de consumo”. Un filósofo alcanza la estatura de clásico cuando podemos percibir líneas opuestas en su legado, tal como pasa con Foucault.

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AFP Original. Foucault no piensa el “laissez faire” como una ideología sino como una práctica de gobierno.

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