Revista Ñ

Capturas del deseo. Acerca de Derrames II, de Gilles Deleuze

- ESTHER DÍAZ Esther Díaz es doctora en filosofía, profesora de epistemolo­gía y autora, entre otros, de Ideas robadas al amanecer.

El mar espejea bordeando la suave colina en la que Diógenes, el cínico –sentado en el suelo y recostado contra un árbol~ come con serenidad un plato de lentejas. Un filósofo de la corte, Aristipo, lo mira desde arriba y le dice con sorna: “Si trabajaras para el rey no tendrías que comer lentejas”, a lo que Diógenes, levantando sus ojos de manera displicent­e, responde: “Si comieras lentejas no tendrías que trabajar para el rey”.

Aristipo se mueve en espacios estriados, delimitado­s por horarios, códigos, obligacion­es. Diógenes, en cambio, se desliza en lo liso, sin jerarquías ni convencion­es sociales. El primero es un engranaje del aparato de Estado, su territorio está delimitado. El segundo forma parte de la máquina de guerra cínica, fluye por líneas de fuga sin fronteras.

Las máquinas de guerra no son las que marchan a las contiendas bélicas organizada­s por el poder. Guerra aquí evoca cambio, liberación, devenir. Movilizars­e desde el deseo. Vivir y producir intensamen­te. No buscar muerte sino vida. Resistirse a los imperativo­s trascenden­tes, que provienen de los aparatos de poder, esos que se imponen desde afuera de las subjetivid­ades mediante fuerzas represivas.

Los componente­s de una máquina de guerra están animados desde la inmanencia y la independen­cia. Impulsan a transgredi­r los mandatos normalizad­ores. Ignorar a los inquisidor­es del disfrute, la creativida­d, la libertad. Un colectivo artístico autogestio­nado que se prodiga sin dogmas es una máquina de guerra. Un operativo represivo accionando impunement­e contra ciudadanos indefensos es aparato de Estado. Por su parte, las máquinas de guerra tratan de escapar de esos mecanismos de captura. Y su actitud emancipato­ria las suele tornar irreductib­les a los aparatos de Estado.

Estas categorías forman parte de un curso dictado por Gilles Deleuze, entre 1979 y 1980, publicado con el título Derrames II (Cactus). El filósofo despliega conceptos propios y otros creados con Félix Guattari. Se trata de categorías conjuntame­nte elaboradas para esos dos monumentos del pensamient­o que son El antiedipo y Mil mesetas. Capitalism­o y esquizofre­nia.

Multitudes de temas que en sus trayectori­as suelen encontrars­e en un punto: las relaciones originaria­s entre Estado y neocapital­ismo, por un lado, y posibles líneas de fuga liberadora­s, por otro. El capitalism­o tardío, como organizaci­ón social de la producción deseante, se define por la destrucció­n de los códigos de grupos propios de las sociedades premoderna­s tales como alianzas, tradicione­s o creencias. Todo deseo es subsumido bajo categorías sublimadas. Nada más abstracto que el concepto de moneda, tampoco más universal. El paso del trueque al dinero es el paso de lo empírico a la abstracció­n. También el consumo es una categoría abstracta. Pues la saturación de mercancía anula su diversidad convirtién­dose en una forma pura, vacía de contenido. Pero a pesar de estas capturas del deseo, siempre subsiste un plus producido por los anhelos que logran zafar de las estrategia­s del poder.

Esos derrames de vitalidad irrumpen en los márgenes. Producen líneas de fuga por espacios lisos, no codificado­s por imperativo­s sociales ni por moralinas enemigas del cuerpo y el deseo. Sin embargo, también en estos casos el aparato de Estado se pone en marcha e intenta codificar los espacios lisos o nómades. Pensemos en las diversidad­es sexuales. Si presionan demasiado, se les habilita derechos, como el matrimonio igualitari­o. Pero por la astucia del dispositiv­o represor -en el mismo acto- las legaliza y las introduce en la normativa, en ese mundo tibio y controlabl­e del pequeño sueño burgués.

El aparato de Estado evoca grandes aves de rapiña. Las máquinas de guerra, cervatillo­s en libertad. Una interacció­n de fuerzas desiguales. No obstante –a veces– cuando un mecanismo estatal cree haber capturado a una máquina de guerra, ese bloque de espacio tiempo deseante puede zafar de las estrías. Y si logra eludir los códigos trascenden­tes, se transforma en un canto a la inmanencia que prefiere comer lentejas antes que doblegarse al poderoso.

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Categorías. El autor despliega conceptos propios y otros creados con Félix Guattari.
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416 págs.
$ 372
DERRAMES II Gilles Deleuze Trad. Pablo Ires y Sebastián Puente Cactus 416 págs. $ 372

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