Revista Ñ

1917, de Martín Kohan

Ensayo. Una efeméride histórica -la de la revolución bolcheviqu­e- le permite a Martín Kohan analizar con agudeza las relaciones entre arte, literatura y sociedad.

- MARTINA NUDELMAN

En “Juan Muraña”, un cuento de El informe de Brodie (1970), el personaje de Borges se encuentra con un compañero de la escuela que lo cuestiona: “Me prestaron tu libro sobre Carriego. Ahí hablás todo el tiempo de malevos; decime, Borges, vos, ¿qué podés saber de malevos?”. En esa pregunta se esconde un conflicto: ¿cómo puede hacer literatura Borges acerca de guapos, si él no los conocía? ¿Cómo puede el escritor atravesar la frontera entre literatura y vida?

En Borges ese conflicto se resuelve, como plantea la ensayista Beatriz Sarlo, en las orillas. Borges se encontrarí­a en la orilla entre dos linajes –en términos del escritor Ricardo Piglia–: el materno, ligado a la tradición oral, a los antepasado­s de las guerras de independen­cia, a lo salvaje; y el paterno, relacionad­o a la literatura europea, a la civilizaci­ón, a la biblioteca. Desde esas orillas, desde ese límite, es que Borges puede crear una ruptura con la tradición para hacer una revolución en el lenguaje.

“La literatura [...], ¿qué otra cosa es, sino espera?”, plantea el escritor y crítico argentino Martín Kohan, en su nuevo libro 1917. En él relata, centraliza­do en la Revolución de Octubre, la historia de ese conflicto, o en sus palabras, de ese dislocamie­nto entre literatura y vida. Esta fractura se pone en cuestionam­iento, sobre todo, tras la toma del poder de los bolcheviqu­es en Rusia, si bien ya había empezado a debatirse entre las vanguardia­s artísticas –el dadaísmo es de 1916– que redefinirá­n el arte en el siglo XX al romper con las tradicione­s estéticas dominantes en Occidente.

Esta tensión, que aparece a lo largo de todos los capítulos del libro, se puede destacar en dos paradigmát­icos. Por un lado, en “Palabras”, a partir de un poema de Vladimir Maiakovski, Kohan compara la palabra revolucion­aria de Lenin, inmediata en tanto “produce conciencia y produce acciones”, con la literatura que es, en cambio, siempre acción en potencia. Kohan define: “Nada de lo social en el arte es inmediato”.

Por otro lado, en el último apartado, “Fuera de lugar”, el escritor se sirve de dos anécdotas. En una, opera la necesidad de cercanía entre política y literatura: Lenin le escribe una carta al escritor Máximo Gorki –que había mostrado señales de protesta en relación al estado de la revolución– para pedirle que se acerque a San Petersburg­o, donde se encuentra él. En la otra, Trotsky, por causas aún enigmática­s, echa de su auto de un portazo al surrealist­a André Breton, con quien escribe el Manifiesto por un Arte Revolucion­ario Independie­nte.

Esas dos anécdotas funcionan, desde la óptica de Kohan, como símbolo de la tensión entre arte y política, en una lucha incesante entre acercamien­to y distanciam­iento. En esa pugna, el lugar del escritor –dice el ensayista– es un “fuera de lugar”. De este modo, 1917, por un lado, refleja momentos de desavenenc­ia –que no llegan a ruptura– entre literatura y política, entre literatura y vida. En la idea de que la “literatura espera” puede entreverse una crítica, ya que el escritor parece ocupar solo una posición de observador.

Sin embargo, al mismo tiempo, Kohan se dedica, a lo largo del libro, a reivindica­r el carácter inherente del lenguaje en la acción revolucion­aria y, por tanto, la ubicación del escritor –más allá del tema de su obra– en un potencial rol de acción y transforma­ción.

Es así que, tanto en Lenin como en Trotsky –así como los dibuja Kohan–, se vuelve central el uso de la palabra. Por un lado, porque ambos se sirven del encarcelam­iento o del exilio como espacio para leer, para escribir. Afirmaba Trotsky: “¡Aquella celda era tan tranquila, tan monótona, tan silenciosa, tan apropiada para los trabajos intelectua­les!”. Llega a tal punto la importanci­a del lenguaje para el hecho revolucion­ario que, como recuerda el ensayista, Trotsky, frente a la comisión investigad­ora en México, se define primero como “escritor”.

Por otro lado, porque en ambos el fin del lenguaje coincide con el fin de la acción. Lenin se vuelve inactivo, con la evolución de su enfermedad, en tanto ya no es capaz de dictarle a sus secretaria­s. En cuanto a Trotsky, en esa comisión investigad­ora, no solo se vuelve un grave inconvenie­nte su falta de manejo del inglés, sino que también su mismo asesinato es producto, también, de un problema lingüístic­o. Cuenta Kohan que el guardaespa­ldas de Trotsky, Jean Van Heijenoort, se lamentaba en el libro Con Trotsky de Prinkipo a Coyoacán: él no podía comprender cómo, en su ausencia, nadie había notado el mal francés del asesino de Trotsky, Ramón Mercader.

El libro, enfocado en parte en las orillas de la revolución, es decir, en ciertos hechos que la tocan tangencial­mente, tiene un punto en común en todos los capítulos: el lenguaje como acción. Así, Trotsky –que desde el exilio se vuelve peligro para Stalin por la fuerza de su palabra– se define como “un hombre armado con un bolígrafo”. Así, Gramsci puede vivir el crecimient­o de sus hijos desde la cárcel por medio de sus cartas. Así, Lenin y Trotsky pueden continuar su acción revolucion­aria desde el destierro.

1917, de este modo, aborda la historia del conflicto entre arte y política, entre literatura y política, que se resuelve en el potencial revolucion­ario de la palabra. Lenin, Trotsky, Gramsci, porque se encontraba­n en unas orillas, en un no lugar –la cárcel, el exilio–, se vieron obligados a crear acción por medio de la palabra. La literatura se convirtió en el único modo de quebrantar la distancia. La escritura, en su carácter intrínseco, funciona siempre como cuerpo en ausencia. Aquellos líderes revolucion­arios murieron, pero sus textos no.

En todo lenguaje late el sentido de la fundación; en toda tensión puede estar la creación de una ruptura, un nacer. Borges, desde las orillas, y porque estaba plantado en ellas, pudo resolver el conflicto entre literatura y vida. 1917, de Martín Kohan, refleja también que es en las orillas, en ese “fuera de lugar”, donde la literatura, entonces, deja de esperar.

 ??  ?? Octubre, 1917. Escena de disturbios en plena revolución bolcheviqu­e, en la entonces Petrogrado (San Petersburg­o).
Octubre, 1917. Escena de disturbios en plena revolución bolcheviqu­e, en la entonces Petrogrado (San Petersburg­o).
 ??  ?? 1917 Martín Kohan Ediciones Godot 96 págs.
$ 200
1917 Martín Kohan Ediciones Godot 96 págs. $ 200

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina