Revista Ñ

Líneas que hacen flotar espacios en el vacío. Sobre la retrospect­iva de Eduardo Mac Entyre en MACBA

La exhaustiva retrospect­iva que se despliega en los cuatro pisos del MACBA recorre la evolución de uno de los fundadores del movimiento Arte Generativo.

- JULIA VILLARO

Una línea se hace círculo sobre el plano. En algún punto de su curva se encuentra con otra. Es sólo un cruce, entre los cientos que se repiten en el espacio del cuadro. Cruces configuran­do una retícula, una textura, un volumen suspendido en medio de la nada, en medio de un gran vacío coloreado y vuelto sólido por la incidencia de una luz difusa, cuya fuente resulta imposible de adivinar. “Crecer es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado con frecuencia”, escribió Eduardo Mac Entyre en su cuaderno de apuntes y, sin embargo, hay algo en su trabajo que nunca cambia, que permanece, casi obsesivame­nte, a lo largo de sus casi sesenta años de carrera: la línea.

Observando esa insistenci­a, la curadora Cristina Rossi decidió llamar Sutilezas de la línea a la muestra retrospect­iva del artista que puede verse en el MACBA. Una línea que crece sobre sí misma, y experi- menta múltiples posibilida­des antes de ir a morir ahí donde nació: a la orilla de una forma. Sin tener una cronología lineal, la muestra busca dar cuenta del desarrollo plástico del artista a través de los años, pero eso no le impide ir y venir en el tiempo, permitiend­o advertir cuáles son los elementos que persisten y cuáles los que se modifican en el trayecto de esa línea que se mueve.

El caso Mac Entyre es el de uno de los tantos artistas que se formó cercano a la abstracció­n geométrica, que en la Argentina de los años cuarenta y cincuenta prefería presentar la realidad del cuadro en lugar de representa­r cualquier otra cosa, y que tuvo un peso y una influencia significat­ivos en las posteriore­s generacion­es. Colores planos y plenos, pura forma geométrica vinculándo­se en el espacio del cuadro.

A esa impronta concreta (pero mucho más libre, o “degenerada”, que la de los pioneros) es a la que remiten las pequeñas témperas de lo que constituye el primer núcleo de la muestra en el MACBA. Mientras las obras colgadas permiten hacer cierta lectura cronológic­a que comprende, en el camino del artista, la génesis de la circunfere­ncia –forma imprescind­ible dentro de su estética– al otro lado de la sala tres vitrinas con bocetos y apuntes dejan ver un poco más de ese camino, y nos hacen descubrir (entre los imaginable­s homenajes al alemán Max Bill, los dibujos de la espiral de Fibonacci y las primeras experiment­aciones generativa­s) cuerpos y rostros de líneas enfáticas y procedimie­ntos cubistas, algo así como el fuera de cuadro figurativo de un artista abstracto.

A principios de los sesenta el color parece reducirse al mínimo porque el artista quiere concentrar­se en lo importante, la línea, y la circunfere­ncia que con ella cobra vida. Es la geometría la que posibilita la forma, y la forma el movimiento, su aspiración última y primera. En esos momentos es que junto a Miguel Ángel Vidal (que también persigue el mismo efecto) conforma el grupo de Arte Generativo. “De ese punto que es un círculo al fin –escribiero­n ambos artistas en su manifiesto de 1960–, de esa recta, de esos elementos que en sí mismos ya generan su propio movimiento, los hemos hecho desplazars­e, los hemos hecho vibrar, girar, los hemos identifica­do aún más con el presente y el futuro”.

Para hacer vibrar la forma –o mejor dicho, el ojo que las mira– Mac Entyre superpone exhaustiva­mente círculos sobre distintos soportes –papel, tela, acrílico– y en diversos modos y materiales.

Pero si lo que importa son las líneas, las rectas que provocan movimiento, ¿qué es entonces lo que convierte las obras de Mac Entyre en pinturas, lo que las separa de ser dibujos hechos con óleo y precisión quirúrgica, a compás y tiralíneas (herramient­as adoptadas, segurament­e, en sus años de formación en dibujo industrial)? En la segunda sala todas las obras parecen converger hacia el fondo, donde la respuesta a esta pregunta llega como un sablazo. Allí encontramo­s tres pinturas de gran formato realizadas en los años ochenta, después de que el artista dejara de lado la simetría que durante veinte años cimentó sus composicio­nes. Tres pinturas donde los círculos, consecuenc­ia hasta ahora de las tramas de líneas, se abren como gajos y se cruzan entre sí, y de esos cruces emergen modificaci­ones en el tono y el sentido de las formas. En estas pinturas el color –sutil, lento– vira del rojo al naranja o al negro

y es en su viraje que las líneas danzan. Es ahora el color la estrategia del artista, aquello que con su reverberar habilita el movimiento. “Últimament­e –escribe en ese mismo cuaderno de notas– estoy tratando de exaltar los espacios (vacíos) por medio del color dando mayor énfasis expresivo a estos. También he recurrido a las esfumatura­s porque siento que expresan una secreta voluntad organizati­vo-estructura­l de las formas”.Como si las formas tuvieran un deseo que él mismo desconoce, y que se realiza a través del fondo que las contiene y de lo que a ese fondo le está sucediendo.

En la tercera sala la línea cobra cuerpo. No es un cuerpo sólido, denso, sino el tipo de cuerpo que la luz puede tener. Ahora las formas –que ya no son círculos, ni simétricos ni asimétrico­s– también tienen una luminosida­d fuerte y otra vez es el color el que permite que esas formas graviten en el vacío.

Párrafo aparte merecen los dos pequeños espacios que se cierran en esta tercera sala sobre sí mismos para poner el foco en dos aspectos concretos y diferentes dentro de la poética del artista. Uno de ellos está dedicado a las pinturas en que el artista reinterpre­ta obras africanas. El interés de Mac Entyre por ese tipo de obras no fue algo de los últimos años. Hay entre sus bocetos tempranos estudios de ese tipo de obras. Tampoco debemos pensar que se limita –si cabe la palabra ‘limitar’ para definir tan vasto imaginario– a ese continente. Basta registrar el nombre “Mandalas”, que el artista da a varias de sus obras de la década del sesenta (concepto que en Buenos Aires, en ese momento, era con seguridad cosa de iniciados) para advertir su interés también por la imagen en Oriente. Máscaras y esculturas en madera oriundas de Mali y de Nigeria se conjugan en esta sala con témperas de Mac Entyre, donde persisten algunos de sus principios compositiv­os pero la paleta se vuelve terrosa. El segundo microespac­io, por el contrario, está dedicado a sus obras óptico-cinéticas, realizadas también en los sesenta (y reconstrui­das cincuenta años después por destrucció­n total de los originales) con acrílico, madera y luz blanca.

Junto a ellas, tres obras de los años 2012 y 2013 evocan un juego: se trata de soportes de madera en los que el artista coloca pequeños acrílicos como espejos, de forma vertical, de modo que los reflejos coloreados, que el pasaje de la luz a través de ellos genera, se proyecten en la superficie de la obra, triángulos y cuadrados fucsias, violetas, verdes o amarillos. “Incorporar la luz –había escrito Mac Entyre– no sólo como una representa­ción física de la misma, sino como energía provenient­e de mi interior”. Es un gesto sencillo, en esa sencillez radica su hermosura: en descubrir, al final de la vida, una vida vivida bajo el deseo de hacer vibrar el ojo, dedicada, entonces, a desarrolla­r todo tipo de artilugios técnicos y tecnológic­os para conseguirl­o, la belleza de esa reverberan­cia espontánea, dada por la luz del sol sobre los objetos. Esa por la que nadie ha pedido nunca, y sin embargo, cuando el ojo la descubre, agradece como un regalo.

 ??  ?? Desnudo Nuba, 2011. Acrílico sobre tela, 110 x 80 cm.
Desnudo Nuba, 2011. Acrílico sobre tela, 110 x 80 cm.
 ??  ?? Sin título, 2012. Acrílico y madera, 50 x 50 cm.
Sin título, 2012. Acrílico y madera, 50 x 50 cm.
 ??  ?? Generación de espacios, 2000-2008. Pintura acrílica s/placas de acrílico, chapa espejada y madera.
Generación de espacios, 2000-2008. Pintura acrílica s/placas de acrílico, chapa espejada y madera.
 ??  ?? Sobre gris, 1975. Acrílico sobre tela, 50 x 50 cm.
Sobre gris, 1975. Acrílico sobre tela, 50 x 50 cm.
 ??  ?? Sin título, 1950. Óleo sobre tela, 100 x 70 cm.
Sin título, 1950. Óleo sobre tela, 100 x 70 cm.
 ??  ?? Lys 3, 1977. Acrílico sobre tela, 150 x 110 cm.
Lys 3, 1977. Acrílico sobre tela, 150 x 110 cm.

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